El más hermoso desastre
Me desperté en una habitación desconocida, un dolor punzante en mi cabeza me indicó que no había dormido bien. Intenté levantarme, pero un mareo me hizo caer de nuevo en la cama. ¿Dónde estoy? De pronto, recordé el ritual que hice para eliminar el lazo que me unía a Derek, la consciencia me golpeó como un mazo y me hizo caer en cuenta de todo lo que perdí en un instante.
Los ojos se me aguaron. Me he convertido en una sombra de lo que solía ser. El dolor, la tristeza se acumularon en mi corazón, la duda me invadió y se apoderó de mí una carga tan pesada que me resultó difícil levantarme de la cama.
¿Para esto volví? ¿Cómo pude ser tan egoísta? Miré las palmas de mis manos, y apreté los nudillos con fuerza. Sin magia, no soy nada
La puerta de la habitación se abrió, Rubí entró y no pude evitar mirar hacia abajo, avergonzada.
—¿Qué fue lo que paso? —el tono con el que se dirigió a mí fue bajito y cuidadoso, como si temiera mi respuesta.
Me reincorporé en la cama y tuve una sensación extraña en el pecho. Ya no sentía la energía mágica en mi interior, era como estar vacía. Me atreví a verla a la cara y cuando lo hice supe que había pagado un alto precio por un acto de desesperación.
—Perdí mi magia...—dije en voz baja, con lágrimas en los ojos— Lo perdí —ella entendió de inmediato a lo que me refería—, he perdido todo.
De pronto estaba yo sola, ahogándome en un océano embravecido y tormentoso de lágrimas, con el agua hasta el cuello y el aire escapándome de los pulmones, asfixiándome con una culpa que me empujaba al fondo. Dando manotazos para salir a la superficie y tomar bocanadas de aire que aliviaran mi asfixia. Su cálido abrazo se convirtió en un bote salva vidas.
—¿Todo? —su mano se deslizó por mi cabello con suavidad, brindándome la certeza con sus caricias de que ella seguía aquí junto a mí, tomo mi rostro con ambas manos—Jamás te permites fallar Christal.
—Esto no es un fallo... —me lleve las manos al pecho.
Su cálido tacto me hizo verla — Siempre eres muy dura contigo misma, no creo que esto sea tu culpa ¿Cómo podrías saber que esto pasaría?
Un nudo se formó en mi garganta —Debí imaginarlo, debí estudiar más el hechizo, intuir al menos el precio de las consecuencias de mis impulsivos actos. Fui yo Rubí la que a los cuatro vientos reprendí al Consejo el día de la presentación de Larisa...
—No ...
La interrumpí —Reté al líder reprobando el cómo se sobreponía sobre la autoridad de una deidad, mírame ahora...
Con la cabeza sobre sus muslos las lágrimas pudieron conmigo, las deje salir libremente mientras ella me consolaba. El tiempo se volvió efímero bajo su cálida aura.
— No mereces pasar por esto. Eres la persona más amable y generosa que he conocido jamás. Siempre estas dispuesta a ayudar a los demás...
Me quedé quieta un momento, levanté la cabeza y la miré a los ojos. Era verdad que la mayoría del tiempo sentía la necesidad de salvar a los demás, pero ahora mismo me sentía incapaz de hacerlo conmigo misma. Rubí continuó hablando, recordándome todas las veces que había sido testigo del buen corazón que según ella poseía yo. De pronto guardo silencio y soltó una frase que me dejo perpleja.
—...ahora es tu turno de pedir ayuda. Yo estoy aquí para ti, y te prometo que juntas encontraremos una solución —una última lagrima resbaló por mi mejilla—. Y escúchame hermanita no quiero que creas que eres una egoísta, no eres una egoísta por proteger este corazón —señaló mi pecho con su dedo índice—, un corazón que siempre protege a quienes ama y quiero que eso te quede claro aquí —clavó su dedo en mi pecho— y aquí —ahora mi frente— ¿Entendido?
Inhale y exhale, asentí respondiendo a su pregunta. Sin querer me quede dormida, aferrada a sus palabras con fuerza. Tenía claro que no estaba sola y que Rubí siempre estaría aquí para mí. Y eso aliviaba mi asfixia.
Al cabo de un rato un repentino movimiento me despertó, abrí los ojos y tenia a Vlad de rodillas junto a la cama. Un beso en la frente fue su forma de saludar. Le sonreí de boca cerrada. Tomó mi mano por debajo de las sábanas y haló de ella para besar mis nudillos.
Me hice a un lado para hacerle hueco en la cama y palpé el sitio vacío para que se recostara junto a mí. Su familiar aroma invadió mis fosas nasales y su frio tacto me llevo a un siglo atrás cuando éramos jóvenes e ingenuos del futuro.
—Cuando te conocí creí que eras el ser más extraordinario que mis ojos hubieran visto...
Lo miré con la ceja alzada —Tenias sed, me viste como tu almuerzo.
—Tal vez eso influyó un poco —bromeó y con su dedo índice le dio un toque a mi nariz.
—Lo que quiero decir es que con o sin magia para mi sigues siendo tú—nuestras miradas se encontraron—, eres mi bella dama del caos. El único desastre que es bello y digno de admirar a mis ojos.
Un fugaz beso en la frente fue suficiente para hacerme sentir un calor en el corazón.
—Alguna vez mencionaste que amabas ver las estrellas —lo pensé un poco, podía recordar vagamente algo así ¿Cómo es que él lo tenía presente? — ¿Le gustaría acompañarme a verlas?
—¿Ahora mismo?
Él se encogió de hombros y en menos de lo pensado estábamos corriendo afuera como un par de críos a punto de hacer travesuras, el camino fue entre risas y torpes tropezones hasta llegar a una colina en el jardín perfectamente cuidado.
Mirando hacia el cielo nocturno. Vlad continuó hablando, contando historias sobre la vida, los pensamientos y los sueños que en algún momento compartimos con mi completa atención. Al final suspiro y sin querer ambos giramos la cabeza en la misma dirección.
—En verdad eres el mas hermoso desastre —contuve la sonrisa que sus palabras me habían causado y devolví la mirada al firmamento para por fin sonreír.
—¿Un desastre?
Asintió —Un conjunto de desastres, de hecho. Y lo mas hermoso es que siempre traes orden a todo, eres un bello balance.
Lo miré con una ceja alzada —Guarda esa labia o las estrellas sentirán envidia de que preste más atención a descifrar que libro has sacado tus palabras que a ellas mismas.
El solo negó con la cabeza con una sonrisa en los labios y no dijo nada más, ya no hacía falta. Habíamos creado un perfecto silencio. Uno de esos que eran cómodos.
Me sentía más relajada. Estar con Vlad me hacía sentir segura y protegida. Sabía que podía confiar en él y que a pesar de todo estaría siempre para mí.
La noche se hizo larga y finalmente, nos quedamos dormidos bajo el cielo estrellado, arropados por la cálida noche. Me sentía agradecida por tener a alguien como Vlad en mi vida. Sabía que no todo estaba perdido y que teniendo alrededor a la gente correcta la solución llegaría pronto.
Derek
Algo había ocurrido, desperté de golpe con un sudor frio en el cuerpo y una desesperación abismal. Tenía una sensación extraña en el pecho.
Cuando intenté ponerme de pie fue como si todo a mi alrededor se diera vuelta, como estar en medio de un enorme Caos. Una sensación de asfixia comenzaba a apoderarse de mi tal y como lo que sentí aquel día que Christal se fue, solo que esta vez no había magia de por medio.
Los fuertes golpes en la puerta resonaron en mi cabeza, causándome punzadas de dolor. Con dificultad caminé hacia allí.
Cuando abrí la puerta me topé con Isaac, su rostro estaba pálido y su expresión de desesperación me espabiló de inmediato.
—Algo le ocurrió al gran árbol... —fue como si lo hubiera gritado a kilómetros de distancia, un eco en la lejanía que se desvaneció en el aire. Pude comprender sus palabras, pero al instante otras se sobrepusieron a las suyas.
Un susurro del viento que traía un hechizo que no pude haber previsto jamás, la piel se me erizó y algo dentro de mí se rompió. Me desplomé en el suelo y lo ultimo que vi fue una silueta difusa de Isaac intentando detener mi caída.