Derek
Mi Luna se puso de pie y en el silencio de la sala, vi cómo extendía su mano hacia ese hombre desconocido. Algo en su postura, en la manera en que sus ojos brillaban con lo que parecía compasión, hizo que un instinto profundo en mí se despertara. Ese gesto no era casual.
Mi pecho se tensó de celos. El simple hecho de verla mostrando esa supuesta bondad hacia ese hombre hacía que algo oscuro en mí se revolviera. Pero no era solo eso. Observé cada detalle en su rostro, cada matiz en sus gestos. Yo la conocía mejor que nadie en esa sala, mejor de lo que ella probablemente podría siquiera imaginar, y no me engañaba. Esa bondad en sus ojos, esa piedad que parecía ofrecerle al desgraciado ese que estaba a sus pies, no era real. Era una actuación, una puesta en escena tan bien montada que casi me hizo dudar de mi propio juicio, pero al final yo sabía cuándo ella estaba mintiendo.
Llamé a uno de los guardias que estaban cerca de la mesa, haciendo un esfuerzo por contener el tono y mantener la calma.
—Llama a Aina. —Le di la orden en voz baja, sin apartar la vista de mi Luna.
El guardia asintió y se fue de inmediato, mientras mis ojos no se apartaban de la escena frente a mí. Observé con cautela cada movimiento que hacía Christal, cada mirada que le lanzaba al hombre mientras este intentaba sostenerse en pie. Sentí el peso de la tensión en la sala, los murmullos que se ahogaban apenas en susurros entre los presentes.
Aina llegó —Necesito que llames a Isaac —le dije en voz baja. Había algo que necesitaba saber cuanto antes.
Aina asintió y desapareció entre la multitud. Entonces volví mi atención a mi Luna. Noté cómo Grayson la miraba, cómo le hacía una seña para que lo siguiera. Y, para mi sorpresa —y mi irritación—, ella respondió a su llamado de inmediato, poniéndose de pie y siguiendo su dirección sin una sola palabra.
Los vi perderse en un pasillo oscuro, alejándose de la multitud. La forma en que Grayson caminaba con seguridad, sin siquiera voltear atrás para asegurarse de que Christal lo seguía, era casi un insulto en sí mismo. ¿En qué momento ella había llegado a este nivel de complicidad con ese imbecil? Yo sabía lo necesario sobre ese hombre para entender que no era alguien que se moviera por simple interés. Si él la llevaba a otro lugar, era porque algo más estaba ocurriendo.
Mi pecho se tensó aún más. ¿Qué estás haciendo mi Luna?
Antes de que pudiera decidir qué hacer, un guardia se acercó a nuestra mesa, dirigiéndose a mí y a Larisa, quien hasta ese momento había observado todo en silencio, pero con una expresión claramente turbada.
—El Consejo los espera —dijo el guardia, su voz grave y autoritaria.
Miré a Larisa por primera vez en la noche. Ella se veía tan confundida como yo, con una mezcla de preocupación y algo que no pude identificar del todo, pero que parecía rayar en el miedo. Sin decir palabra, me puse de pie y la seguí.
Mientras caminábamos detrás del guardia, mis pensamientos iban y venían en una maraña de dudas. Al entrar en la sala las miradas cayeron sobre mí, todos atentos a mi reacción. Al parecer esperaban que la muerte de Connor me afectara de alguna forma, cuando la verdad era que su muerte solo me beneficiaba.
No podía imaginar cuales serían los resultados de la investigación, el sujeto no me parecía lo suficientemente fuerte como para acabar con Connor y los guardias. Podría haber sido un idiota, pero cuando tienes esa facilidad de ganarte enemigos también debes tenerla para deshacerte de ellos.
Parece que encontró a alguien con quien no pudo lidiar, pero ese al que señalan no pudo haber sido. Casi puedo asegurarlo.
—Deshagámonos del culpable, eso es lo que todos desean —sugirió uno de los miembros del Consejo.