Capítulo 21

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Isaac

Estaba claro que faltaba luz, la manada seguía bien o al menos eso aparentaba. Derek había recaído, le lejanía de un alma gemela era veneno puro.

Sabíamos que ella estaba bien, debía estarlo, porque no podíamos permitirnos ir en su búsqueda por dos grandes razones.

Ella se marchó por su voluntad y no sabíamos si quería ser encontrada.

Larisa había prohibido el reclutamiento de guardias para su búsqueda. Teníamos que continuar con nuestras vidas como si nada hubiera ocurrido, como si ella jamás hubiera venido aquí junto a su hermana a iluminar la manada con su alegría.

Recuerdo cuando la vi por primera vez, era un poco menuda y de escasa estatura. No me impresionó mucho, no era de los que se maravillaban con el físico de una persona. Tengo presente el cómo intentaba conversar conmigo con sus curiosas preguntas que respondía escuetamente sin ánimos de conocer a nadie. Fui un iluso al creer que su encanto no me atraparía, que su bondad no me asombraría y que su valentía no me cautivaría.

Ni hablar de su hermana, tenía pocas expectativas de ella. Era lo mejor que podía hacer; esperar poco de la gente, así no me llevaba desilusiones, pero Rubí fue todo lo contrario... fue como una brisa fresca en verano, de esas que te reconfortan cuando más lo necesitas.

Ambas, aunque opuestas se asemejaban en la facilidad que poseían para hacerse amadas. Tal vez era la calidez que transmitían lo que hacía que desearas tenerlas cerca siempre, a lo mejor era el temple admirable que poseían o incluso su sabiduría que debía confesar era inmensa.

El ver a Rubí con los ojos brillando al encontrar una hierba entre mil que para mí lucían iguales, escucharla hablar sobre las propiedades de cada planta de un bosque por el que camine media vida ignorante de su potencial herbal. Era un privilegio puro haber sido testigo de una magia tan irreal y bella. Los cantos, los bailes que hacían, podía asegurar incluso que eran escuchadas por la tierra; que tenían una conexión. Conexión que pese a hacerme llamar guardián del bosque debido a mi raza con certeza sé que jamás llegara a ser de tal magnitud.

Era tanto el asombro que su magia producía en mí que incluso ser testigo de ella era suficiente para hacerme sentir intruso e indigno de su belleza. Presenciar el nacimiento del gran árbol que ahora mismo era lo único que le quedaba a la manada de nuestra Luna, que si la falsa Luna se atrevía a ordenar su tala sería el primero en oponerme incluso me encadenaría al tronco junto a Tyler.

Escuche la puerta siendo abierta —La Luna demanda su presencia en la oficina del Alfa —mire por la ventana, el reflejo del guardia fue claro en el cristal. Suspire antes de doblar y guardar el papel en un sobre.

—No estoy disponible para esas demandas en este momento —me puse de pie—, comunícaselo a Larisa y...—lo miré de arriba abajo con disgusto— regresa a cuidar el culo del anciano al que tienes por jefe, aquí en la manada Central hay suficientes guardias competentes, no necesitamos más estorbos del Consejo, gracias.

Sali de aquel edificio, la soledad del camino no me pareció extraña en absoluto. Llegue a la barrera y Jack; uno de los guardias de ahí me dio unas llaves.

—Buen viaje Señor Beta —asentí tomando las llaves de mi camioneta—, recuerde que el Consejo...—cerré los ojos y suspire.

—Lo tengo presente —sentí una mirada sobre mí, di la vuelta y vi al Alfa viéndome a través de la gran ventana de su oficina. Ambos nos despedimos con un asentimiento— ¿Alguna carta...?

El que me entregara una cantidad considerable me hizo sentir pesadumbre, todos deseaban su regreso porque la falta que hacia ella y su hermana era notoria. Conduje por el camino largo, estar fuera de las garras de la falsa Luna era un inmenso alivio. Me compadecía de Derek quien se llevaba la peor parte de todo.

No podía evitar imaginar en que estarían haciendo justo ahora y si nos echaban, aunque sea un poco de menos. Quizás ahora eran más felices lejos del Consejo, quizás volvieron a sus antiguas vidas en un pueblo alejado de nuestra existencia, que gracias al consejo se había convertido en un martirio, especialmente para nuestra Luna.

Deseaba por azares del destino encontrarme con ellas, incluso si no volvieran a casa, me importaba saber de ellas, pero era como si la tierra misma se las hubiera tragado. Aunque sabía exactamente quienes conocían su paradero, no era difícil adivinar, pero claro que la lealtad de una hermana hacia otra era inquebrantable. Eso me había quedado claro aquella ocasión días después de que se marcharan cuando fui de visita a la manada del Sur y me vi de rodillas frente a la Luna Asena pidiendo saber de ellas.

La determinación en su mirada fue evidente, mis suplicas no fundirían el temple de hielo de la Luna de esa fría manada.

—Los lobos conocen la lealtad de raza; esa que es por instinto, esa que le debes a un Alfa. Las brujas no le debemos lealtad a nadie, nosotras elegimos a quien serle leal —me miró atenta— y es por eso por lo que no obtendrás una respuesta de mi parte. Sé que te preocupas por ella al igual que los miembros de la manada, pero sabes que nada fue justo para ella...

El sol comenzaba a ocultarse convirtiendo en el cielo en un paisaje hermoso, me detuve frente a una casa que reconocía bien. Tome la bolsa en la que había metido todas las cartas y me acerque a tocar el timbre.

Lisa abrió la puerta al poco rato con unos guantes y tijeras de jardinería.

—Beta...—soltó a modo de saludo, por alguna razón sus ojos brillaban siempre que me veía y extrañamente eso quitaba un poco el desaliento que sentía—, pasa anda me atrapaste haciendo de jardinera hoy.

Negué con la cabeza de inmediato —Yo solo venía a... —levanté el bolso y ella asintió.

—Entiendo —tomo el bolso, saco una manzana de quien sabe dónde y me la entrego—, es de mi primera cosecha.

—Gracias...

No pude evitar notar la pena en su mirada —Sé cuánto la extrañan todos, no puedo decirte que volverá pronto porque ni si quiera se si lo hará —suspire y asentí.

—Solo quisiera...

Ella coloco su mano en mi hombro —Se que es lo que quieres, sé que es lo que sientes...Ve a casa —me aconsejo—, si ella debe regresar lo hará. Confía en mi cuando te digo que ella ama esa manada como su familia ¿Tu abandonarías a tu familia?

Mire al suelo recordando mi propia familia y el como soy una decepción para ellos, el que continuara hablando solo me hizo darme cuenta de que su pregunta era retorica.

—Ella jamás lo haría —aseguro.

—Eso quiere decir...

—Eso quiere decir que, aunque no este con ustedes jamás dejara de cuidarlos —se puso de pie así que imite su accion—, debes apresurarte antes de que Larisa se vuelva loca por tu ausencia.

Me guio hasta el umbral de la puerta y me despedí de ella con la mano para después conducir al martirio.  

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