Derek
Un mes después
Trato de concentrarme en el documento que tengo en frente pero el maldito sonido de los tacones golpeando el suelo me causan molestia.
—¿Puedes parar con ese maldito sonido? —avente los papeles al escritorio, desesperado.
Ella volteo a verme desde su escritorio por un segundo pero devolvió la mirada casi de inmediato; escritorio que había montado en mi maldita oficina sin mi maldito permiso, tenía el ceño fruncido absorta en el documento que tenía en la mano.
Me frote la cien frustrado —No pienso repetirlo —sentencie molesto, mi humor se había empeorado con creces desde lo que paso.
Tenía poca y nada de paciencia, me resultaba difícil hacer cualquier tarea por mínima que fuera. Lleve la mano al collar que desde que aquellas delicadas manos, con temor y anhelo de que regresara me colocaron aquel día. Por nada del mundo me lo quitaba.
—Lo lamento Alfa —volteo a verme mientras se acomodaba el cabello—, no imagine la cantidad de trabajo que habría...
—Ni si quiera es tanto —rode los ojos—, se supone que fuiste criada para esto ¿No es así? A esto viniste, nadie solicito tu presencia o ayuda, no esperaba nada de ti y aun así me estas debiendo. Haz lo que debes hacer, es todo —brame borde.
Ella guardo silencio y no respondió ninguna de mis palabras, solo vi sus ojos brillar llenos de lágrimas apunte de desbordarse, me reprendí mentalmente a mi L-lu... a ella no le habría gustado que me comportara de esta manera.
La idea de disculparme se me cruzo por la cabeza pero la descarte de inmediato, no le debo nada. Especialmente cuando es más que claro que lo que deseo es que se largue. Cuando salí del edificio líder y pase junto al gran árbol no pude resistir las ganas de posar mi mano sobre el tronco, recordando las palabras de mi Luna y nuestro bendito lazo.
—Alfa —Aina llamo mi atención, me gire en su dirección mirándola con una sonrisa. Había cambiado mucho, su característico atuendo de overol y botas fueron reemplazados por el uniforme enterizo de entrenamiento, cortó su cabello igual al de un hombre; pese a eso gracias a sus rasgos finos seguía luciendo bien, y una delgada cicatriz le surcaba el inicio de la ceja y acababa debajo de su ojo. Reemplazo su hobby del invernadero por entrenamientos sin descanso o fin, escalo puestos en la guardia de manera bestial hasta convertirse en aliada de Tyler, estando; en cuestión de capacidades, casi a la par de él.
Jamás se me habría cruzado por la cabeza ver avanzar tanto a la pequeña Omega y el haber estado presente en sus logros me inflaba el pecho de orgullo. Era la viva prueba de que aquí en Secreto de Luna somos más que los rangos que poseemos y al mismo tiempo... dolía...
Dolía porque sabía que todo su esfuerzo tenía nombre y título, sabía que todas las madrugadas lloraba de rodillas frente al báculo culpándose por no haber podido hacer algo por la mujer que por ella... hizo mucho.
Dolía porque yo...me sentía igual.
—¿Si, qué pasa?
—Le traigo el informe del avance de los novatos —me lo da en la mano y suspira posando la mano sobre el tronco. Se había convertido en una costumbre ya, era como si todos buscáramos un contacto con ella nuevamente y lo encontráramos aquí en este árbol que nos dejó—, pensé en dejarlo en la oficina pero...—asentí comprendiendo exactamente lo que quería decir, evidentemente no confiaba en la estirada que estaba en mi oficina.