20: Aviones

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Capitulo: 20
Aviones

Zippy me mira con circunstancia. Como si fuera yo la mentirosa.

—¿En serio la creéis a ella? —pregunto enfurecida.

Todos mirando hacia el suelo.

—Vale, me parece perfecto —digo.

Los esquivo a todos hasta llegar a la puerta y ahí es cuando paso por al lado de Olivia regalándole una pequeña racha en el hombro. Estoy poco aconstumbrada a ser así, pero la impotencia hace que rompa las estadísticas de mi comportamiento.

Cuando voy bajando las escaleras escucho como Zippy me llama pero le hago la peseta sin ni si quiera girarme. Corro hasta el coche de mi padre por si a alguno se le ocurre la mala idea de seguirme.

¿Creyendo a Olivia? ¿Una chica que me odia desde que me vio? Una rebelde sin límites que puede hacer cualquie cosa.

Y aunque no la creyeran ¿de que me vale? Si quiera se preocuparon por venir a ayudarme cuando vieron que no estaba.

Mi padre arranca el coche pero en dirección contraria.

—¿Papa...? Por ahí no se sale a la autopista.

—Lose hija, estoy viejo pero no tanto.

No puedo evitar reírme pero mi cara no deja de ser circunstancial.
Apoyo mi cara en la ventanilla y me dejo llevar.

Cuando pasan unos minutos nos encontramos al lado del aeropuerto. Esta cerca del pueblo, de hecho diria que un poco más y estaría justo en medio. El ruido de los aviones no me deja dormir por las noches.

—Papa... ¿Qué hacemos aquí? —le pregunto con un hilo de voz un poco inestable.

—Aquí venía cuando era pequeño —dice aparcando el coche en medio del descampado.

Cuando termina, se baja y me lanza una mirada para que lo siga.

Los leves rayos de luz que quedan del atardecer nos alumbran por el sendero hasta llegar a unas altas hierbas altas, se igualan a la altura de mi padre.
Este mismo las abre y las desplaza a los lados obteniendo el paso y dejándome a mi un caminito por donde seguirle.

En un abrir y cerrar de ojos nos encontramos en el final del aeropuerto, en el final de la pista, donde los aviones se despliegan hacia el cielo y las ruedecillas se introducen para adentro.

Estamos en ese preciso sitio, donde un centímetro más y podríamos morir atropellados por un avión.

—Y... ¿Y esto? —digo en un balbuceo.

—Me fascinaba venir aquí —dice tendiendo una toalla que traía en la mano.

Luego se sienta encima de ella y espera al siguiente avión.

—Yo que tú... me sentaba si no quieres que te choque en la cabeza —dice en un tono burlón.

Supongo que es una broma pero por si acaso me siento a su lado.

—Alessia... Yo nunca te voy a obligar a nada. Pero como padre que le gusta pasar tiempo con su hija, me gustaria que te quedases conmigo como dice la custodia, aunque sean solo los fines de semana —dice mientras que espera al siguiente avión.

Me quedo mirándole, viendo como sus ojos desprenden un brillo que nunca he visto antes.
Su mirada acogedora me hace pensármelo por un segundo. Me está invitando a su vida, a que esté con él. Aún habiendo reformado su nueva rutina me está queriendo decir que sigue y seguirá contando conmigo siempre. Y yo no soy capaz ni de agradecérselo.

Cuando estoy apunto de darle una respuesta me corta.

—Mira Alessia ahí viene...

Su dedo me hace mirar a donde señala.
Un lejano avión comienza a ponerse en marcha.

Los motores se escuchan desde aquí y veo como se aproxima a nosotros lentamente.

Cada vez más cerca, cada vez más grande.

Estamos frente a una valla que separa la pista del descampado. Pero aún así esto es demasiado impactante. La valla es es trasparente y se ve como si no hubiera nada.

El avión se acerca cada vez más.

Más

Más...

Los motores se escuchan cada vez más fuerte y me hacen taparme los oídos.
El avión comienza a inclinarse hacia arriba y las ruedecillas se introducen.

Y de repente el sonido del despeje pasa por encina de nuestras cabezas.
El avión ha pasado tan cerca que nos ha despeinado.

Mi corazón va a mil pero he de decir que; ha sido una tremenda pasada.

—¡Dios mio, que guay! —grito emocionada.

—¿Has visto eh? Yo me pasaba horas aquí de pequeño. Siempre ha sido un sitio especial para mi y que... ojo, que pocos conocen.

—¿Podemos quedarnos hasta el próximo, por fiiii? —pregunto haciendo pucheros.

—¡Claro hija! Sabia que te gustaría —me dice con una dulce sonrisa.

—Gracias, Papa. Te quiero —le contesto al ver su cara llena de ilusión.

No sé, si os habéis dado cuenta pero, las personas que nos rodean o incluso nosotros mismos nos montamos en aviones constantemente.
Aterrizamos en las vidas de las personas para luego algún día despegar y dejarlas solas.
Ni os imagináis la de aviones que han pasado por mi vida.
Muchos.
Y ningun avión a vuelto con los mismos pasajeros.

—Y yo hija... Por cierto. ¿Qué es eso que ibas a decirme? —interrumpe la voz de mi padre los pensamientos que circulaban por mi cabeza.

Me quedo pensando un momento.

Le iba a decir la respuesta de mi decisión.

Algo que acabo de decidir sobre mi destino.

Wild Things [ Español ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora