38: Sospecha

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Capitulo: 38
Sospecha

Después de un día duro de instituto mi padre me recoge y vamos camino al pueblo. Mi madre no se ha molestado ni en verme.

Llegamos y suelto la mochila en el cuarto para luego bajar a comer.

El almuerzo se hace algo incomodo ya que mi padre y Mariasa no paran de hablar mientras tanto yo y Chantel hacemos todo lo contrario, no intercambiamos palabra alguna, ni un mísero saludo desde que me vio llegar.

Hay a veces que la he pillado mirándome pero cuando se percata me rehuye la mirada con un tono triste en su rostro, algo que me confunde. Me hace pensar que no se siente bien con lo que pasó, pero entonces ¿por qué lo hizo?

Todos terminamos de comer y Mariasa y papá se quedan limpiando los platos, Chantel dice que se marcha con los chicos y eso me deja pensando en Olivia.

Ella está en el mismo instituto que Chantel por lo que salen un poco antes que yo. A Chantel el instituto del pueblo le pilla un poco más lejos pero a Olivia le queda al lado de su casa, por lo que me hace pensar que estará a punto de llegar.

Subo corriendo a mi habitación y la espero al lado de la ventana mientras que observo a los aviones despegar y aterrizar como entretenimiento.

Parezco Julieta esperando a Romeo.

Hasta que por fin el sonido de sus zapatos en la pared me avisa de su llegada, salgo a la azotea para recibirla.

—¿Nos vamos? —dice con un gesto con la cabeza.

No se porqué pero el corazón me va a mil por hora desde que la he visto llegar.

Salgo y cierro la ventana despacio para que mi padre no la escuche, luego bajamos con cuidado y comenzamos a andar por la calle sin rumbo alguno.

Caminamos hasta llegar a la parte baja del pueblo, donde yo nunca antes había estado, nos sentamos en un banco con un supermercado atrás que me da la tentación de entrar y comprarme un dulce, pero aún así evito decirlo porque Olivia se ha sentado directamente.

—¿Que le has dicho a los chicos? —pregunto por curiosidad.

—Que tenia que ir al médico.

Frunzo el ceño, me resulta rara la excusa, son sus amigos saben perfectamente cuando le pasa algo o no.

Ella me mira como si pudiera leerme la mente y me extiende los brazos remangándose las mangas.

Cuando observo lo que me enseña me quedo de piedra y el corazón me da un vuelco doloroso. Sus muñecas están todas rajadas y en las palmas tienen las mismas heridas que yo.

No me lo puedo creer.

—Tengo que ir al médico cada dos por tres para que me recetan las pastillas de la depresión y para que me vigilen las heridas.

—¿Por qué? —pregunto mientras le acaricio suavemente las muñecas.

—Demasiados problemas para no saber afrontarlos.

Se baja las mangas y luego agarra mis manos abriéndomelas y mirando mis heridas, muy parecidas a las suyas.

—Pero tú no seas tan cobarde como yo —luego me entrelaza sus dedos con los míos y me termina agarrado la mano—

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—Pero tú no seas tan cobarde como yo —luego me entrelaza sus dedos con los míos y me termina agarrado la mano—. Tienes que ser fuerte y que nada te supere.

Me quedo observando su mano y la mía agarradas, pensando en la imagen tan bonita que hacen juntas, pero a la vez tengo un gran nudo en el pecho al saber que Olivia se ha intentado quitar la vida varias veces, yo ahora no podría imaginarme un mundo sin ella, no sé porqué ella no piensa igual, debería valorarse un poco más.

O verse a través de mis ojos, se vería perfecta.

—¿Cómo sabías lo de mis heridas? —pregunto.

—Me lo dijo mi hermano, además comenzaste a sangrar en casa de Robert.

¡Es cierto! Zippy lo sabía desde un principio, de hecho tuvimos una conversación donde quiso ayudarme dándome cuenta de que entendía mucho sobre este tema y ahora se el porqué.
Es porque su hermana ha pasado por esto y se le fue de las manos, por eso Zippy estaba tan preocupado por mi, no quería que me pasara lo de Olivia, llegar a ese límite.

Olivia parece darse cuenta de mi rostro preocupado y desconcertado y cambia de tema rápidamente.

—¿Tienes hambre? —me pregunta levantándose.

Yo asiento haciendo el mismo acto que ella.

—Vamos a robar algo —dice con toda la tranquilidad del mundo.

Ella comienza a caminar aunque yo le intento cortar el paso con los ojos abiertos como platos, no me creo lo que acaba de salir de su boca.

—¿Perdona? ¿ROBAR HAS DICHO? —digo gesticulando demasiado por los nervios.

—Si, vamos al súper de ahí y robamos algo, yo también tengo hambre.

—No, es que no voy, me niego —digo cruzándome de brazos.

Ella rueda los ojos y me copia la compostura.

—Si te pillan, corre -insiste en intentar convencerme.

¿Cómo puede estar tan tranquila?
Si ella está acostumbrada a hacerlo, pues adelante pero a mi que no me arrastre a sus típicas aventurillas de adolescente rebelde.
Yo desde luego que no puedo hacerlo, y menos teniendo a una madre policía.

—Tia, que no —digo volviéndome hacia el banco.

Pero ella me agarra del brazo, impidiéndome el paso.

—Cuéntame... ¿Qué se supone que le vas a contar a tus nietos el día de mañana? Cuando te pidan que le cuentes algunas de las historias que vivías de pequeña. Que yo sepas tienes dieciséis años y lo único que has hecho es estudiar, aprender y seguir estudiando. Venga ya Alessia no te has separado de un libro en tu vida, no has vivido ¡nada! No has salido a la calle nunca, ni te ha pasado nada interesante.

La verdad con la que me inunda los oídos me duele, pero lleva toda la razón. No he tenido nunca amigos, ni un novio con el que salir y vivir cosas, tampoco las he vivido sola porque mi madre me tenía encerrada en un cuarto.

—Además Alessia ¿Qué tienes que perder? Que yo sepa nada. Tu madre pasa de ti, tu padre ya tiene otras ocupaciones... Y ni si quiera estas estudiando algo que te gusta... Estas perdiendo el tiempo.

Y es aquí cuando la lágrima que me cae por el rostro me demuestra de que las verdades duelen.

Pero que de ellas se aprenden.

Wild Things [ Español ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora