Capítulo once

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[...]

¿Al mal tiempo buena cara?

[...]


—¿Hanna me estás escuchando?

La mujer pestañeó al escuchar la voz que reclamaba su atención.
Abrió los ojos intentando averiguar qué era exactamente lo que se había perdido.

—¿Qué?, oh sí, claro.—Hizo rodar el bolígrafo sobre sus dedos mientras enderezaba su espalda en aquel asiento.

Observó como su amiga ponía ambos brazos en jarra, agarrando sus caderas indignada al final del pasillo del economato. —Sí seguro. Pedazo de mentirosa.— sin más comenzó a colocar las latas en la estantería correspondiente.

—Joder perdón. Hoy estoy un poco espesa, no pude dormir bien anoche.—La mujer de piel negra pasó sus manos por su rostro intentando despejar su aletargo.

—Ya veo. Desde ayer pareces otra. ¿Seguro que estás bien?.

—Sí, ya te dije que estoy bien. ¿Qué me estabas diciendo?.

—Te hablaba otra vez de la nueva mascota de Tomlinson. ¿Cuántos conejillos de indias ha tenido ya?. ¿Crees que este será el definitivo?.

—No lo sé Mary.—Respondió antipática—Estoy hasta el coño del nuevo, no he escuchado otra cosa desde que llegó.

—Joder hija, que fina eres, de verdad.

—Lo siento, lo siento.—Se disculpó— Es que... todo esto me pone de los nervios.

—Oye, no pagues tus frustraciones conmigo y apunta ahí que la última estantería de conservas ya está recargada.

La muchacha sostuvo el bolígrafo mientras dejaba la mirada varada en la nada de nuevo.

—¡Hanna!.

—¡Joder es que no puedo centrarme en nada ahora mismo!.—Con el bolígrafo golpeó la mesa y después llevó las manos a su espesa cabellera de rizos salvajes.

La mujer de una edad bastante superior a la de Hanna dejó las latas a un lado y cruzó todo el pasillo para llegar hasta ella.

—A ver, ¿qué te pasa?. Si es por lo de ayer no te preocupes, está ya todo solucionado.

—No Mary, lo de ayer me preocupa y bastante, pero es que no solo es eso, ¿dime qué cojones pinto yo aquí contando latas de putos melocotones?. Puedo ser mucho mas útil, puedo ayudar en cualquier otra cosa que no sea ¡estar aquí sentada apuntando que la señora Cindy se ha llevado un paquete de harina para hacerle putas galletas a sus hijos endemoniados!

—Ey ey...

—¡Esos mocosos me tienen harta, corren todo el día por el pueblo, tiran piedras a las puertas y son unos insolentes de mucho cuidado!, a la mínima que me los encuentre te juro que les agarro del cuell...

—¡Hanna!—Gritó la mujer de mediana edad haciendo que la muchacha se quedara con los brazos en alto imitando gestos poco éticos con sus manos.

La chica se quedó paralizada. Relajó su rostro y bajó sus brazos.—Me he pasado ¿verdad?

Mary sonrió remarcando las arrugas al borde de sus comisuras. Después se agachó y agarró las manos de la joven.

—Perdón Mary, es que... estos días estoy atacada de los nervios.—Agachó el rostro rascando su frente.

—Cariño, es normal.—La mujer de pelo canoso acarició el vientre abultado de Hanna.—Esto precisamente no ayuda, sabes.

La joven miró su propio vientre. Era increíble como había adaptado una forma tan redonda en tan poco tiempo.
Acarició su propio abdomen, mientras fijaba una mirada atemorizada, pero a la vez compasiva. También se podía leer algo de arrepentimiento e incertidumbre y muy al fondo puede que algo de felicidad.

𝚃𝚑𝚎 𝚠𝚘𝚛𝚕𝚍'𝚜 𝚗𝚘𝚝 𝚜𝚊𝚏𝚎 𝚊𝚗𝚢𝚖𝚘𝚛𝚎 ᴸᵃʳʳʸ ˢᵗʸˡⁱⁿˢᵒⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora