Capitulo treinta y dos

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[...]

«Hay almas a las que uno tiene ganas de asomarse, como una ventana llena de sol»

Federico García Lorca

[...]

La tranquilidad del amanecer hizo que ambos cayeran rendidos en aquella cama con olor a ropa vieja y polvo. No importaban las circunstancias, no importaba que la casa oliera a cerrado y la madera podrida formara gran parte de la construcción; no importaba el deterioro de los muebles, no importaba que la cama fuera de un desconocido putrefacto al que habían matado horas atrás. No importaba nada de eso cuando Harry compartía la misma cama con Louis. Tomaban una distancia prudente el uno del otro, eso sí. Quizás fue el agotamiento del último polvo. Louis tan solo recordaba dejar caer la cabeza sobre su almohada y tener a Harry a su lado. Sentir las piernas del rizado entrelazadas a las suyas, demasiado cansadas como para moverlas un solo milímetro.

Louis no recordaba haber dormido tan bien desde hacía años. Al igual que Harry. No hubo ningun tipo de pensamiento intrusivo, pues los dos estaban demasiado agotados como para pensar.

Quizás el sueño duró poco. Pues la puerta se abrió de un golpe, haciendo que ambos se incorporaran a la vez. Pensaron que su vida quizás podía correr peligro. Sin embargo, era Hanna quien se mantenía completamente inmóvil en el marco de la puerta, y tras esta, el rubio.

La cara de Hanna cambió drásticamente al ver a los dos hombres desnudos. Su mandíbula casi tocó el suelo.

-Oh... por... Dios...

Harry estaba seguro de que si Hanna hubiera tenido una cámara a mano hubiera inmortalizado aquel momento.

Instantáneamente, el rubio tapó los ojos de su novia.

-No hemos visto nada. Buenos días- Tras aquello, cerró la puerta de un portazo.

Harry se dejó caer en la cama nuevamente. Con un poco de suerte podría tragarle. Suspiró y pasó ambas manos por su rostro. Mientras tanto, Louis reía.

-Si me hubieras dejado hacer la guardia, esto no hubiera pasado.-Sé quejó el rizado.

-¿Acaso te retuve en contra de tu voluntad?, porque creí que anoche te lo estabas pasando francamente bien.

-No me diste otra opción.

-"¡Ah, sigue Louis!"- imitó el mayor los gemidos del rizado, cerrando sus ojos y moviendo sus caderas.

Al instante, Harry golpeó su brazo con fuerza. Louis acarició el golpe entre carcajadas.

-Eres insufrible.

Tras aquello, el más joven bajó de la cama para buscar su ropa. Mientras tanto, Louis admiraba la imagen de Harry. Completamente desprovisto de ropa. Su piel tersa brillaba a contraluz y una sonrisa no se borraba del rostro del mayor. Le gustaba compararlo con una imagen celestial, como esas que se solían ver en las iglesias antes del fin del mundo.

Admiró cada movimiento. La longitud de su pelo cayendo por sus hombros y espalda. Recorrió la piel tersa desde la frente hasta la punta de los dedos de sus pies.

También se percató de los movimientos lentos y adoloridos de Harry. Podía jurar que él tenía algo que ver con aquello.

-¿Un antiflamatorio, Harold?-Sé mofó aún recostado sobre la cama. Harry pensó que quizás aquellos ojos burlones brillaban un poco más de lo habitual.-¿Un ibuprofeno, paracetamol...?

Las mejillas del rizado se ruborizaron al instante. Agachó su cabeza al suelo, con el ceño fruncido mientras apretaba la ropa entre sus manos.

-¿Qué tal un puñetazo en los huevos?. Ha sido tu culpa.

𝚃𝚑𝚎 𝚠𝚘𝚛𝚕𝚍'𝚜 𝚗𝚘𝚝 𝚜𝚊𝚏𝚎 𝚊𝚗𝚢𝚖𝚘𝚛𝚎 ᴸᵃʳʳʸ ˢᵗʸˡⁱⁿˢᵒⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora