Cap. 29. Primer Volumen; EN NUESTRO REINO

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     "Señor, ¿han traído a un niño descalzo, con la cabeza rapada?", "Señor, ¿tiene un chico con retraso mental aquí?", "¿Con catorce o quince años, descalzo?", "Señor, le debieron de enviar ayer, no tiene apellido, se llama Xiao Di..."

     A la mañana siguiente, salí a buscar a ese pequeño idiota por todo Taipei. Primero fui a la comisaría del tercer distrito, luego a la del cuarto y finalmente a la Jefatura Superior de Policía, pero no pude averiguar su paradero, así que, mi última esperanza era el Hospital Psiquiátrico de Taipei. La enfermera de recepción no me dejaba entrar a las salas, solo me permitió mirar desde fuera de las rejas. Me dijo que solo había dos pacientes adolescentes, pero que habían ingresado hacía más de ​​tres meses. Salió uno de ellos, un chico gordo, con la cara llena de granos, de unos dieciséis o diecisiete años, que llevaba unas gafas con la montura de carey y vestía una bata verde de hospital. Parecía un sonámbulo andando con sus gordas piernas de cerdo estiradas.

     "No es éste, ¿verdad?", preguntó la enfermera en voz baja mientras señalaba al chaval.

     "No... señora... es un chico delgado de piel clara cuya cabeza está afeitada como la de un monje".

     Para el mediodía, se comenzaban a sentir los efectos de la tormenta en Taipei, a medida que el viento se hacía cada vez más fuerte. Las altas palmeras a ambos lados de Ren'ai [1] estaban siendo golpeadas con tanta fuerza que muchas de las ramas se rompieron y cayeron sobre la calle, donde rodaban lastimosamente. Un poste telefónico en la zona sur de la calle Hangzhou había volcado en un ángulo de cuarenta y cinco grados, y un manojo de cables sueltos rozaba el suelo. La policía de tráfico tocaba el silbato para dirigir a los vehículos hacia un desvío. Los peatones se tambaleaban en la acera. El paraguas de plástico con flores de una mujer salió volando por los aires, elevándose y balanceándose en el viento como una cometa sin cuerda. Después de un breve aguacero torrencial, la carretera sur de Chongqing estaba completamente inundada, se había creado un pequeño río de agua turbia y amarillenta que serpenteaba a lo largo del asfalto. Los letreros de las tiendas a ambos lados de la calle Hengyang y de la carretera Chengdu, consternados por el viento, temblaban al unísono. El rótulo de 'Da san yuan'[2] había sido derribado, el marco de chapa cayó sobre el asfalto con un sonido estridente. Subí al autobús de vuelta a Ximending, pero cuando llegué allí descubrí que el 'Carruaje de plata' había estado cerrado todo el día. Tenía hambre, pero los bares de los alrededores del distrito estaban todos cerrados. Me dirigí a contra viento hacia la calle Wuchang, con la esperanza de encontrar algunos puestos de comida abiertos. Algunos vendedores de frutas recogían el género y empujaban sus carritos para llegar a casa temprano. En ese momento, una fuerte ráfaga de viento les obligó a agacharse al mismo tiempo, tratando desesperadamente de sujetar sus carros llenos de melones y guayabas. La última vendedora en irse fue una mujer joven y menuda cuyo cabello volaba por todas partes. Su falda roja se infló, dejando al descubierto sus pantorrillas blancas como la leche. Su carro estaba repleto de tomates [3] rojos brillantes. La mujer se inclinó hacia delante, con los hombros apoyados contra el carro, pero su frágil cuerpo no era rival para el viento, que la empujó hacia atrás y cayó al suelo. El carrito se tambaleó de un lado al otro y una docena de caquis acabaron también en el suelo, donde rodaron. Me apresuré y agarré las manijas del mismo para estabilizarlo, mientras ella se ponía de pie. Cuando vio sus caquis por todas partes, algunos de los cuales incluso habían rodado por la cuneta sucia, suspiró con tristeza:

     "Ay".

     Se recogió la falda, se agachó para recoger los caquis esparcidos, uno por uno y los metió en su falda. Después de limpiar la tierra de las piezas que estaban intactas, las volvió a poner en el carrito, dejando cinco o seis que se habían abierto y rezumaban jugo. Cogió el más grande y me lo entregó, diciendo:

HIJOS DEL PECADO (Crystal Boys)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora