Cap. 31. Primer Volumen; EN NUESTRO REINO

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     Emily tocó tierra alrededor de las diez en punto de la noche, y todo Taipei pareció aullar. Las imponentes palmeras de Parque Nuevo volaban de un lado al otro como si fueran un grupo de lunáticos fugados de un manicomio; agitando sus cabezas, con el cabello despeinado, balanceándose salvajemente mostrando sus dientes y sus garras. La lluvia torrencial llegó galopando sobre el viento, disparando ráfagas como flechas en todas direcciones, rápidas un momento, lentas al siguiente. En medio de la tormenta me metí en el pabellón del centro del estanque de lotos, y me senté en el banco junto a la ventana. Me quité los zapatos llenos de barro y, empapado de la cabeza a los pies, comencé a charlar mientras el viento aullaba, sintiendo frío por todo el cuerpo. Había mucho ruido a mi alrededor, pero me quedé sentado en el banco, descalzo, con las piernas cruzadas, sintiendo un extraño silencio en mi interior. No quería volver a la pequeña cueva de la calle Jinzhou, esa guarida en una noche como esta sería sofocante. Entonces, en esta noche tormentosa y azotada por un tifón, con la desesperación llenando mi corazón, corrí de vuelta a nuestro reino, al menos en esta porción de tierra protegida por la oscuridad, mi desesperación pudo encontrar un atisbo de esperanza.

     Parecía haber sombras oscuras moviéndose en cada esquina del estanque. Probablemente eran de nuestros compañeros que, como yo, habían venido a nuestro oscuro reino para pasar la noche del tifón. ​​De repente, una figura alta apareció de la nada en el otro extremo del estanque, caminando por los escalones, luchando contra el viento. Su impermeable blanco ondeaba en el viento. Reconocí ese esbelto cuerpo de pasos tambaleantes: el Dragón, Wang Kui Long. En una noche tan tormentosa y oscura, ¿sería posible que no pudiera encontrar paz en la antigua residencia oficial de la zona este de la calle Nanjing que le dejó su padre, y atravesara las dos puertas de hierro para regresar corriendo a nuestro viejo nido? ¿Qué andaba buscando? ¿Realmente había venido a buscar a su Ah Feng, su fénix salvaje? La muerte de Ah Feng hacía tiempo que se había convertido en parte de la leyenda del parque, volviéndose cada vez más misteriosa y fantástica con cada año que pasaba. A los chicos de la calle Sanshui les gustaba decir tonterías sobre un hombre vestido de negro que, a menudo, en las noches lluviosas, a parecía junto al estanque de lotos y agarrándose el pecho, lloraba. Decían que era Ah Feng, quien, apuñalado en el pecho, llevaba años sangrando. Señalaban unas manchas oscuras en los escalones y decían: 'Son restos de sangre que dejó Ah Feng en aquel entonces. Ni la lluvia de tantos años ha podido borrarlos'. Aquella noche en que Wang Kui Long me llevó a su residencia oficial de Nanjing, cuando nos acostamos desnudos en la cama, hombro con hombro, estiró sus manos huesudas en el aire y me confió que, durante los años que había estado exiliado en el extranjero por culpa de su padre, había vivido en el ático de un edificio en la calle 72 en Manhattan, Nueva York, de donde salía a altas horas de la noche para deambular por las calles y callejones de la ciudad, vagando errante de un lado a otro, en aquel laberinto de damero [1] que son las calles de Nueva York, en busca de los chicos de la noche, persiguiéndoles en la vasta oscuridad de Central Park. Dijo que Central Park era una docena de veces más grande que el Parque Nuevo de Taipei, que el follaje era una docena veces más denso y que había una docena de veces más sombras oscuras entre los árboles. Pero, ¿había tifones en Nueva York? De repente sentí curiosidad, ¿habrá noches tan oscuras y tormentosas? Wang Kui Long me dijo que allí nevaba, y que cuando lo hacía, los árboles de Central Park se cubrían con un manto blanco, convirtiéndolos en enormes apariciones vestidas de blanco y que, incluso en las noches de nieve, todavía había algunos fantasmas errantes en el parque, deambulando por el bosque nevado. Me habló de esa Nochebuena cuando se encontró en la entrada del parque a Coloso, el niño puertorriqueño hambriento y tembloroso que llevó a casa con él y le preparó una taza de chocolate caliente. El chico tenía unos ojos sorprendentemente grandes y en el pecho, una cicatriz de un rojo brillante del tamaño de una taza de té. Cuando Wang Kui Long salió de un pabellón en la esquina del estanque, noté a alguien más a su lado, una persona bajita y delgada que cojeaba mientras trataba de mantener el ritmo. Reconocí ese modo de andar: era Xiao Jinbao [2], de la calle Sanshui, un pequeño discapacitado, que tenía los dedos de su pie derecho torcidos hacia adentro, por lo que usaba la parte externa de su pie para andar. Normalmente no se atrevía a mostrarse en el parque, solo a última hora de la noche o durante una tormenta, cuando estaba deshabitado, y se escabullía de detrás de uno de los arbustos, cojeando, sus ojos moviéndose de un lado a otro, como un ciervo asustado. El Dragón abrió su impermeable blanco y lo envolvió alrededor del delgado cuerpo de Xiao Jinbao. Las dos personas, una grande y otra pequeña, se transformaron rápidamente en una sombra blanca que desapareció en la oscuridad de la noche tormentosa.

     Y yo me quedé solo donde estaba, en el banco del pabellón, acurrucado con los pies descalzos, esperando en silencio entre el rugido del viento, hasta que la noche se hizo más profunda y la lluvia más intensa, y una enorme figura hinchada, empapada de agua, apareció en el pabellón, cayendo sobre mí, lenta y torpemente, pero con una presencia agresiva.




Notas de la traductora:

[1] Tablero en el que se juega a las damas y/o al ajedrez.

[2] Proviene del chino, 小金宝. Significa, "pequeño tesoro de oro, o pequeño sello dorado". En la versión inglesa le llaman así, "Golden Treasure".

HIJOS DEL PECADO (Crystal Boys)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora