La calle Kenan, cerca del antiguo aeropuerto, estaba bordeada a ambos lados por puestos de sandías, por lo que el suelo estaba cubierto de cáscaras y semillas. Los trozos de carne roja de la fruta podrida atraían hordas de moscas. Con el sol golpeando sin piedad, el suelo repleto de sandía podrida despedía un olor dulzón repugnante. Mi madre vivía en una casa, de este barrio marginal de chabolas, ubicada al final de la calle Kenan, en uno de los edificios más extraños que había visto en mi vida: una estructura de cemento de dos pisos que quedó de la ocupación japonesa, con paredes gruesas y sólidas, sin ventanas, con tan solo un pequeño tubo oscuro que servía de chimenea. Era de un gris feo, como una fortaleza abandonada, aunque aparentemente había sido utilizada para alojar a las tropas japonesas. Entré en el edificio y subí la escalera torcida de cemento, girando en la oscuridad como si me estuviera adentrando en un agujero negro. El lugar no solo estaba oscuro, sino que tenía el olor húmedo a moho de un refugio antiaéreo. Me preguntaba cuántas familias podrían vivir en este edificio de varios pisos, porque aunque podías escuchar los sonidos de las peleas, los juramentos de los adultos y el llanto de los niños, el lugar estaba tan oscuro que todo lo que podía ver eran sombras, sin rostros.
Aferrándome a la barandilla de cemento, subí a tientas hasta una puerta abierta del último piso, donde una anciana estaba sentada en un taburete bajo, profundamente dormida. Llevaba una camiseta interior de algodón desteñido, que revelaba un cuello tan arrugado como la piel de un pavo. Su cabello estaba recogido hacia atrás en un pequeño moño a la altura de la nuca, mientras que las entradas de la frente estaban plagadas de manchas rojas donde había estado el pelo antes. Parecía que la piel de su frente se había desprendido para revelar una capa de carne rosada fresca.
"Obasan, ¿está Huang Lixia?", le pregunté mientras me quitaba las gafas de sol.
"¿Eh?, ¿quién?", respondió con voz ronca mientras sus ojos se abrían de golpe.
"Huang Lixia. A-li".
En lugar de responder, se aclaró la garganta y escupió ruidosamente en el suelo, luego me miró con el ceño fruncido y señaló una de las habitaciones del interior. Entré, recorrí un pasillo de ladrillos rojos hasta llegar al dormitorio que estaba cubierto por una cortina de lona de color ocre. La eché a un lado y miré adentro, pero no pude distinguir nada, excepto el tenue rayo de luz que entraba a través de la cortina. Me abrí paso a tientas hacia la calurosa habitación, donde me encontré con un horrible olor a rancio, como si un animal muerto se estuviera pudriendo.
"Madre...", llamé en voz baja.
Me quedé inmóvil por un momento, hasta que mis ojos se acostumbraron a la penumbra, y pude vislumbrar una cama debajo de una mosquitera en medio de la habitación, y lo que parecía ser alguien acostado en ella. Me acerqué y repetí de nuevo frente al cabecero:
"¿Madre?, soy yo, A-qing.
- ¿A-qing?, ¿eres tú?"
En efecto, era la voz de Madre, aguda y temblorosa, la que emergió de la oscuridad. Se oyó un crujido y luego un clic, cuando la lámpara se encendió emitiendo una sutil luz amarillenta. Madre estaba acurrucada en la cama, acostada de lado, envuelta en un abrigo de lana negro, y un edredón de algodón, cubierto con una funda de lino floral, alrededor de sus piernas. Su cabeza estaba profundamente presionada contra una almohada que estaba rodeada por montones de pañuelos amarillos. La mosquitera que colgaba del techo estaba tan sucia que parecía que había sido cosida con un montón de trapos viejos. Cuando me moví hacia el cabecero de la cama, ella giró la cabeza para mirarme, me sorprendió mucho lo irreconocible que estaba; lo que una vez había sido una cara redonda de bebé era ahora una rostro cadavérico, con las mejillas y las cuencas de los ojos horriblemente hundidas, bajo los protuberantes pómulos, sus ojos grandes y encantadores eran ahora dos agujeros profundos y oscuros en su cara, y el área alrededor de ellos estaba tan descolorida que parecía ser un moretón enorme. Su piel era cerosa y había dos emplastos negros, grandes como el pulgar, pegados a sus sienes. Su largo cabello negro estaba todo enmarañado por mantenerse tumbada en la cama durante tanto tiempo. Sus dedos huesudos parecían garras, fuertemente curvados hacia adentro. Su figura una vez bonita y seductora, enterrada bajo toda esa voluminosa ropa de cama, se había convertido en el cuerpo marchito de una niña. Extendió una mano larguirucha y me agarró por la muñeca. Su voz se volvió más lastimera que nunca cuando dijo con urgencia:
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HIJOS DEL PECADO (Crystal Boys)
Romansa---- La primera novela gay asiática moderna ---- Traducción al español de la novela 孽子 ("Nie Zi"). Más conocida por su nombre inglés, Crystal Boys. Autor; Pai Hsien-Yung (白先勇). Año y lugar de publicación; 1983, Taiwán. Contenido: PRELUDIO: DESTIERRO...