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Tener sexo dentro del auto de un cliente no es para nada ético, pero Jimin no conocía la prudencia.

Se encontraba recostado en un mueble de cuero antiguo, desnudo, donde lo había dejado el menor después de dos rondas agotadoras.

Sus piernas se sentían frágiles y no tenía intensiones de mover un solo músculo.

Jungkook limpiaba el asiento trasero del auto con cautela, dejando todo perfecto nuevamente. Al terminar se lavó las manos, fue por paños húmedos y una toalla.

—Esto es lo que no me gusta de terminar dentro de ti.—confesó limpiando el cuerpo de Jimin quien había descubierto su gusto por ser atendido y la predisposición de Jungkook a hacerlo con devoción.

—¿Qué es?—preguntó curioso al ver el ceño fruncido del menor.

—¿No te sientes pegajoso? Debe ser incómodo para ti. Además, esto te causa problemas estomacales en algún momento, pero sigues insistiendo en que debo hacerlo así.

El pelirosa comenzó a cerrar los ojos, cediendo al sueño que por cansancio había llegado a apoderarse de él.

—No te duermas, aún no termino de limpiarte y debes cambiarte o tendré que abrir el taller con un tipo desnudo en mi sofá.—se quejó escuchando la risa adormilada de Jimin.

—Bien.—respondió alzando una de sus piernas.—Continúa.

Después de cada cliente se aseguraba de quitarse cada resto de sus fluidos u olor, cambiaba las sábanas y limpiaba la habitación. Al finalizar la noche desinfectaba todo el lugar, dejándolo impecable y se daba un baño minucioso, asegurándose de que cada milímetro de su cuerpo volviera a pertenecerle, porque con cada caricia de aquellos extraños, una parte de sí mismo le era arrebatada, pero con Jungkook...

—¡Déjame ya!—se quejó.—Estoy limpio.

Este alzó la vista aún pasando un paño húmedo por su vientre.

—No quiero que descubran que estuviste con alguien ajeno al establecimiento.—confesó con pena.

—Es un prostíbulo Jungkook, llámalo por su nombre.—dijo acomodándose hasta quedar sentado.—Tal vez burdel o casa de muñecas suene mejor.

Casa de muñecas era un término general usado para todos los prostíbulos, ya qué, estos se denominaban a sí mismos "casas" adhiriendo colores al nombre según su categoría.

—¿Tienes miedo de alguna represalia contra ti por haber tomado a un trabajador de la casa gold sin pagar?—cuestionó un poco irritado.

—Tengo miedo, pero no por mí. Tengo miedo de que te lastimen por dejar que alguien te tocara sin su permiso, ahora mismo estoy luchando para no golpearme por la marca que dejé en tu cuello.—confesó acariciando justamente la parte de su piel donde sus labios se ensañaron el día anterior.

El silencio reinó después de su última palabra, sus miradas se encontraron y se perdieron en una ensoñación que cada quien ideó en su cabeza buscando un escenario ideal.

Los labios de Jungkook se separaron intentando formular oración, pero fue interrumpido por el pelirosa que se abalanzó sobre él para besarlo sin intensidad ni desenfreno, lo besó con ganas, pero con un sentimiento que no sabía explicar.

El menor se dejó llevar sin pensarlo demasiado, no había manera de negarse a Jimin, no podía y no quería. Al separarse acarició su mejilla y dejó un beso casto en la comisura de los labios del mayor, quien se encontraba en un trance de miel y colores pastel.

—No dudes en culparme si te encuentras en peligro.—insistió.—Di que te forcé y escapaste de mí cuando vine a trabajar, quedándote solo en mi casa.

Que tu cama sea mi hogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora