18

1K 146 6
                                    

—¿A dónde vamos?

El auto prestado sin permiso real, seguía avanzando a lo largo de la carretera con el sol abrazarte sobre ellos.

Hace muchos kilómetros atrás, las casas habían desaparecido, por lo que la vista era desierta y solitaria.

Cada ciudad del mundo había reducido su población en la tercera parte por la escasez de recursos, esto significaba que para llegar de una ciudad a otra se debía pasar por lugares sin habitantes y muchos distritos abandonados en su totalidad.

Tal como lo pensaron, llegaron a pasar por un conjunto de residenciales completamente vacío.

No era recomendable vivir en esos lugares ni para los más necesitados, nadie sabía que podían encontrar adentro y existían mitos que decían que por la situación actual, se habían desarrollado criaturas extrañas que comían humanos.

Claramente, el rubio no creía aquellas farsas, la plaga ya se habría extendido, aunque gracias a todos los agentes contaminantes no dudaba que en un futuro cercano algo por el estilo llegara a suceder.

—Dime o me bajo aquí mismo.—amenazó tomando el pestillo de la puerta del auto.

—¿Piensas en bajarte en medio de la nada?

El mayor lo pensó un poco, definitivamente era una muy mala idea. Estaba seguro de que moriría en menos de veinticuatro horas, ya sea por el calor o el frío infernal en las noches, por lo que decidió apelar a la lástima.

—Por favor.—pidió acariciando el cuello de Jungkook mientras este mantenía la mirada fija en la carretera.

—Estamos yendo a un lugar que nadie conoce. Papá me lo mostró cuando era pequeño y dijo que este sería mi gran tesoro, no debía hacer nada para cuidarlo, solo no estorbar.—explicó logrando que el pelirosa calmara su curiosidad.

—Confiaré en ti.

Unos kilómetros más y el camino terminó situándolos cerca al mar, entre unas cuantas rocas enormes y acantilados.

Bajaron del auto y emprendieron camino.

Las luces del sol se perdían en la neblina que se formaba cerca al anochecer, dando paso al infierno nocturno.

—Esto es algo tétrico.—soltó el pelirosa abrazándose a sí mismo.

Jungkook tomó su mano y besó su frente antes de continuar en dirección hacia una especie de brecha entre las rocas.

—No sé cómo llamarle, pero hay vida en todos lados.

Un estanque en el fondo de una cueva llena de vegetación y humedad, pequeños peces nadaban como si no fuesen uno de los únicos rincones en el planeta donde el tiempo se detuvo.

Jimin jamás había visto tal maravilla. En el mundo existían plantas y animales, pero no tan libres como ellos. Todos los recursos y las especies eran mucho más valorados, por lo que no era común ver este tipo de espectáculos de la naturaleza.

El ciclo de la vida como antes, como siempre tuvo que ser.

—¿Alguien más conoce este lugar?—preguntó el pelirosa, emocionado, y Jungkook negó.

—Es mi secreto, ahora nuestro secreto. No se lo dirás a nadie más, ¿de acuerdo?

El mayor asintió frenéticamente soltando su mano para correr hacia la maravilla que sus ojos veían.

—¿Por qué hay luz aquí?—preguntó nuevamente al notar los tonos azules en el lugar.

—Arachnocampa, es un gusano luminiscente que se supone que solo existía en otro lado del mundo, pero aquí lo tienes.—mencionó.—Su luz se refleja en el agua y puedes observar que todo el lugar brilla por su causa.

—Es precioso, todo esto es tan natural que me asusta un poco.

Pequeñas flores se extendían a lo largo de la cueva de agua dulce, con colores brillantes parecían adornar el camino hacia un cielo vibrante y emotivo.

Un total sueño.

Jimin aún no entendía por qué razón decidió llevarlo a ese lugar, a esas alturas una persona podría volverse millonaria con solo dar la ubicación exacta de esas cuevas, pero su confianza había sido depositada en su totalidad en alguien a quien no conocía demasiado.

Durante su niñez y pubertad, las puertas del burdel siempre se mantuvieron cerradas para él, como cualquier lugar, este protegía su mercancía y ellos no podían ver la luz del sol sin permiso. Los sábados eran sus días favoritos porque subían a la terraza de la casa donde el viento golpeaba directo a su rostro. Claramente, este había sido ambientado con rejas y un techo que impedían que los chicos pudiesen escapar del prostíbulo o de sus vidas miserables.

El trabajo de los sábados era lavar ropa, para ello subían a la terraza donde el cubículo de la lavandería era lo suficientemente amplio como para acabar con las prendas sucias de todos.

Las tareas se asignaban por grupos en un sorteo semanal, solo tres de ellos podían elegir y esto dependía de su conducta y su desempeño durante la semana. Al ser menores de edad, no trabajaban directamente con clientes, pero ya sea siendo anfitriones, meseros o parte de la limpieza, su trabajo debía ser impecable.

Todos sabían que Jimin se esforzaba el doble para escoger ir a la lavandería, no importaba cuánta era la cantidad de prendas sucias, él amaba subir, así el clima fuese violentamente frío o caliente.

Pasaba todo el día y la tarde, manejando las lavadoras y secadoras, doblaba las prendas y las colocaba en las cestas.

Taehyung muchas veces intentó llevarlo a la cocina o al salón, donde la mayor parte de los chicos disfrutaban de la limpieza, dado que podían colocar música mientras fregaban el piso y limpiaban cada rincón.

No era lo que quería, aunque muy difícilmente el sol llegaba a tocar su piel, el viento era suficientemente relajante.

—El agua está fría.—se quejó intentar tocar a un pez que parecía brillar entre todos los demás.

—Bueno, aquí no existe la calefacción ni el agua temperada.—bromeó el menor haciendo que el pelirosa se sienta como un total estúpido.

—Es la primera vez que vengo, no me juzgues.—Ni su rostro avergonzado logró calmar las carcajadas del contrario y enojado tomó un poco de agua entre sus manos para lanzarlo a donde pudiese caerle.

Cuando logró su cometido, las risas cesaron.

Los dos quedaron en silencio, Jungkook en blanco y Jimin arrepintiéndose de su decisión.

—¿Quieres jugar?—preguntó al fin el menor rompiendo el silencio y Jimin supo que incluso un par de regaños eran mejor que escapar del contrario en busca de un escondite para evitar ser empapado de agua helada.

Los gritos se convirtieron en risas que pronto pasaron a ser respiraciones entrecortadas y medias sonrisas entre abrazos y besos cálidos en el cuello.

—No creo que sea un buen lugar para...—mencionó Jimin notando que el calor corporal del mayor se elevó considerablemente, al igual que sus caricias tomaron camino hacia el sur.

—¿El auto?—susurró sobre su cuello sin dejar de besarlo.

—El clima es terrible, seguramente solo necesitarás un pie fuera de este lugar para recobrar la conciencia.—bromeó acariciando su espalda.

—No subestimes tu potencial para mantenerme caliente.

Su voz rasposa y gruesa logró que Jimin considerara desnudarse en ese lugar, pero la sola idea de que un insecto pudiera colarse en sus partes íntimas no le hacía nada de gracia.

—Creo que tendrás esperar a volver a casa.

—Recuérdame traerte otro día de madrugada para llegar a casa con tiempo para pasar la tarde en la habitación.

—Hecho.






Lamento la larga espera, lo compensaré actualizando a diario. Lo prometo.

Que tu cama sea mi hogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora