Jimin perdió el equilibrio y fue sostenido por el pelinegro que seguía estando en shock por lo que este le había pedido.
—Solo hoy, por favor.—pidió al reincorporarse.
—¿No tienes otro lugar a donde ir?—No era como si realmente no quisiera su compañía, pero a su parecer, su hogar no era digno de Jimin.—No puedo alojarte conmigo, soy pobre. Lo sabes, no podría darte ni una cama cómoda para dormir.
Jimin negó con insistencia perdiendo la capacidad de oler el aroma a neumáticos de Jungkook, no le importó abrazarlo pidiendo alojamiento.
—Ahí jamás me encontrarán, en un hotel ellos pueden dar conmigo fácilmente. Quiero que sepan por un momento siquiera lo que se siente perder a un buen elemento.—confesó.
¿Cómo llevar al pelirosa hasta su casa sin levantar sospechas?
—Puedo... ¡Mierda!—se quejó al notar que no llevaba su bolso colgado en su hombro.—¡Me robaron!
—¡Está en el asiento del que acabas de caer, idiota!—gritó de vuelta, NamJoon.
El chico solo se limitó a responder con un «oh».
—¿No te debo nada, cierto?—NamJoon asintió.—Bien, nos vamos.—Acto seguido tomó la mano de Jungkook y se dirigió a la puerta arrastrándolo mientras este parecía pedirle auxilio a NamJoon quien solo atinó a lanzarle una mirada de compasión.
Afuera y con el frío, volviendo a apoderarse de sus cuerpos, Jimin entre tropiezos sacó de su bolso una bufanda gruesa y un gorro que terminó por tapar todo su cabello, cerró su abrigo por completo y se colocó nuevamente los lentes.
—Ayúdame con las joyas.—Sin esperar a que Jungkook lo hiciera, comenzó a quitarse los pendientes, anillos y el collar que llevaba puesto para guardarlos todos junto con su billetera dentro de la cartera que pronto entregó al contrario.—¿Qué hay ahí?—preguntó señalando a la mochila del chico.
—Algunas herramientas y ropa.—respondió.
—Perfecto, pon esto dentro de tu mochila.—ordenó entregándole su bolso.—Tomemos un taxi, yo pago.
El camino fue más tranquilo de lo que esperó, Jimin durmió en casi todo el trayecto recostado en sus piernas mientras este solo se preguntaba cómo limpiaría su casa en cinco segundos antes de que pudiese entrar el chico que dormitaba sin preocupación alguna.
—¿Es en esta calle?—preguntó el conductor, tal vez fue porque era de noche o porque realmente el trago que le dieron comenzó a afectarle, pero no podía ver con claridad dónde se encontraban.
—¿A cuántas calles estamos de la parada de buses?—Si es que no veía, por lo menos se ubicaría.
—Dos.
—Es aquí, cóbrese, por favor.—pidió entregándole un cheque.—¡Hey, Park!—exclamó golpeando suavemente el rostro del pelirosa, el apellido Park era común, pero su nombre no, por esta razón decidió llamarlo de esa manera. Perezoso, Jimin se levantó y este lo ayudó a salir del auto.—Muchas gracias, buenas noches.
Y entonces, llegó la prueba de fuego, los huesos, el pequeño chico crujían y su cuerpo pedía calor corporal a gritos en esa calle desolada donde solo un poste de alumbrado público salvaba a los vecinos de la completa oscuridad, no había ni un alma más que el desafortunado mecánico que tiritaba intentando recordar cuál de las llaves en su mano era la que abriría la puerta de su casa. Jimin no lo pensó, su instinto de supervivencia pudo más y se aferró a su espalda con desesperación sintiendo el temblor del cuerpo ajeno y un pequeño jadeo que interpretó como un susto.
—¿Cuánto tiempo seguiremos aquí? No quiero presionarte, pero me estoy muriendo.—mencionó con un tono suplicante.
—No recuerdo cuál de estas llaves es la que abre la puerta y son muchas, las del trabajo y casa juntas.—Con las últimas fuerzas que tenía, se separó de Jungkook y tomó el manojo de llaves en sus manos.
—Jamás en mi vida escuché de alguien que después de beber sufra de Alzheimer. ¿Por qué tienes tantas llaves? Tu casa no debe tener más de cinco puertas.
—En realidad creo que tiene cuatro, pero las ventanas tienen llave y el taller también tiene muchas.
Luego de cinco intentos en el que Jungkook se aferraba a su mochila con los dientes rechinando, finalmente pudieron entrar a la pequeña casa del pelinegro, quien se apresuró a recoger algunas prendas y zapatos del suelo corriendo a su habitación como alma que lleva el diablo.
Paredes color hueso, una planta artificial en una esquina, un pequeño mueble en L, gris y un televisor mediano que se conectaba a un cable expuesto color negro que se perdía en un orificio del techo, esta era la distribución de la sala que era dividida de la cocina por un muro mediano con una mesa estilo barra. La cocina bastante común y sencilla con estantes empotrados color blanco arriba y abajo. Solamente una jarra de agua y un vaso se encontraban a un costado de la encimera.
—Vaya, es un lugar pequeño, pero acogedor. Dime que tienes agua caliente.—El chico caminó en silencio volviendo a la sala.—Ese es un rotundo no. ¿Cómo te bañas en invierno?—Este observó hacia la cocina.
—Tempero agua fría con un poco de hervida y me baño de esa manera, tengo una gran tina en el baño.—especificó quitándose las botas.
—A eso le llamo creatividad en tiempos de decadencia, perfecto. Debemos calentar agua para ti y para mí, pero báñate tu primero, lo necesitas más que yo.—Jungkook aceptó y fue a preparar su baño sin decir más y Jimin se acomodó en el mueble, pudiendo al fin devolver la ebriedad a su sangre que había congelado la propagación del alcohol en su sistema por la constante amenaza de muerte.
«Taehyung no me ha llamado.» —pensó dirigiéndose a la mochila de Jungkook para sacar su bolso.—«¿No estará preocupado por mí?»
Revisó sus notificaciones al tener por fin el teléfono a la mano y lo primero que saltó a la vista fueron las treinta llamadas perdidas de JoonSuk, luego un par de llamadas de dos compañeros y cinco llamadas más tres mensajes de su adorado amigo.
«Jimin, vuelve a casa. Todos estamos desesperados y hace mucho frío, te vas a enfermar.»
—Sí. Bueno, muy tarde.—respondió a la pantalla del teléfono.—Creo que tengo fiebre o tal vez se me ha subido el trago nuevamente.—¡Hey, Jungkook! ¡La tetera, tu factura saldrá elevada, apaga eso!
—¡Voy!—respondió corriendo por el pasillo con una toalla en mano y un montoncito de ropa para cambiarse al salir del baño.—Dejaré hirviendo más agua.
—Rasca bien ese cuerpo.—bromeó Jimin jugando con su teléfono sin prestar atención a su alrededor.
«Si no vuelves, iré a buscarte.»
«Está bien, te daré tu espacio, por favor dime que estás a salvo.»
—Solamente no quieres venir por mí.—se burló observando los mensajes de su amigo.
«Estoy bien, no te preocupes.» —respondió sin ganas de ahondar en el tema y dejó el móvil en el sofá para buscar el control de la televisión.
—¡¿Dónde dejó ese maldito aparato?!
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Que tu cama sea mi hogar
Hayran KurguEn un mundo donde hasta respirar tiene un precio, amar es un privilegio que no muchos pueden pagar. Pasar la noche con aquella belleza deslumbrante que nunca tuviste derecho a mirar, es un sueño completo. Tan adictivo como suicida, algo que para alg...