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Se suponía que vendría en un par de horas, pero el reloj marcó las tres de la tarde y no había rastro del menor.

Le había mandado doscientos cincuenta mensajes preocupado, enojado y desesperado, además de veinte llamadas que, por supuesto, Jungkook no respondió.

Un par de horas de retraso podían pasar por alto, quizás le invitaron a almorzar, tal vez su batería se acabó, pero estaba seguro de que algo había sucedido para que se pasara casi cinco horas de lo planeado.

Lo más lamentable, es que no tenía idea de a quién pedir ayuda. Se dio cuenta de lo poco que sabía de Jungkook, que en situaciones como esta ni siquiera podría ir a buscarlo porque su conocimiento de las calles de la zona B era casi nula y probablemente solo se pondría en peligro.

Entonces, después de horas dando vueltas por la casa y echando un vistazo a la calle, decidió sentarse en el sofá y rogar porque regrese a salvo.

Pasaba los canales de TV sin prestarles atención hasta que la cerradura de la puerta sonó y este saltó de su asiento para esconderse tras la barra que dividía la cocina.

Se reprendió a sí mismo al notar que dejó sus zapatos en la sala, de esa manera no podría salir de la casa si entraba un intruso.

—Jimin, llegué.

Existían varios tipos de reacciones ante un escenario, como en el que se encontraba y Jimin escogió el peor.

Atendió a su llamado saliendo de donde se encontraba, dando pasos firmes y decididos. No preguntó qué había sucedido, en su mente no hacía falta, tampoco se tomó un segundo para observarlo, solamente levantó la mano y la estampó contra su mejilla lanzándole una cachetada que resonó en todos los rincones de la vivienda.

—Cinco malditas horas esperando a que aparezcas, no vives en Disney como para pensar que solo tuviste un mínimo percance, un mensaje corroborando que te encuentras bien no te hacía perder una extremidad, imbécil.

Acto seguido, se dio la vuelta y caminó hasta la habitación tirando la puerta al cerrar.

—¡Carajo!—Escuchó el grito del menor y se le erizó la piel.

Abrió el closet y buscó su abrigo junto con cualquier cosa que sea de su pertenencia, cuando estuvo listo se dispuso a salir, pero Jungkook abrió la puerta con los ojos llenos de furia que lo observaban fijamente y parecían querer reducirlo a cenizas.

Jimin se asustó y retrocedió, por un momento pensó que le devolvería el golpe, pero Jungkook solo gruñó y salió de la habitación para luego sentarse en sofá de la sala.

—Mierda.—susurró sentándose en la cama.

Hicieron falta quince minutos más para que el pelinegro volviera un poco más calmado y se sentara a su lado presionando sus muslos con las manos en un intento de controlarse.

Los dos observaban a la pared justa frente a ellos.

—Entiendo tu punto, pero no puedes ser tan impulsivo.—comenzó y Jimin bajó la cabeza, avergonzado.

—Lo sé y lo lamento. Lo que hice estuvo mal y no tiene justificación.—respondió rápidamente, luego de las disculpas llegaban las culpas.—Mentiste, preparé el almuerzo y no llegaste. Nunca dejas el taller y hoy no fuiste, no me contestabas y mi corazón latía rápido, tenía miedo. Al escuchar tu voz con tanta tranquilidad, me enojé porque pensé que mi sentir no te importó en absoluto, que solo me ignoraste.

—Fui al distrito seis y todo ahí es tan tétrico. El auto en el que iba se descompuso en el camino y tuve que pedir ayuda, pero demoró más de lo que creí, mientras tanto caminé hacia el lugar donde encontraría al proveedor y me tomó demasiado tiempo, la pobreza en ese lugar es extrema.—confesó relajando un poco sus extremidades.—Es bastante impactante, y si te preguntas la razón por lo que estoy así.—Señaló a su ropa sucia.—Casi me roban dos veces y en la tercera estuve a punto de ser secuestrado por un tipo que dijo que mis órganos debían ser saludables.

Los ojos de Jimin salieron de sus órbitas y volteó rápidamente a verlo, con sus manos comenzó su búsqueda intensiva de alguna herida o hematoma en el cuerpo ajeno.

—¿Estás bien? ¿Te duele algo?—preguntó y Jungkook negó sonriendo.

—¿Te preocupa que me lastime?—respondió con otra pregunta y Jimin dejo de revisarlo para conectar su mirada con la del contrario.

—Es estúpido que me preguntes eso, claro que me preocupa. Estuve toda la tarde preocupado por ti y escuchar lo que pasó, no me hace sentir mejor.

—¿Ahora entiendes cómo me he sentido estos días al saber por lo que pasaste y yo no pude hacer nada más que esperar por tu regreso?

La primera vez que lloró con el corazón destrozado fue cuando sus padres lo vendieron sin piedad, en esa ocasión no paró de derramar sus lágrimas por días y luego, como si sus ojos se hubiesen secado, no volvió a llorar en años.

Aun si el panorama era sombrío, su corazón se había endurecido lo suficiente.

Al enfrentar a su maestra volvió a derramar un par de lágrimas por el dolor de la traición y la decepción, pero nada se comparaba su situación actual.

¿Se podía llorar de felicidad y de tristeza al mismo tiempo?

—¿Jimin?—Jungkook se asustó al escuchar sus sollozos y notar como su rostro cambiaba de color a un ligero tono carmín mientras las gotas caían por sus mejillas.—¿Dije algo malo?

El mayor negó y se lanzó a sus brazos aferrándose a él como si su vida dependiera de ello.

El llanto se puede interpretar de muchas maneras, Jimin solo estaba buscando consuelo al darse cuenta de que sentía mucho más de lo que podía decir y Jungkook entendió algo diferente.

A su perspectiva, el pelirosa lloraba del dolor de recordar su tortura y esto solo reafirmó sus ganas de encontrar al viejo Gunwoo.

—No llores más, prometo que pronto no tendrás que temer más.

El mayor besó sus labios y este lo tomó de la cintura tumbándose en la cama.

—¿Quieres comer?—preguntó escuchando el estómago de Jungkook rugir mientras este le limpiaba las lágrimas con su pulgar.

—Primero a ti y luego lo que preparaste.—respondió besando sus párpados.

Los dos olvidaron sus frustraciones, por lo menos por esos instantes.

Que tu cama sea mi hogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora