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—¡Jimin se enamoró del semen de un indigente!—canturreaba su amigo hasta que el contrario pudo detenerlo.

—Guarda silencio o verás de lo que soy capaz.—amenazó.

Los se acomodaron nuevamente, sabían que después de cada pelea llegaba el momento de vestir la corbata de la seriedad.

—Jimin, debes tener cuidado. No puedes entregarte a alguien de esa manera, puede tener enfermedades o hacerte daño y si, sé que lo decidiste. Eso lo hizo especial, pero con Na-eun fue igual, ¿cierto?

El pelirosa negó recordando aquello.

—Ella compró cada noche que estuvo conmigo, no hay punto de comparación.—Su tono de voz se apagó de repente.

—La querías y ella a ti.—enfatizó—Si bien al inicio todo se trató de una simple transacción, tú comenzaste a esperarla los miércoles y sábados. Ella llegaba puntual y estabas feliz de recibirla hasta que eso sucedió.

¿Lo que sintió por Na-eun se puedo haber llamado amor?

Al pensarlo un poco más a fondo, este podría llamarse un amor impuesto porque vino a buscarlo luego de enamorarse de su belleza en algunos catálogos que repartía la casa Gold.

Aun cuando Jimin no atendía a mujeres, esta pagó una suma exorbitante de dinero para que fuese él quien la atendiera.

«Es la primera vez que tendré relaciones sexuales con alguien. Decidí que quería que fuera contigo, lo siento si estoy siendo egoísta y no te gusto en lo absoluto».

Sus palabras en su momento le hicieron flaquear, pero ahora le producían repulsión porque solamente fue manipulado, sintió pena por ella, aún sabiendo que no podría negarse, pensó que estaba decidiendo por sí mismo y la sonrisa inocente de aquella preciosa mujer le nubló la vista.

Se llevaban bien, se trataban bien. Ella lo llenaba de regalos y pagaba cuotas elevadas por pasar todos los miércoles y sábados en su cama.

Fue la primera y única mujer a la que Jimin tocó y también la primera y única a quien embarazó.

—Me mintió.

—Lo se y no es justificable lo que hizo, pero tampoco debes satanizarla. Sabes todo lo que sufrió y las veces que ella y sus padres vinieron a pedirte perdón.

Todo un escándalo se había formado en ese tiempo a su alrededor gracias a la grandiosa idea de Na-eun de embarazarse de Jimin porque aunque este no fuera libre, ella deseaba con locura llevar en su vientre un hijo suyo.

En el prostíbulo les ofrecían buenos y resistentes preservativos, pero Jimin se dejó guiar por la preciosa castaña que traía los suyos con el cuento de que los otros le causaban alergia y este, por no lastimarla, creyó en su palabra.

—Estoy embarazada.—confesó feliz un día sábado con una prueba de embarazo en la mano.—Sé que esto puede ser abrumador, pero nuestro hijo tendrá todo lo que desee, seré una buena madre, lo prometo.

—¿De qué hablas? Nosotros nos cuidamos, eso es imposible.—refutó con sorpresa e indignación.

—Si, pero sabes que esto puede suceder.—La mujer evitaba mirarle a los ojos, ocultaba algo.

El entonces rubio la tomó del brazo y la enfrentó cara a cara.

—Dime la verdad o prometo que no me verás jamás.

La historia relatada por Na-eun parecía ser un estupido chiste, había caído en manos de alguien que desde que lo conoció tenía planeado cuál sería su siguiente paso.

—No vas a tener a ese bebé.

Ella lloraba abrazando su vientre, desesperada al presenciar el rechazo de la persona que decía amar.

—No me hagas esto, amor. Juro que seré una buena madre, yo no te pediré nada y podrás verlo crecer.

La rabia le nubló la mente y alzó la voz como nunca antes había pensado hacer.

—¡¿Qué es lo que estás diciendo?! ¡¿Acaso no te das cuenta de lo que hiciste?! ¡¿Crees que deseo que mi hijo se entere de que soy un maldito puto que se acuesta con hombres por dinero?! ¡¿Cómo se supone que lo vea crecer si no soy libre?!—Acunó el rostro de la mujer entre sus manos, buscando un poco de cordura en sus ojos.—¿Realmente quieres destrozarme de esa manera? ¿Es así como me amas?

—Perdón.—susurró ella entre lágrimas.

—Na-eun, si fuese un hombre libre, yo me hubiese hecho responsable aún sabiendo que me mentiste, que cada preservativo que me brindaste eran hincados buscando embarazarte a como de lugar. Yo sería el padre y el marido que tu maniática cabeza se imaginó desde que me viste en esa estúpida revista, pero ese no es el caso y sabes que si nace eventualmente sabrá quién es su padre.

—Si no quieres que se sepa, yo lo mantendré en secreto, jamás se lo diré.

—¡No se trata de eso!—Se separó de ella tomándose de los cabellos.—¡Lo peor de todo esto es que no puedo obligarte porque es tu maldita decisión! ¿Te das cuenta? No eres diferente a todos aquellos que agendan una cita para follarme, decidiste por mí, yo nunca fui considerado como un ser humano pensante. Solo soy mercancía que tú compraste con todo el dinero que te dan tus padres.

Aún con todo el argumento de Jimin, Na-eun continuó con el embarazo y este la rechazó en cada ocasión que vino a buscarlo.

Sentía vergüenza de ver su vientre crecer mientras él vivía en esas condiciones.

Se reprochaba el haberla aceptado la primera vez, se lamentaba por la sangre que el niño tendría, por su vida y las repercusiones que habría al enterarse de quien era su padre.

No podría verle a la cara jamás.

En algún momento de su vida se juró a sí mismo que si tenía la oportunidad de ser padre sería mejor que los suyos y las noches se convirtieron en un infierno al darse cuenta de la posición en la que se encontraba, no dio su consentimiento para ser padre, ni siquiera fue un accidente y tampoco podía hacerse cargo, tal vez jamás lo vería.

¿Era lo mejor? ¿Por qué si o por qué no? Él tendría una madre que podría darle todo, solo debía confiar en ella.

Había pensado en dar cada won que ganara para brindar algo, dado que de todas formas era su hijo.

Los padres de Na-eun fueron a verlo un par de veces, se disculparon en nombre de su hija por lo que hizo, lo conversaron.

Jimin pidió aportar dinero en una cuenta que ellos abrieran por lo menos para los ahorros y gastos mínimos que pudiese cubrir.

Irrisorio para una familia adinerada, pero los padres de la castaña resultaron ser personas completamente diferentes a su hija.

Aceptaron ello y prometieron que le enviarían fotos de su crecimiento. Se encargarían de que Na-eun se encuentre bien durante todo el proceso, pero no pasó así.

Se les escapó de las manos.

Na-eun cumplió cinco meses de embarazo y sufrió un aborto espontáneo.

Olvidó que una mujer embarazada no podía beber alcohol, olvidó que si salía de fiesta debía tener cuidado, olvidó que unos meses atrás defendió su maternidad y juró ser buena madre.

Olvidó que pasó por encima de Jimin buscando algo que no apreció y que el pelirosa jamás podría perdonarle.

—Ese bebé era un accesorio, un trofeo que ganó al ver la prueba de embarazo y después dejó de importarle.

Taehyung no tenía mucho que decir, en su tiempo las condiciones en las que sucedieron los acontecimientos también lo descolocaron.

—¿Te sigue doliendo?

—¿Cómo preguntas algo así?

La pregunta fue estúpida y el castaño lo sabía.

—¿Volverás a ver a ese chico?—preguntó nuevamente.

—Deseo poder hacerlo.

Que tu cama sea mi hogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora