20

1K 139 9
                                    

Dejar a Jimin en casa fue más difícil de lo que pensó. Como acostumbraba a llevarlo con él hasta al trabajo, el pelirosa no aceptaba quedarse completamente solo e hizo todo un drama de novela hasta que Jungkook le aseguró que solo saldría por una hora y que llevaría algunas cosas para el almuerzo al volver.

—No me parece justo.—se quejó por milésima vez.

—A mí me parece que estás exagerando. Volveré pronto.

Un par de reclamos más y salió de la casa, no sin antes despedirse Jimin. Tomó rumbo hacia el bar subiendo en algún transporte público que le dejara cerca a la zona calculando el tiempo que le quedaba por ir y volver, estaba seguro de que el mayor saldría a buscarlo o armaría un escándalo si no llegaba a la hora indicada. 

Sabía que algo así pasaría, podía aparentar calma y serenidad, pero después de un evento traumático, alguna secuela debió quedar y esta era una exagerada dependencia hacia la única persona que le brindaba protección.

—¿Llegó?—preguntó a NamJoon cuando este lo recibió en la entrada del bar que por el momento se mantenía cerrado hasta la tarde.

—Está esperándote, despertó con el pie izquierdo porque tuvo que madrugar, pero si se encuentra consciente.—bromeó haciéndose a un lado para dejarle ingresar al establecimiento.

El susodicho yacía desparramado en una de las mesas mientras intentaba perderse en los brazos de Morfeo, pero Jungkook interrumpió su misión.

—Bae Gunwoo, se esconde en el distrito A6, casa de su madre y el anciano que vive con ella, este no es su padre ni llevan el mismo apellido, por lo que es difícil dar con él.—comenzó con su discurso al notar la presencia del menor para acabar con su agonía rápidamente.—Sangra a los dos ancianos desde hace muchos años, a diferencia de ellos, es un fracasado que se beneficia de su fortuna.—soltó una risa burlona.—Cuarentón y mantenido, una escoria total. Desaparecerlo beneficiaría al planeta.

—Sabes lo que quiero.—comentó el menor y el contrario asintió.

—Una semana, obtendrás tu venganza. Necesito generar tu permiso para ingresar a la zona A, pero antes de terminar con nuestra amena reunión, en cinco días vendré por ti.—mencionó despegando la cabeza de la mesa de madera.—Mi auto estará estacionado al frente del bar, te daré el paquete e irás directamente y por tus medios a dejarlo a donde te indicaré. Está en la entrada del distrito B6 por lo que hay menos oportunidades de morir.—bromeó guiñándole un ojo.

Jungkook asintió.

—Sin trucos, Yoon.

—Sin trucos, amigo. Mi dinero y mis informantes estarán a tu disposición con solo transportar un simple paquete.—declaró levantando su trasero del asiento.

—Uno que podría matar a todo el distrito B6.—habló entre dientes NamJoon.

—Silencio amigo.

Min Yoongi tenía la especial necesidad de tener amigos. De llamar de esa forma a todos aquellos que aceptaran estar en su entorno y brindar una mano a cualquier persona que le mostrara afecto.

La empresa que sus padres le dejaron estaba por quebrar cuando encontró en el tráfico de drogas una fuente de ingreso, pero no cualquier tipo de droga podría sacar tantas ganancias, solo α-pirrolidinopentiofenona o coloquialmente llamada flakka. Muchas de las drogas comunes se habían extinguido junto con la escasez de recursos, por lo que esta cumplía con su función y aunque su costo fuese elevado, los pobres siempre pagaban hasta de lo que tenían para comer con tal de comprar unos cuantos gramos.

En los distritos del sector A también se vendía lo suficientemente bien, pero su burrito de carga del sector B había muerto en una de sus tantas entregas, por lo que le rogó a Jungkook ir en esa única ocasión. En inicio se negó, pero luego decidió hacer un intercambio, lo que le llegó como anillo al dedo.

—Me voy o no tendré paz durante todo el día.—Se despidió de los dos saliendo del establecimiento.

—Yo te recordaba más idiota.—se burló NamJoon.—Supongo que lo sucedido no solo lo afectó a él.

—Estoy bien.—afirmó el menor, pero este solo rio divertido.

—No olvides llevarme a tu fiesta en una semana.

Yoongi alzó los brazos, emocionado.

—Todos están invitados.—gritó y NamJoon le reprendió con rudeza.

—Deja de ser un completo idiota, las personas no deben ser perturbadas por tus delirios. Ahora colócate el abrigo y ve a casa.—ordenó.

—Como diga, capitán.—Llevó una de sus manos a la frente haciendo el ademán de saludo a alguien con mayor rango.

De regreso a casa compró lo que prometió y bajó un poco antes de la parada regular del autobús para caminar un poco antes de volver a ver a Jimin.

Toda su perspectiva de la vida cambió cuando este llegó y lo supo al notar como la impulsividad crecía en su pecho en cada segundo, su sed de venganza crecía y seriamente se planteaba pensar en una manera de eliminar todo lo que podría hacerle daño al mayor.

Y es que, Jimin le confió su piel, sus caricias, sus secretos y él solo podía hacer algo tan mínimo con acabar con los problemas a su alrededor, aunque eso significara que volvería mucho más rápido a sus labores y se acostaría con todos aquellos que pudiesen costear su tarifa.

Se consolaba pensando que esa no era su decisión, que si su libertad dependiera de sí mismo, su cuerpo solamente sería para él y vivirían una vida tan corriente como cualquier pareja.   

Jimin definitivamente lo elegiría. No tendría dudas de correr a sus brazos, aun cuando mil mejores prospectos desfilaran en su nariz, solo tendría ojos para él.

Intentaba convencerse cada maldito segundo de sus palabras, pero solo podía confiar y esperar su turno para tomar todo lo que este quisiera entregarle, algo que ningún hombre podía tener, su aprobación absoluta. Y con esa convicción no dudaría en mancharse las manos para evitar su sufrimiento, dejando un antecedente para cualquier bestia que desease tocar su piel con intención de dañarlo.

No estaba obsesionado, claro que no, pero con la atracción llega mucho más que un encuentro sexual y no solo el cuerpo reacciona. La parte razonable del cerebro pierde autonomía y tal como una droga, tienes satisfacer distintas necesidades y Jungkook quería deshacerse de Gunwoo para sentir paz mental.

Bastante contradictorio para una persona que tan solo hace unos meses pecaba de ingenuo.

Que tu cama sea mi hogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora