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Pagó el doble para que un taxista acepte llevarlo a la casa del pelinegro a las seis de la mañana.

—¿Está seguro de que quiere ir ahí?—preguntó el hombre al verle un bolso carísimo y suponer que se trataba de alguien importante.

—Sí, iré a ver al hijo menor de mi mucama. Ella renunció porque su pequeño está muy enfermo, pero no puedo dormir sabiendo que él corre peligro.—mintió de forma tan convincente que el taxista no dudó en emprender camino con un rostro de felicidad.

—Es usted un buen hombre.

Los humanos, siempre tan sentimentales y manipulables, solo debes darles en su punto débil y harán todo aquello que les pidas, incluso sin solicitarlo.

Llegó y pagó siendo despedido con una sonrisa y un «por favor, haga lo posible y ayude al niño».

—Si, lo haré.—respondió alzando la mano mientras el auto avanzaba.

El sol luchaba por salir entre las nubes oscuras y el clima invernal. Tocó la puerta decidido, pero al no recibir respuesta comenzó a dudar. Después de todo era demasiado temprano, aunque cabía la posibilidad de que él ni siquiera esté en casa, tal vez en la casa o la cama de alguien más, quizás había salido muy temprano al trabajo porque necesitaba hacer algo urgentemente.

Aún con todo ello, ¿Qué era lo que hacía ahí? Definitivamente, debía volver y dejar de pensar en alguien que no tenía nada que ver con su vida ni con sus problemas. Solo estaría arrastrándolo a su lodo si es que lo involucraba más y Jungkook no lo merecía.

—¿Jimin?

Ya era demasiado tarde.

El pelirosa fingió no escucharlo y tampoco conocerlo caminando hacia la izquierda, justo por donde el taxi se había ido hace unos minutos, pero como era de esperarse, el menor lo tomó del brazo evitando su avance.

—¿Qué haces aquí?—preguntó y el contrario no supo qué responder.

¿Cómo decirle que solamente lo hizo por impulso? Sintió necesidad de estar a su lado, corrió sin pensarlo y luego se arrepintió, pero ya no había escapatoria.

—Me equivoqué de casa.

Una excusa estúpida para una visita estúpida.

—¿Venías a ver al vecino?—Esa pregunta tenía agregada tres gotas de sarcasmo.

Nunca sintió tanta necesidad de ser un avestruz y enterrar su cabeza en el suelo como en ese momento.

—No tienes que explicarme. Para ser sincero estoy feliz de verte.—confesó rascándose la nuca.—Pensé que no volvería a hacerlo.

Y entonces, la cordura de aquel hombre se acabó. Aún estando en la calle, se abalanzó sobre Jungkook y lo abrazó con tanta intensidad que el contrario sintió algo de dolor.

—¿Ha pasado algo?—volvió a preguntar, pero este no respondió y entendió que por el momento no era necesario saber.—Vamos, hace frío y estoy en pijama.—Le invitó a entrar terminando de abrir la puerta de su casa con su brazo libre porque Jimin no lo soltó por ni un segundo.

El invierno acabó para los dos al cerrar la puerta. No hubo intenciones de enredarse en la cama más allá que besos y caricias que surgieron como si se tratase de algo común y cotidiano.

—Es peligroso venir a esta ahora, no lo vuelvas a hacer.—regañó el menor acariciando su cabello.

—No vine para que me des un sermón.—replicó separándose de él para acomodarse en la cama.

—¿Entonces, para qué viniste?

Jimin rodó los ojos con molestia y se sentó comenzando a buscar sus zapatos.

Que tu cama sea mi hogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora