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La hora de volver a cruzar la frontera había llegado, un día antes Jungkook se dio el lujo de no abrir el taller para quedarse más tiempo con él, pero no podían seguir aplazando lo inevitable.

Cuando soltó su mano sintió que una parte de su alma se desprendía él, la conexión llegó a un punto sin retorno en el que solo quedaba aferrarse al poco tiempo que tendrían juntos de ahí en adelante.

Ya no habría más despertares acurrucados ni desayunos entre bromas tontas y conversaciones triviales.

Ya no más una casa que se sentiría un hogar. Ya no podría perderse en su aroma, su cuerpo volvería ser arrebatado por distintas manos que solo se llenarían a sí mismas de placer.

Este sería el inicio de su fin. Muchas cosas pasaron durante los últimos días, pero la más trascendental fue el encontrarse cara a cara con quien más temía.

Era precioso, era un hombre envidiable, con estabilidad económica y sobre todo con libertad para hacer con su cuerpo y su vida lo que su corazón deseara.

Esa tarde Jungkook lo llevó a casa temprano porque tenía un ligero dolor de garganta y solo empeoraría si se quedaba a dormir en la caseta, le dio alimentos, medicinas, agua y advirtió que llamaría cada treinta minutos.

Diez minutos después de irse, alguien tocó la puerta y abrió feliz pensando que Jungkook había olvidado algo, pero no era él.

—¿A quién busca?—preguntó el pelirosa intentando peinarse el cabello con las manos.

—Estoy buscando a Jungkook, pero veo que está ocupado. Volveré en otro momento.—dijo el contrario, Jimin rápidamente reconoció su voz y se atrevió a preguntar.

—¿Usted es la persona que visitó a Jungkook en otra ocasión?

—Lo soy. ¿Cómo me conoces?—Le costó unos segundo analizar la situación, Jimin rascaba su nuca con nerviosismo. Se notaba que no sabía qué decir.—Ya entiendo, eres el hombre casado con el que mi prometido se está acostando a escondidas de su marido.

En las mañanas de verano, cuando era pequeño, Jimin acostumbraba a correr por la terraza buscando que el sol tocara su piel, incluso cuando se abalanzaba por las rejillas intentando presionar sus brazos por las rendijas, nunca logró llegar a él.

En una ocasión su maestra lo castigó por poner su vida en peligro de esa manera, pero él lo seguía intentando.

Aunque supiera que sería imposible, su perseverancia era de temer, como castigo pasó dos semanas en el húmedo sótano donde las paredes crujían a causa de las tuberías y debía dormir con un ojo abierto para evitar que los insectos se suban encima de él.

Por un momento Jimin confundió a Jungkook con el sol al que deseaba llegar en la terraza, podría una y mil veces sentir su calor, pero nunca estaría precisamente bajo sus rayos y eso estaba acabando con su estabilidad emocional.

Su estómago parecía estar siendo raspado desde adentro con un tenedor, pidió un momento fingiendo tener un cólico estomacal y fue al baño para intentar calmar su dolor.

No se permitió llorar, de todas formas sabía de ese compromiso, aunque intentó pensar que solo se trataba de una promesa sin valor.

Volvió y encontró a Jin sentado en la sala revisando algo dentro de su bolso.

—Sé que puede ser incómodo para ti, pero no te preocupes, Jungkook y yo nos casaremos pronto, pero nuestras vidas han ido por caminos diferentes durante todos estos años.—explicó cruzando las piernas.—No me importa que mi futuro esposo tenga a alguien antes del matrimonio, yo también salgo con personas, pero tú eres la excepción.

Que tu cama sea mi hogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora