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Taehyung entró a la habitación de Jimin con un plato de comida y medicina para el dolor e infección para sus heridas.

El pelirosa yacía acostado boca abajo mientras trataba de descansar, pero era imposible.

El primer día después de lo que sucedió, no quiso dormir solo y su amigo lo acompañó durante la noche, al día siguiente Joonsuk mandó a cambiar la puerta de su habitación por una que tenía cerradura electrónica y funcionaba por medio de una clave que fue configurada por Taehyung, él y Jimin eran los únicos que conocían los dígitos de la clave.

Varios chicos se quedaron sorprendidos por la decisión del hombre, dado que Jimin y él no se llevaban del todo bien, pero lo sucedido sobrepasó por mucho a todos sus castigos ejemplares que consistían en golpes que no dejaban marcas y visitas al sótano, por lo que entendieron que estaba buscando manera de redimirse ante la maestra quien al enterarse casi se desmaya en la sala principal y cuando se sintió mejor, salió rápidamente a verlo, pero no le fue permitido el paso.

Solamente Taehyung pudo verlo durante ese tiempo y un médico que revisó sus heridas, colocó un suero con medicamentos analgésicos para permitirle descansar y mantenerse hidratado.

—¿Minie?—preguntó al verle con la mirada perdida en el suelo.—Te he traído un poco de comida. El sabor es delicioso porque ha sido preparado específicamente para ti.—comentó buscando alguna reacción en su amigo, pero no encontró más que un asentimiento con la cabeza.

Antes de darle sus alimentos, se acomodó en la cama con las herramientas para limpiar la espalda de Jimin como el doctor le había indicado.

La mayor parte de su espalda tenía un color morado oscuro, en algunas partes se asemejaba al negro y tres líneas sin un patrón en específico se encontraban al rojo vivo, la piel estaba rasgada debido a que estas habían sido alcanzadas por la hebilla de la correa de ese despreciable hombre.

—Voy a limpiar las heridas de tu espalda, debes avisarme si es que te duele.—advirtió sin recibir respuesta de Jimin.

Nada podría doler más.

Se preguntaba cuál sería la reacción de Jungkook al verlo de esa manera. No paraba de pensar que su cuerpo se había destruido por completo, que le quedarían cicatrices en la espalda y tal vez sería expulsado del burdel por la misma razón.

No tenía a nadie en el mundo, pero tampoco podría pensar mucho en ello porque seguramente sería vendido a quien pagara lo suficiente.

Su mente divagaba en los días que habían pasado sin visitar al pelinegro y todos los que tendrían que pasar para poder levantarse por su propia cuenta e ir a ser rechazado por aquel chico de mirada dulce.

—Terminamos.—avisó el castaño levantándose de la cama.—Sé que te preocupa saber cómo quedará tu piel después de esto, pero el doctor dijo que con buenos cuidados y con paciencia, no habrá marcas permanentes.

Jimin alzó la mirada buscando encontrar sinceridad en las palabras de su amigo.

—Es cierto, realmente me dijo eso.—aseguró caminando hacia la mesa donde había dejado la bandeja de comida.—Me gustaría que hablaras conmigo, sé que estás agobiado y no es justo que te deprimas solo si podemos hacerlo juntos, como siempre.

El castaño le sonrió mostrando su encanto como acostumbraba a hacer cuando buscaba que este le tuviese confianza.

Quince años de amistad fueron suficientes para saber quién era y porque podría confiarle su vida misma.

Eran niños cuando cruzaron miradas y decidieron tener un extraño acercamiento a conveniencia para completar una tarea encomendada, un motivo trivial que dio inicio a una gran amistad que parecía ser irrompible y a este punto, le podría perdonar todo solo por tratarse de él.

—Abre la boca.—ordenó acercando la cuchara con sopa de vegetales y Jimin obedeció.—¿Está rica?—preguntó y este asintió gustoso.

Luego de la sopa llegaron unos fideos con carne que el pelirosa saboreó poco a poco, logrando provocar a su amigo y terminaron por compartir el platillo.

—¿Está bien que coma contigo? Esto debería ser para ti.—comentó dudoso.

—Es mi comida y yo decido con quien compartirla.—pronunció Jimin después de terminar de masticar lo que tenía en la boca.

—¡Pensé que te habías quedado sin lengua!—exclamó el menor, logrando una mirada de desaprobación a su comentario de parte de su amigo.

—No tenía ganas de hablar contigo, es todo.—respondió notando la mueca del contrario.

—Callado, te me hacías más lindo.—habló entre dientes metiéndose el último pedazo de carne a la boca sin preguntar si Jimin quería comérselo.

—Te escuché y ese era mi pedazo de carne. Yo comí cinco y tú siete, eso no es para nada equitativo.—comentó fingiendo enojo.

—Tu equitatividad me la paso por las tetas.

Y ahí estaba la personalidad de Taehyung, que tanto le gusta a Jimin.

—La palabra es equidad y no tienes tetas, señorito Kim.

A diferencia del pelirosa, él si logró conocer su apellido o la fecha de su nacimiento.

Jimin era muy pequeño para saberlo y la maestra jamás le quiso dar detalles.

El apellido Park que acompañaba a su nombre fue una elección suya al ver en una vieja revista una hermosa mujer de la casa más famosa y más antigua del país.

Las hojas ya habían tomado un tono amarillento por el pasar de los años, pero la imagen de la muchacha seguía intacta.

Ella se llamaba Park Boom, ojos grandes, mejillas abultadas y un rostro angelical. Muchos decían que su belleza venía acompañada por una gran voz que usaba cada sábado en la noche para abrir el show.

Fue por su causa que Jimin corrió a toda prisa por los pasillos del burdel a contarle a su maestra que había encontrado un apellido perfecto para sí mismo.

Todos los que no recordaban en suyo, inventaban uno o se les era otorgado alguno disponible para no confundirlos.

—Es Park Jimin, maestra. Así quiero llamarme.—anunció el pequeño y la mujer se sorprendió por un segundo para luego asentir con una sonrisa.

—Definitivamente eres un Park.

Que tu cama sea mi hogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora