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Decidieron dormir en la cueva gracias a que el frío dentro del auto era insoportable y extrañamente, y ni siquiera el clima lograba perturbar la paz del lugar. 

Se las arreglaron para llevar lo necesario y dormir con tranquilidad en una parte de inspeccionada a detalle por Jimin.

—No es del todo cómodo, pero es acogedor e interesante.—musitó el pelirosa acostado en el abdomen del menor.

—¿Lo dices porque estás sobre mí?—preguntó Jungkook rodeando su cintura con su brazo derecho.

—Lo siento, pero yo soy más pequeño que tú, por lo que no podemos cambiar de lugar. Además, las mantas han mejorado considerablemente la sensación de estar acostados en el suelo.

—Si, pero aún pesas.

Como era de esperarse, Jimin reaccionó de forma agresiva ante su comentario, golpeando su rostro con una suave bofetada.

—No hablas de mi peso cuando intentas tener sexo conmigo en posiciones extravagantes.

—Eso tiene una explicación lógica, pero hablar de ello hará que mi temperatura requiera un record guinness por lo que deberíamos evitar el tema.

Un par de comentarios sobre los gusanos colgantes en la cueva y alcanzaron el sueño. 

A la mañana siguiente emprendieron camino hacia Seúl con un fuerte dolor de espalda, pero con suficiente ánimo para enfrentarse a sus vidas nuevamente.

Dejaron el auto en el taller y volvieron a la casa del pelinegro, no sin antes comprar algo para comer durante el día.

—Llevas dos noches aquí, es tu tiempo de partir.—bromeó el menor acariciando su cabello mientras veían una serie sin realmente prestarle atención, en el sofá.

—¿Debería irme y buscar a otro hombre que me dé un espacio en su humilde hogar?—se preguntó en voz alta.—El que conseguí ya no quiere tenerme más de cuarenta y ocho horas en su casa.

—Sabes que no es mi intención sacarte de aquí, pero tampoco quiero causarte problemas.—respondió con seriedad en sus palabras.

—Solo disfruta mientras esté aquí, ¿bien?—Jungkook asintió no tan convencido de su respuesta.—Me dejaron salir por más tiempo porque Gunwoo desapareció y están tratando de encontrarlo para denunciarlo ante las autoridades, aunque creo que realmente quieren cobrarse lo que nos hizo, no lo matarán, pero sabes a qué me refiero.—El menor volvió a asentir.—Me gustaría ser parte de ello, acabar con su vida con mis propias manos, pero no me lo permitieron y me enviaron contigo.

—¿Conmigo?—Los ojos de Jungkook se abrieron considerablemente y su rostro sorprendido hizo reír al mayor.

—No saben de ti, pero sospechaban de la razón de mis escapes, por lo que tuve que decirles una parte de la verdad.—explicó—Solo dije que estoy viendo a alguien fuera de los distritos A y me permitieron seguir haciéndolo porque era mejor mantenerme alejado de la casa Gold hasta que lo encuentren.—contó jugando con sus dedos.—Emitieron un comunicado sobre mi estado de salud por causa de una enfermedad que me mantiene en cama por lo que no estaré disponible por dos meses, son las vacaciones más largas de mi vida y ya se me acabó un mes en la recuperación.

—¿Cuánto tiempo llevan buscándolo?—preguntó Jungkook ignorando lo que Jimin le acaba de decir.

—Dos días después de que lo sacaron a patadas del burdel.—respondió.

—Son unos inútiles.—susurró abrazando el cuerpo del pelirosa con fuerza.

—Olvida eso. ¿Quieres comer? Me ofrezco a cocinar para ti.—Se levantó de su lugar, animado y el contrario asintió sonriendo para luego verlo partir hacia la cocina.

Mientras Jimin buscaba en la dispensa algo comestible, Jungkook tomó teléfono y marcó un número en específico.

—¿NamJoon? Hola, necesito que contactes a Yoon. Sí, sé que le dije que no lo haría, pero si me ayuda con esto accederé a llevar ese paquete al distrito B6.—el receptor habló un poco más y nuevamente Jungkook respondió.—Mañana a las 9 a.m. en el bar, no puedo quedarme más de media hora. Sí, está aquí y no puedo dejarlo solo por mucho tiempo.

El contrario se carcajeó antes de acceder.

—Con un demonio Nam, no voy a permitir que te le acerques con la escusa de cuidarlo mientras no estoy y dile a Yoon que llegue a la hora indicada o no hay trato.

Jimin se acercó al escuchar una especie de discusión preguntándole si se encontraba bien y con quién conversaba.

—Trabajo, no me quieren vender unas piezas al precio de siempre, pero ya encontraré otro proveedor. Tengo uno en mente, perdón por preocuparte.—dijo notando la expresión del pelirosa.—Te ayudaré a cocinar, ¿está bien?

Jimin asintió satisfecho.

—Entonces, ¿por cuánto tiempo iluminarás este hogar con tu presencia?—preguntó antes de meter a su boca algunas verduras hervidas.

—La maestra dijo que me quede por un par de semanas con mi príncipe indigente, creo que le agradó la idea de que seas hombre.—Esto último lo dijo en voz baja, pero Jungkook logró escucharlo.

—¿Mmm?

—Bueno, es una larga historia que tendré tiempo de contarte luego, pero en resumen, entre hombres no hay bebés y eso le gusta. ¿Te imaginas a un prostituto siendo padre? Demasiado trágico.

Jimin intentaba decir cada palabra como una especie de broma, pero el contrario sabía que dentro de su discurso había algo más, otra oscura verdad.

—¿Te gustan los hombres, Jimin?—La pregunta sonaba estúpida, pero considerando la idea de que este había sido obligado toda su vida a acostarse con quien pagase por él, podría tener algo de lógica.

—En definitiva, siempre sentí atracción sexual a los hombres. Incluso antes de cumplir la mayoría de edad, recuerdo que a mis dieciocho años me gustaba de un tipo de treinta que venía cada domingo a ver a uno de los chicos más cotizados de la casa y nunca me miró ni de reojo, maldito desgraciado, aún lo odio.—confesó golpeando los palillos contra su plato.—Cuando cumplí veinte ofrecí mi primer show y él estaba ahí mirándome como si fuese la primera vez que yo aparecía en su campo de visión.—calló un segundo y luego continuó con su relato.—Bueno, tal vez para él era la primera. En fin, como era de esperarse, lo dejé impresionado y pidió mis servicios, pero lo rechacé como el Dios que soy.

Jungkook no podía negar que su corazón se calmó al escuchar que lo había rechazado.

—¿Cómo lo hiciste?—preguntó con curiosidad.

—Le dije a la maestra que sería problemático si aquel chico se enteraba de que su cliente favorito por tres años consecutivos no había dudado en cambiarlo por mí, este podría odiarme y ella aceptó rechazar sus propuestas por las siguientes cuatro semanas hasta que se cansó de esperar su turno porque mi maestra le decía cada semana que ya tenía clientes suficientes por noche.

—Bastante creativo, pero su perseverancia duró poco.

—¿Poco te parece un mes?—cuestionó el mayor.

—Yo hubiese esperado más o habría mejorado la propuesta.—Tomó su barbilla, pensativo.—Él tenía el dinero suficiente para ir por tu compañero cada domingo, supongo que le alcanzaba para triplicar tu tarifa.

—Eres un caso perdido, Dios no te dio dinero porque lo gastarías en un maldito burdel.—bromeó el mayor.

—Por ti puedo irme al infierno sin remordimientos.

Esto lo dijo tan convencido que Jimin no dudó de su palabra ni por un segundo, lejos de asustarse, le llenó de seguridad y confianza,

Que tu cama sea mi hogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora