10 de Mayo de 2020 3:56 pm, Ciudad de México.
Aysel Ferrara Ávila.
Buscó a su madre con un ramo de rosas amarillas en sus manos por toda la casa de su familia, sin embargo, no logró encontrar a nadie. La ausencia de sus padres en la propiedad indicaba que ambos podían estar trabajando en algún restaurante perteneciente a la familia.
Ferrara llamó a su padre, quien le indicó con prisas que Ana María estaba a unas cuantas calles de ahí, en el Parque Centenario de Coyoacán, donde se ubicaba uno de los locales de Los Gorriones, una cadena de restaurantes fundada y administrada por sus padres.
Salió de la casa y caminó hasta la esquina donde se incorporó a Francisco Ortega, avanzó tranquilamente por las banquetas amplias y las calles tranquilas de Coyoacán. Los árboles a lo largo del camino movían sus hojas por el viento y las lluvias pronosticadas para la tarde de ese domingo daban sus primeros indicios con nubes grises pintadas en el cielo.
Siguió su andar hasta llegar a Felipe Carillo Puerto, calle que cruzó a la carrera mirando en el sentido de los autos para estar a salvo. El centro concurrido no era sorpresa para ella que vivió desde muy pequeña en la zona.
La mirada de uno de los coyotes, de la fuente insignia de la alcaldía, apuntaba hacia la dirección del restaurante con fachada colonial propiedad de sus padres, ubicado entre el Restaurante Ave María y El Huarache.
Entró sin restricciones por parte de los empleados, ya que cada uno de ellos la conocía, por lo que no perdieron la oportunidad de saludarla cuando entró al local sin dejar de lado sus actividades habituales. Ferrara avanzó lentamente hacia la cocina donde sorprendió a su madre dando órdenes vestida con una filipina blanca impecable y un mandil del mismo color.
Su madre notó su presencia casi al instante y dejó lo que hacía para acercarse a ella. Aysel la recibió con el ramo de rosas amarillas en sus manos y una sonrisa amplia.
—Feliz día de las madres —le dijo—. Te traje tus favoritas.
Ana María llenó sus ojos de lágrimas, abrazó a su hija y recibió el ramo de flores. El cariño entre ambas fue notorio para todos los presentes que dejaron que madre e hija vivieran su momento sin interrupciones.
—Ay, mija —habló con los ojos llorosos—. No tenías que traerme nada.
—Tenía que venir a verte para felicitarte y llevarte a comer —contestó Aysel—. Fui a buscarte a la casa, pero no encontré a nadie, mi papá me dijo que elegiste venir a trabajar al local.
—Sí, surgieron algunos asuntos y vine rápido. Solo iban a ser un par de minutos, pero me quedé para ayudar.
—Hoy podemos suspender tus labores un rato, mamá. Vamos a festejar, ve a cambiarte —dijo Aysel con entusiasmo—. Te llevaré a comer.
—No, mija. Tengo cosas que hacer aquí y hay mucha gente, es mejor que me quede ayudándoles —se opuso a la propuesta.
—Señora Ferrara, no hay ningún problema si usted se retira con la señorita Aysel, podemos lidiar con esto. Vaya a disfrutar su día —sugirió un cocinero.
Ana María analizó dudosa la sugerencia, la aceptó con la condición de que al día siguiente regresaría a trabajar sin que nadie se lo impidiera, a pesar de que ya no estaba tan presente en los restaurantes. Ella retornó con su hija después de cambiarse para que fueran juntas a comer.
Aysel se mostró atenta y cariñosa como siempre, mientras que su madre se sentía bastante cuidada por su hija menor. Ferrara insistió en esperar en el parque a Marco, quien llegó en su auto y las recogió a ambas para llevarlas a un lugar especial para festejar a su madre. Ana María gozó del resto de la tarde entre los detalles y cuidados de sus hijos, quienes demostraron lo importante que era en sus vidas y el amor que le tenían.
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SOUFFRANCE | Primer Libro
Ficção GeralAysel Ferrara Ávila es una asesora mexicana cuya vida está afectada por dos cosas, la primera de ellas, un trauma que dificulta su manera de relacionarse con otras personas, y la segunda, una vida criminal la cual debe de mantener oculta por el bien...