Capítulo 30: Manías Insanas

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10 de Diciembre de 2020 10:49 pm, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

A veces se necesita un poco de adrenalina sin peligro para poder continuar con una vida más relajada. Esa fue la idea que las motivó esa noche a asistir a una carrera clandestina de la cual Lilith salió victoriosa. Aysel observó su auto dejar a los demás atrás y luego retornar su curso para llegar hasta donde estaban los espectadores, entre ellos Aysel, quien esperaba a su novia con una sonrisa orgullosa.

Romanov bajó de su Nissan GT-R de color verde y recibió los aplausos de los aficionados que la veían con fascinación. No solo era bonita, también talentosa, lo que llamó más las miradas a su alrededor, sin embargo, antes de que alguien más pudiera acercarse, Aysel avanzó hacia ella y la recibió con un abrazo levantándola unos segundos del suelo cuando Lilith dio un pequeño salto emocionado. La besó enfrente de todas las miradas interesadas en ella demostrando que tenía ese privilegio.

—¿Humille demasiado a todos o crees que fue poco? —preguntó Lilith sonriendo.

—Los dejaste muy atrás. Casi sin esfuerzo —contestó Aysel—. Algo natural en una mujer tan espectacular como tú.

—Ya que me lucí, ¿Qué me vas a dar de premio? —cuestionó.

Ferrara analizó su expresión coqueta, sus ideas podían reflejarse en sus ojos seductores que intentaban transmitirle algo más.

—¿Qué quieres que te dé? Pide lo que quieras —contestó Aysel.

Romanov sonrió. Se acercó a su oído para susurrarle.

—Quiero un Strap On —dijo tomándola del cuello mientras le hablaba al oído—. Ya sabes, para practicar el movimiento de tu pelvis. Sé que podemos aprovecharlo muy bien.

—Eso suena a que quieres morder la almohada —habló tomándola de la cintura impidiendo que se apartara.

—Apuesto a que tú también quieres verme así —soltó una pequeña risa pegando su cuerpo al suyo—. ¿Cierto?

Lilith tenía razón.

—Cierto —confirmó—. Te daré lo que quieras.

Romanov se alejó con una sonrisa satisfactoria por haber conseguido lo que quería. Aysel agregó su petición a su lista mental de pendientes urgentes, los cuales tenían prioridad por encima de todo, como Lilith. La pelinegra tomó su dedo índice y medio para guiarla hacia el auto.

—¿Nos vamos? —preguntó con una mirada tranquila e incluso inocente.

Aysel suavizó su expresión al ver ese rasgo de su personalidad, asintió y besó su mejilla antes de comenzar a caminar directo hacia el vehículo. Lilith le abrió la puerta del lugar del copiloto antes de subir también y arrancar con dirección al departamento de Ferrara. Avanzaron por las calles aún transitadas de la ciudad, bajo las luces de las farolas, edificios y otros autos. Ese momento se sintió como una antigua costumbre suya que volvía a hacerse realidad después de haber pasado mucho tiempo separadas, pero ahora se sentía mucho más sereno y maduro.

Tomó la mano de la pelinegra cuando la colocó sobre la palanca al cambiar de velocidad en el semáforo, entrelazó sus dedos y besó el dorso de su mano atrayendo su atención.

—Estás siendo muy cariñosa conmigo, algo quieres —comentó Lilith.

—Te quiero a ti —contestó—. De todas las formas posibles.

Lilith se sintió feliz al escuchar eso. La castaña lo notó y se recargó en el asiento sonriendo. La soltó para después poner su mano sobre uno de sus muslos sin hacer nada más que acariciarla de manera cariñosa, sin ninguna otra pretensión. Así transcurrió el camino hasta que llegaron a su casa, ordenaron la cena y comieron juntas.

SOUFFRANCE | Primer LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora