Capítulo 24: ¿Depredador o Presa?

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29 de Octubre de 2020 11:50 am, Ciudad de México.

Ana María Ávila.

En el sureste del Centro Histórico de la Ciudad de México, ubicado en la esquina de la calle Congreso de la Unión y Av. Morelos, estaba el Mercado de Jamaica, un recinto donde se podían comprar flores, plantas ornamentales de origen mexicano y extranjero. Aquella ubicación fue el lugar de mayor interés para ella y para su hija, que buscaban comprar macetas con flores de cempasúchil para la decoración de la casa por la temporada.

Ana María era muy selectiva a la hora de comprar sus plantas, por lo que declinó el ofrecimiento de sus empleados de comprar las que necesitara cuando fuesen a comprar el pedido que tenían pendiente para los locales de los restaurantes. La mujer aplazó su visita al Mercado de Jamaica por su trabajo y por la falta de alguien que la acompañara a comprar para cargar las macetas y transportarlas.

Para su suerte, Aysel se ofreció a llevarla al mercado construido en 1950, que contaba con más de 1000 puestos de flores y plantas. Su hija tenía tiempo libre después de haber renunciado a su trabajo y tomar un descanso mientras no necesitara salir del país para ir a trabajar al extranjero, como se volvió costumbre desde meses atrás. Ferrara estaba feliz por compartir tiempo con ella recordando los viejos tiempos en los que ella era más joven e iba con toda su familia a comprar plantas para la casa.

—Me hubiera gustado venir con tu papá y tu hermano, así no te traería cargando tantas macetas —comentó Ana María, refiriéndose a la caja de baja profundidad que traía su hija con media docena de macetas de cempasúchil.

—No te preocupes, ma' —contestó Aysel—. Me sirve para hacer ejercicio. Además, no es cansado ahora que he estado en el gimnasio con Lilith y Dmitry.

—Ay, esos muchachos me caen muy bien —habló la mujer mayor—. La otra vez estaba hablando con el güero sobre comida y me mandó unas recetas rusas que he querido probar, se me hicieron muy buenas. Solo que estoy esperando a que vuelvan a ir de visita para que me enseñe como se preparan.

Aysel sonrió al escuchar que su madre se llevaba bien con sus amigos.

—Lilith es muy linda, me mandó las fotos de tu graduación el otro día. Te veías muy guapa, mija —halagó su madre—. Por cierto, invité a Dmitry a hacer pan de muerto.

—¿Cuándo lo invitaste? —preguntó Aysel.

—El primero. Temprano para que el pan esté listo para la ofrenda en la noche. ¿Vas a ayudarme a ponerla o tienes algo que hacer? —cuestionó su madre mientras seguía caminando viendo varias plantas.

—Sí, puedo ayudarte. Estoy libre el primero, pero creo que el dos tendré algo que hacer —contestó Aysel.

Ana María no le hizo mucho caso cuando un árbol de ciruelas pequeño llamó su atención. El vendedor no tardó en hacerle una oferta y hablarle sobre los precios.

—No, gracias, joven, nada más ando viendo —contestó amablemente volviendo a retomar su ritmo—. ¿Qué te estaba diciendo?

—Lo de la ofrenda. También que invitaste a Dmitry a hacer pan de muerto —contestó Aysel.

—Ah, sí. Le dije que se trajera a Lilith. Esa muchacha me cae muy bien —habló Ana María—. Como que es muy agradable y prudente. Siempre quise una nuera así, pero no te pusiste las pilas, mija.

—¿Qué? —preguntó Aysel desconcertada por la naturalidad de su comentario.

—Ay, ni te hagas la loca, Luna. Se nota que tuvieron ondas antes —explicó Ana María—. Pero ni modo, me tocó una nuera como Elena.

SOUFFRANCE | Primer LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora