Capítulo 10: Encuentros Familiares

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05 de Junio de 2020 6:47 pm, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

La ventana a sus espaldas le otorgó la luz suficiente para que no tuviera que encender la luz eléctrica de su oficina al leer los reportes que Lilith le entregó. Indagó profundamente en cada uno de los datos mientras ponía los papeles sobre sus muslos completamente concentrada en su lectura. Las manecillas del reloj avanzaron sin que ella se diera cuenta del paso del tiempo, ya que, buscar una explicación para todo lo que sucedió, fue su prioridad desde la última reunión que tuvo a medio día.

Se recargó sobre su silla de cuero y puso los mismos papeles que tenía en sus muslos sobre su escritorio. Observó nuevamente la pantalla de la computadora frunciendo el ceño por el dolor de cabeza que comenzó 15 minutos atrás. Su teléfono vibró repetidas veces durante todo ese lapso de tiempo, Aysel tenía una conversación con Elena por mensajes, la cual estaba más enfocada en lo banal que en lo profesional de sus charlas usuales. El estómago de Ferrara gruñía producto de no haber ingerido alimentos en toda la tarde.

Escondió los documentos entre otras carpetas al escuchar que su asistente golpeó con sus nudillos la puerta para que le permitiera el paso. La mujer se paró frente a ella para hablarle sobre algo, pero fue interrumpida por la asesora.

—Señorita García, ¿Puede ordenar algo de comer por mí, por favor? —pidió amablemente.

—Claro, jefa —contestó—. Por cierto, la señorita Morel está en la sala de espera, llegó hace un par de minutos y solicita verla.

—Hágala pasar —indicó enderezándose y acomodando la camisa celeste con rayas blancas verticales para lucir presentable.

García asintió y salió de su oficina para indicarle a la diseñadora que podía pasar. Elena entró pocos segundos después luciendo una camiseta de manga corta color morado pastel y unos jeans de mezclilla claros. La chica se veía relajada y cómoda usando su conjunto casual. En sus manos llevaba un par de bolsas de plástico blancas cuyo contenido causaba curiosidad en la asesora.

—Pasaba por aquí y quise hacerte una visita rápida —habló antes de que Ferrara pudiera saludarla—. No me quedaré mucho tiempo porque tengo trabajo que hacer, pero te traje comida. Me preocupé cuando dijiste que no saliste a comer.

Puso las bolsas de plástico sobre el escritorio cuidadosamente para no tirar nada y sacó dos recipientes de unicel.

—Elena, no tenías que traerme algo de comer —dijo con modestia—, estaba por ordenar comida.

—Descuida, ya no tendrás que hacerlo. Traje pasta, pollo y ensalada. No sabía que traer, así que escogí algo simple que podía gustarte —contestó Morel—. Me preocupa que te saltes tus horas de comida.

Sus palabras fueron reforzadas por una expresión de obvia preocupación en su rostro. Aysel vio una mueca desanimada en sus labios y no pudo rechazar el gesto que Elena hizo por ella.

—Gracias —contestó con una media sonrisa.

—Hay agua, refresco y jugo en esta bolsa —señaló la bolsa más pequeña—. Por si tienes sed. Ah, también traje un postre, es un flan napolitano.

—¿En serio? —preguntó Ferrara con la mirada brillante y la emoción de una niña pequeña—. Yo amo el flan napolitano.

La reacción de Aysel desconcertó a Elena, quien tardó en procesar su expresión y la energía que le trasmitió en ese momento.

—Sip —confirmó la diseñadora antes de mirar la hora en su celular—. Debo irme, disfruta la comida.

Elena se despidió con un gesto con la mano rápidamente de Aysel antes de darse la vuelta con la vista en su celular y caminar hacia la salida. Se detuvo en seco antes de girar la manija de la puerta al recordar un detalle importante.

SOUFFRANCE | Primer LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora