Aysel Ferrara Ávila es una asesora mexicana cuya vida está afectada por dos cosas, la primera de ellas, un trauma que dificulta su manera de relacionarse con otras personas, y la segunda, una vida criminal la cual debe de mantener oculta por el bien...
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06 de Octubre de 2020 7:50 pm, Ciudad de México.
Elena Morel Garza.
Despertó aquella mañana con la misma sensación de los días anteriores, una que no se desvaneció durante toda la tarde hasta que llegó la noche. Morel apenas hablaba con su abuelo y mantenía su relación distante con él desde que Pierre intentó golpear a su novia. El dolor y la presión de su relación con su abuelo la mantuvo alejada de Aysel todo ese tiempo, en el que ni siquiera le llamó o le mandó un mensaje para asegurarse de que estuviera bien, pues, reconocía que el golpe de ese bastón dejaba marcas dolorosamente notorias.
Ayudó al hombre a empacar sus cosas y llevó sus maletas hasta su auto. Pierre subió del lado del copiloto y se sentó en silencio tras subir al vehículo. Elena cerró la cajuela y subió también para encender el motor y arrancar. El destino era el aeropuerto de la Ciudad de México, la visita de su abuelo terminó y en el fondo ella se sentía agradecida de que fuese así. Si bien, verlo resultó agradable para ella, lo sucedido causó muchos más conflictos de los que ya había antes.
(Conversación en francés).
—¿Hablaste con ella? —preguntó Pierre.
Elena no respondió. Mantuvo la mirada al frente y encendió la radio para no tener que convivir en el incómodo silencio.
—Soleil —la llamó en un tono menos hostil—. ¿Estás segura de lo que haces?
—Sí. No necesito que tomes mis decisiones por mí, abuelo —contestó de manera indiferente, sin mirarlo.
—Estás actuando como una niña encaprichada y eso te va a traer muchos problemas —habló él con los brazos cruzados.
—No pedí tu opinión, abuelo. Como dije antes, son mis decisiones, me haré cargo de ellas y de sus consecuencias.
—Si es así, entonces olvida que existo —contestó Pierre.
—¿Qué? —Elena detuvo la marcha y volteó a ver al hombre.
—Yo no quiero una nieta que se desvíe del camino que le enseñé y mucho menos que lo arriesgue todo por otra mujer —tomó una pequeña pausa—. Mientras estés con ella, olvídate de mí.
El corazón de Elena se rompió a cada segundo mientras escuchaba aquello. Podía sentir el vacío en su pecho y la tristeza a punto de fluir por sus ojos, sin embargo, respiró para tranquilizarse, volvió a arrancar y mantuvo la mirada al frente tratando de olvidar la ola de malos pensamientos que la golpeaban constantemente. Solo deseaba que el camino no fuese tan largo y la pena más ligera.
Se sintió ajena a lo que sucedía a su alrededor, a las personas pasando por las aceras laterales, los autos que rodeaban el suyo y la persona sentada a su lado que actuaba como un cruel juez que sabía más de condenas que de indultos. No pudo evitar recordar a su madre y conectar con ella de una forma que nunca había experimentado antes. La historia se repetía ante sus ojos, Pierre siendo cruel y ella intentando ir detrás de lo que quería, o más bien, se convenció de querer.