Capítulo 34: Estallido de Riesgos

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01 de Enero de 2021 6:34 pm, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

El primer día del año había comenzado tranquilo desde la noche anterior que festejó con su familia, pareja y amigos, sin embargo, un presentimiento matutino la molestó hasta llegada la tarde, dónde dejó la casa de Lilith tras darle un beso en los labios, ya que tenía una reunión pendiente.

Se recargó sobre la barra de acero y hormigón con detalles maderados, disponiéndose a esperar a su cliente, alguien con una repentina urgencia de contactarla que parecía estar muy interesado en su trabajo. Ferrara aceptó la reunión debido a su disponibilidad de tiempo y a sus ganas de tener algo en que ocupar su tiempo libre.

El tipo de estatura promedio, delgado, calvo y de barba tupida, llegó a tiempo y se sentó a su lado en la barra para comenzar con la charla de rutina que Aysel tenía con todos sus clientes. Para acompañar su conversación, ambos pidieron algo de beber, él un whisky, mientras que ella un simple cóctel sin tanto alcohol, teniendo precaución para que no hubiera un efecto secundario con el medicamento que estaba tomando.

Todo parecía estar normal, desde la conversación laboral que tenía con la persona frente a ella, hasta el ambiente a su alrededor. Algunas copas hacían ese ruido característico del cristal al chocar, había algunos murmullos de las conversaciones de otras personas e incluso algunas carcajadas en el fondo del local. Nada en ese ambiente la alertó hasta que comenzó a experimentar sudoración y agitación, síntomas anormales que la alertaron, ya que no había en lo absoluto causas para estos.

Miró su bebida preguntándose si esa había sido la causante de su malestar. Nada a la vista o en su sabor se veía extraño. La plática paró de golpe cuando los síntomas de Aysel se volvieron más evidentes.

—¿Todo bien, señorita Ferrara? —preguntó su cliente desconcertado.

Ferrara tomó un respiro para calmarse antes de responder.

—Sí, ¿Puede permitirme un momento? Necesito ir al baño —habló Aysel.

—Por supuesto, aquí la espero —contestó.

Se levantó de su sitio tambaleando con su cuerpo temblando y la vista nublada. Caminó lo mejor que pudo hacia el baño, disimulando su malestar. El mareo le impidió continuar cuando llegó a una zona no tan visible del local, un largo pasillo que conducía a las bodegas y a los baños del establecimiento.

Se recargó en la pared sintiéndose mal, volteó hacia donde estaba la entrada para pedir ayuda, pero no podía caminar hasta ahí y mucho menos gritar por ayuda debido a la debilidad que apareció en su cuerpo. Al cabo de un par minutos, los síntomas aumentaron provocando dificultades para respirar, náuseas y somnolencia.

Se deslizó por el muro hasta sentarse en el suelo cuando sus piernas perdieron fuerza. Sacó con dificultad su teléfono celular de su bolsillo e intentó desbloquearlo para marcar por ayuda, pero no pudo hacerlo, porque su vista estaba tan nublada que no podía distinguir con claridad la pantalla. Nadie pasaba por ahí, estaba sola en el pasillo sin la posibilidad de gritar o caminar más cerca de la entrada para pedir ayuda.

Comenzaba a pedirle al cielo que alguien apareciera y la ayudara, un mesero o incluso un cliente, alguien que pudiera llegar a auxiliarla cuando ni ella misma sabía lo que le estaba pasando.

Una figura borrosa se acercó a ella, su rostro se veía difuso aunque estuviera cerca. Al escuchar su voz intentó reconocer de quien se trataba, pero no lograba reconocerla. El joven se acercó extrañado al verla ahí en el suelo, en ese estado, le hizo varias preguntas que Aysel no pudo responder.

SOUFFRANCE | Primer LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora