Capítulo 32.

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Sin duda alguna Thiago, ya se había trastornado y tan solo ha pasado una semana, y el hombre ya está hecho totalmente paranoico.

—No consideras que estas exagerando, no le veo lo malo en que a veces la información pueda ser confusa.

—No tiene porque, si no tienen nada que esconder—. Si no hacia algo, esto se podría salir de control.

—Thiago, en realidad si hay algo—. Me mira con interés—. Pero igual no puedo decírtelo. Es un secreto y no lo romperé para que no desconfíes de los Ganther.

—¿Y cómo sabes que se trata de lo mismo?

—Porque se trata de un chico, ¿no es así? —No me responde—. Eso imagine, deja eso por la paz. Fuera de ese tema, no existe nada malo o fuera del lugar—. Le aseguro.

—Baja a que te quiten los puntos.

—Thiago—. Lo detengo, antes de que salga de la habitación—. Si sigues con eso, Bastián sabrá algunas cosas y Alda, podría salir lastimada.

—No le diré a nadie, es lo único que puedo hacer por ti. Y por nadie me refiero a nadie, ni siquiera a ti—. Sale de la habitación.

Bajo a la sala médica, ahí ya está Ana, que se encuentra acomodando algunos medicamentos.

—Hola Ana—. La saludo, acomodándome en la camilla.

—Hola Rhea, lista para que te quite los puntos.

—Mas que lista—. Y bueno, quizá la recuperación completa, o por lo menos que ya pueda estar el noventa por ciento recuperada, me llevaría quizá unos dos meses y si me cuidaba a la perfección, quizá un mes y medio o más.

Ana, procedió a quitar los puntos. Nunca sufrí heridas que requirieran alguna intervención médica, únicamente raspones, gracias a los entrenamientos, y aunque Melanie y yo, tuvimos que aprender atender una herida, nada es peor, que verlo en ti mismo.

—Y bien Ana, ¿Cómo es que llegaste aquí? —Le cuestiono sutilmente.

—Conocí a Thiago, cuando tenía dieciséis años y el diecinueve—. Ana no duda en continuar contándome—. Mi familia, y otros conocidos emigramos a estados unidos, en busca del famoso sueño americano, desafortunadamente mis padres murieron en el camino, y solo llegue yo.

—Lo siento mucho Ana, lo lamento.

—Gracias Rhea, lo que siempre he lamentado es que ahí se quedaron sus cuerpos, en el fondo del desierto, no pude hacer una misa con un cuerpo, ni siquiera existe una tumba. Los extraño mucho, en ese intento para pasar a estados unidos, perdí una parte de mí, que no permite volver a ser la que era—. Mi padre siempre me decía que los golpes que sufrimos nos cambian de por vida, y que, aunque intentemos volver a ser los de antes, eso no pasara.

—Se que mis palabras quizá no ayuden de mucho, pero quizá no tienes un cuerpo a quien llorar, pero siempre los tendrás presente, estarán contigo, a donde sea que vallas.

—Gracias, tus palabras significan mucho para mí. Cuando llegamos, un amigo de mis tíos nos ayudó a llegar a Nueva York. Después de ahí, no supe más de mi familia, hoy en día se en dónde están, pero no soy muy cercana a ellos, en ciertas situaciones es donde conoces a tu verdadera familia, amigos y sobre todo aquella familia con la que no compartes línea sanguínea. Yo nunca dejaría a quien me ha brindado una mano, al menos que esté muerta, de otra forma, nunca lo haría.

—Entiendo.

—Anduve vagando como pude, y gracias a dios no morí en el intento, encontré a Thiago, cuando un policía me perseguía por un centro comercial. Vi la oportunidad y la aproveche, Thiago iba saliendo del auto, y como pude me metí, Thiago solo observo la situación, y obviamente Marcus, me vio como si fuera lo peor, estaba a punto de bajarme a jalones, pero Thiago lo detuvo, y subió a su auto. Ahora estábamos ahí los tres. Marcus, Thiago y yo.

RIENDAS... (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora