Capítulo 50

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Doy un pequeño repaso a la habitación, la cual es muy similar a la de Alda. Hay una cama lo suficientemente amplia para dos personas, en mi caso una. Un mueble a cada lado de la cama y una mesita de noche del lado derecho, estos tienen una lampara sobre los buros en cada uno de estos. Dos ventanas amplias, con cortinas color azul pastel, entre ambas ventanas hay una mesa, estilo tocador, con un espejo ovalado un tanto antiguo y una lampara. En la pared, justo arriba de la mesa, estilo tocador y entre ambas ventanas, hay un cuadro amplio de flores. Hay una silla, del mismo material que la mesa, estas también antiguas. Techo alto y pintado de color blanco. Las paredes están pintadas de color pistache. Del techo cuelgan lámparas. El piso se encuentra alfombrado. En el final de la cama, hay una mesita redonda. Frente a la mesita redonda, hay una pequeña alfombra de tonos, cafés, marrones y guindas.

Toda la casa de Alda, o como yo la llamo, el castillo de Alda. Esta decorado y amueblado con cosas antiguas. Quizá por la gran historia que trae hasta su habita. Pero sin duda me hace sentir que puedo viajar en el tiempo.

—¿Puedo pasar? —escucho al otro lado de la puerta.

—¡Si! —entra Alda, que cierra después de entrar.

—Te traje un sándwich —coloca el plato con el sándwich y el vaso de leche sobre la mesita de noche—. ¿Necesitas algo?

—No, gracias —la miro un momento y no quiero seguir con esta incomodidad—. ¿Pasa algo? —Alda me mira por un momento—. ¿Por qué Aidan te dijo eso?

—No le avise que iba a salir con alguien —me dice un poco apenada—, y... —suspira hondo y pesado— le dije que estaba contigo —la miro sin entender por qué lo hizo, entiendo el que quiera libertad, porque yo a veces también la necesito, pero ¿qué es lo que tenía que hacer?, para mentir. Y, sobre todo, que no me dijo nada.

—Alda yo... —no sé qué decir— si me hubieses dicho, te juro que no hubiera venido, y mucho menos le hubiera marcado a Aidan.

—No te preocupes, fue mi culpa. Hice algo que no debía hacer y acepto mi castigo —la tomo de las manos.

—Lo siento. Nunca había visto a Aidan tan molesto —pues parecía que le daría colera. Alda suelta un par de risitas.

—¿Qué pasa? —cuestiono con una sonrisa.

—Pienso en lo que hice y que solo me falto algo para que nadie me descubriera, y que horas antes te hable de la amistad. Pero me dio miedo pedirte algo, cuando eres mi mejor amiga —le doy un abrazo.

—Alda... puedes contar conmigo para lo que sea, haría cualquier cosa por ti —le digo honesta—. Si tan solo me hubieras avisado que querías tener un tiempo para ti, te hubiera ayudado. Siempre y cuando sepa con quien vas.

—Perdón Rhea —me da una cálida sonrisa—. En realidad, tuve una cita con un chico, pero aún no quiero decirle a Aidan, no quiero que prácticamente lo rastree —me dice un poco nerviosa—. Vas a creer que enloquecí, pero... creo que estoy enamorada, desde el primer día en que lo vi, no puedo borrarlo de mi mente y ahora el también siente por mi... —suspira— estoy realmente enamorada de él, es el amor de mi vida.

—Estas realmente emocionada —su felicidad me la transmite—, ¿Cuándo conoceré al chico misterioso?

—Muy pronto... pero ahora que me siento mejor porque lo sabes, necesito tu ayuda para frecuentarlo.

—Por supuesto que si —le aseguro—, pero con una sola condición.

—Está bien, la que sea.

—Tienen que verse en un lugar público. Si aun no piensas presentármelo está bien, lo acepto. Pero quiero estar cerca. Un ejemplo es que, si se citan en el centro comercial, pueden ir a comer o hacer un plan, y yo estaré por ahí. Será como si no existiera —me parecía lo más obvio, no podía arriesgarme a que algo le pasará a Alda. Aun no conozco al sujeto, así que no me arriesgare. Si llega a pasar algo, quiero estar cerca para poder avisar rápido a Aidan. Lo quiero de amigo, no enemigo y si algo le pasara a Alda y descubre que le mentí. Se volverá loco.

RIENDAS... (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora