Capítulo 59

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Llegamos cerca del límite que Thiago marco, todo se encuentra en completo silencio y tranquilidad, desde nuestra posición analizo el área, Carlos se acerca sin esconder ni una mínima parte.

—¿Qué haces? —lo miro alterada.

—Entrar, tanta tranquilidad... es obvio que nos espera.

Continúa caminando hasta pasar el límite, y tal como menciono, no pasa nada. Me apresuro a llegar hasta el, esperando lo peor de parte de Thiago, pero no sucede. Llegamos con tranquilidad hasta la entrada de la casa; esta está abierta, por supuesto que nos espera.

Entramos, todo está en completo silencio, en orden y limpio, como si nadie hubiera habitado la casa desde que nos salimos. Avanzamos con sigilo, percatándonos de que Thiago no nos sorprenda.

—El sabe que vendremos y que ya estamos aquí, pero si no nos ve, no cuenta —Carlos me guiñe un ojo—. Así que a que ir solo por lo indispensable. Subiré por un par de sudaderas, y mi encendedor... tu ve y asalta la nevera y el almacén. Solo cosas que sean prácticas. Te veo en la entrada en cinco minutos —asiento.

Corro a la cocina, entre los cajones y gavetas busco algo en que echar las cosas que nos llevaremos, encuentro una bolsa de tela, la agarro y procedo a echar lo necesario. Hay fruta, llevo manzanas y naranjas. Del almacén llevo, barras de avena, galletas y un par de latas de atún, frijoles y verduras. Del refrigerador saco unas cuantas botellas de jugo, agua y yogurt.

Amarro bien la bolsa la acomodo, lista para irme. Sobre la isla hay una bandeja con pan, dios hace demasiadas horas que no cómo, tomo uno y saboreo el exquisito sabor del pan, es majestuoso. Tomo un yogurt del refrigerador y me lo bebo todo.

—Quizá envenene el pan... —me atraganto al escucharlo— aunque al menos abras comido algo antes de partir de este mundo —tomo una servilleta y me limpio. No digo nada, no sé qué decir, tampoco sé si Carlos ya ha bajado—. Te comieron la lengua los ratones...

—A estas alturas no me interesa morir envenenada —confieso—. Tengo tanta hambre que podría comerme todo lo que tienes aquí.

—No fui claro al decir que no pasaran el límite —me mira con curia desde su posición.

—Esto claramente no es una obediencia —le digo obvia—, claramente estoy asaltando tu nevera. No vengo como tu aprendiz, si no como una...

—Embustera —termina por mí.

—Algo así —le restó importancia.

—Ya que entraste a mi casa sin permiso, eres como una pequeña delincuente. Así que tendrás que quedarte aquí —se acerca a mi—, pienso torturarte.

—Entonces yo me voy, gracias por sacrificarte por todos Rhea... —dice Carlos que no se en qué momento entro a la cocina.

—Mejor que estén los dos —le dice sin perder el control y cambiando el tono de voz que uso conmigo—. Entrar a propiedad privada es delito... en especial por interrumpir en mi casa.

Me acerco al lado de Carlos, agarrando con firmeza la bolsa donde heche todas las cosas. Carlos se muestra firme y decidido a salir de aquí y estoy dispuesta a seguirlo.

—Nosotros nos vamos —habla al fin—, te diría gracias. Pero sé que esto te lo cobraras y muy caro. Así que nos vamos —hace el amago de retirarse.

—Porque crees que puedes tomar las cosas de mi casa e irte como si nada —Carlos le da una mirada, como si fuera más que obvio.

—Nos dejaste entrar, es obvio que nos esperabas.

—No solo a ustedes —nos da una amplia sonrisa, esa que pone y que odio—, esperemos a los demás. Así que por favor esperemos en la sala.

Pasamos a la sala. Claro que llegarían. En toda el área no había nada con lo que pudiéramos alimentarnos, así que si o si teníamos que llegar a la casa para poder salir nuevamente con provisiones de todo tipo.

RIENDAS... (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora