39. Despedidas

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Bueno, el momento ha llegado, pañuelos en mano y a leer.
Espero sus comentarios por favorrr.
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Alassia

Wilhemina. Eso era lo único que mi mente tenía presente, ella era lo único cierto de lo que podía aferrarme en el huracán de mis emociones, alma y conciencia, en el conflicto bélico en el que se encontraban mis sentimientos y la lógica. ¿Debía pensar con el corazón o la cabeza?, porque lo cierto es que aquí debo elegir entre blanco o negro, entre la pelirroja y Daphne. Nada de puntos medios, no existen los grises.

Pensar en Wilhemina era detenerse a pensar en todo. ¿Cuánto tardan las memorias en desaparecer? Las que tengo con ella, jamás lo harían, pues es imposible, algunas cosas son demasiado profundas como para dejarlas a la suerte del olvido. Lo único que pretendo dejar atrás es la espantosa nostalgia que sintió mi corazón todos estos años... Ese sentimiento que aparece cada vez que tu memoria te trae algún recuerdo, no importa qué tan feliz o triste sea, siempre te dejará más vacío de lo que puedes estar.

Siempre me dije que lo que tuve con ella era historia, pero creo que jamás la solté. Ni siquiera aún cuando quería hacerlo, esa es la razón por la que tanto me dolía su memoria. A veces simplemente los sentimientos se quedan aunque les roguemos que se vayan, y si algo aprendí durante estos años es que la pérdida no mejora, no en realidad, sólo nos acostumbramos a ella, pero aún así tiene el poder de destruir a una persona. Aquí estoy, tal vez no destruida porque tuve ayuda, pero sí cambiada.

Aún en las noches más ruidosas su silencio y ausencia era lo que más oía, la extrañaba demasiado. Daphne era quien traía un poco de sonido a ese silencio para que no se sintiera tan abrumador. De no haberlo hecho, me habría quedado completamente sorda, mis tímpanos habrían reventado de la angustia si no oían algo que no fuera su risa haciéndome eco en los recuerdos que me arañaban por dentro.
En este momento me sentía como si estuviera pesando en una balanza a ambas mujeres, de un lado las cosas buenas, del otro lado las malas.
Jamás terminaría.

El bus viajaba tranquilamente vuelta a la ciudad, a casa. Casa. ¿Qué era eso? No sabría si así me sentiría al pasar por el umbral de mi departamento, cuando deba ver a los ojos a la mujer que detuvo el sangrado de mi corazón cuando parecía que iba a morir.

Dios... La culpa.

Soy una persona terrible. ¿Por qué siento culpa de ambas partes? No puedo elegir, si elijo a Daphne... No podré vivir con lo que le suceda a Wilhemina, además... Mi corazón le pertenece a esta mujer, sería idiota dejarla ir una vez más, pues esta vez sí la perdería para siempre.
Y con la pelirroja es igual, ¿qué se supone que haga Daphne luego de esto? La quiero demasiado como para que me odie, la estaría menospreciando, ella... Ella me salvó... Y yo le estaría pagando corriendo a los brazos de otra mujer.

-¿En qué piensas?- Wilhemina hablo por lo bajo a mi lado, habíamos decidido sentarnos abajo porque arriba la pasaríamos muy mareadas, no queríamos arriesgarnos. La observé de costado y ella tomó mi mano con delicadeza acariciando el dorso de la misma con su pulgar.- Parece como si quisieras arrojarte por la ventana.- ¿Vaya en serio? Si estuvieras en mi lugar quizás me entenderías querida.

-¿Soy una mala persona?- Le dije respirando algo agitada, mi respiración se estaba descontrolado y sentía mi corazón latiendo muy rápido.

-¿Qué? Claro que no ¿por qué preguntas eso? ¿qué tienes Lizzie? Tus manos están heladas y estás transpirando.- Sumado a eso también me estaba costando trabajo respirar, mierda, un ataque de pánico.

-Sólo dame un momento, es un ataque de pánico.- Me desabrocho el cinturón para ponerme de pie en el pasillo y reclinarme contra otro asiento, cierro mis ojos y trato de serenarme, pero en respuesta el cuerpo comienza a temblarme horriblemente al igual que mi respiración.- Mina no me siento bien.- Sabía controlar mis ataques pero esta vez estaba durando demasiado y en verdad me estaba asustando.

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