8. Familia

1.5K 107 13
                                        

Alassia.

Por puro reflejo abro los ojos y volteo para encontrarme con una preciosa Wilhemina durmiendo cubierta por las mantas hasta la nariz. Sus brazos me envolvían de manera protectora, podía sentir su respiración golpear levemente en mi piel.

Caí en cuenta de que hoy era sábado, es decir que hoy podía ir a mi hogar. Comprobé gracias a la hora en mi celular que se me estaba haciendo tarde para tomar el auto bus que me llevaría. Si lo pierdo deberé quedarme en el instituto, lo cuál no es tan malo porque tendré la excusa perfecta para pasar tiempo Mina.

Aunque creo que lo correcto es ir con papá, hace bastante no lo veo.

Con mucho cuidado de no despertarla salgo de la cama y opto por ponerme el uniforme, no quiero que alguien me vea corriendo por los pasillos de los profesores usando sólo un conjunto de seda azul, sería raro y peligroso.

Ay cariño... Te ves tan hermosa...

No pude evitar ver a Wilhemina por unos segundos, contemplar su belleza sin que se diera cuenta se estaba convirtiendo en uno de mis pasatiempos favoritos.
Sus pestañas eran tan largas como la noche y su piel parecia de porcelana, nadie en este mundo podría siquiera llegarle a la puntas de los pies.

Antes de irme deposito un beso sobre su frente y le susurro un "te quiero"...
Había descubierto que quería despertar junto a ella todos los días de mi vida si pudiera.

Me cambio de ropa una vez en mi habitación, algo simple, un buzo y unos vaqueros anchos, afuera está lloviendo y no quiero pescar un resfriado.
Antes de partir toco dos veces la puerta de Tara, ella me abre tres minutos después, tiene el cabello pegado al rostro y los ojos entrecerrados, al parecer acaba de despertar.

—¿Ya te vas a casa?— Me preguntó luego de dar un largo bostezo que me causó gracia.

—Sí, sólo venía a saludarte.— Le di un abrazo, su cuerpo estaba tibio, Tara es como un peluche abrazable, la ternura desborda de sus poros.

—¿Qué tal tu noche con la bella dama dragón?— Fruncí el ceño al oír aquel apodo, se suponía que así la llamaban en las demás instituciones.

—¿Conoces ese apodo?— Pregunto extrañada.

—Todos conocen ese apodo, loa chismes se corren muy rápido nena.— Asiente frotando levemente su rostro.

—Oh, supongo que debo actualizarme. Y ayer... Dios, la pasé excelente, pero no lo mal interpretes por favor.— Ella rió estirándose y negó. — Tampoco te agradecí por encerrarme con ella. Admito que al principio me dieron ganas de asesinarte, pero luego... Valió la pena.— Concluí sintiendome internamente plena y feliz.

—Me hace muy feliz oírte decir eso. Lo cierto es que no fue difícil, las dos me ayudaron bastante, en realidad eso no era parte de mi plan. Anoche iba a la cocina por un vaso de agua y las oí hablando en el piso de arriba. Un consejo, traten de no elevar tanto la voz porque de noche y entre tanto silencio se oye absolutamente todo.— Reí y negué.

—¿Tan sencillo fue encerrarnos?— Pregunté incrédula, lo cierto es que parecía un plan hasta minuciosamente planeado.

—Literalmente lo único que hice fue empujarlas. Oh, y de una de las salitas de al lado saque un pedazo de papel y les escribí esa nota.— A cada segundo más risa me causaba la situación de ayer porque se volvía más graciosa.

—Te reconocí por el pañuelo anaranjado que llevabas puesto que, por cierto, es mio.— Le reclamé en broma.

—Pero a mi me queda mejor.— Se pavoneó.

—Cuídala por mí hoy, ¿si? Regreso mañana por la tarde en caso de que pregunte. Oh y, anoche me confesó que le agradas.— Se le iluminaron los ojos y una enorme sonrisa de boba se formó en sus labios

Efecto Ivermony Donde viven las historias. Descúbrelo ahora