2. Clase extracurricular

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Alassia.

Para comenzar mi mañana es clave un latte de la cafetería. 

Hoy estoy feliz, la promesa que hice de no meterme en problemas con Ivermony lleva durando una semana completa y hoy vamos por el lunes de la segunda semana. Mi truco era sencillo, tratar de evitarla a toda costa pero claro, sin parecer grosera, no hay que olvidar que ella sigue siendo la rectora de Olimpo.

Sin embargo, no fue una tarea tan fácil de encabezar, no verla era algo casi imposible, pues siempre anda paseándose por los corredores con ese andar elegante y sofisticado. La morocha era magnética, lo cierto es que era difícil quitarle los ojos de encima,¿a cualquiera le parecería linda, no? 

A-a lo que me refiero es que Wilhemina es... Linda. C-claro, al igual que Tara o yo o esa chica que va caminado por allá. 

Estratégicamente decidí despertarme temprano para no encontrarme con tantas personas en la barra, ectivamente dio resultado, tenía a la cafetería sola para mí. Me siento en una de las altas banquetas de almohadón rojo para pedir mi orden.

—¡Hola Allie!—

—Hola Dylan, ¿podría ser un latte de vainilla y caramelo por favor?— Le sonreí. Dylan es el cantinero de la escuela, lo conozco desde hace tiempo, no es mi tipo en realidad, pero su físico es atractivo. Yo le doy unos treinta años. 

—¡Sale un latte enseguida Allie!— No sé cómo hace eso de aprenderse los nombres de todos los alumnos del instituto. Ya de por sí soy mala con las fechas de cumpleaños, no podría saber el nombre de trescientas personas distintas.

—Que sean dos por favor— Una voz a mi lado resonó con firmeza.

¡No! ¡Ella no!

—Enseguida profesora.— Instantáneamente miré a la morocha a mi lado a quien no le gustó para nada cómo la llamó Dylan.

Oh oh, parece que alguien rompió la regla número uno de Miss insoportable.

—Es Miss Ivermony.— Lo corrigió con una sonrisa forzada, puse los ojos en blanco.

—Oh, enseguida Miss Ivermony.— Increíble. Le doy una mirada fugaz y sonrío por pura fuerza de voluntad, además tenía que ser educada con mis superiores. Ella me devuelve la sonrisa sólo que más genuinamente.

—No he tenido el placer de cruzarla por los pasillos señorita Pevenssy. Debo felicitarla, ha leído y aprendido el reglamento.— Sonríe y trata de no matarle Alassia. Realmente no me apetecía entablar una conversación a esta hora de la mañana, menos con el estómago vacío, y, menos que menos con ella.

—Te dije que no volvería a pasar.— Respiré y sentencié orgullosa con un gesto de satisfacción. Sin saber el porqué, ella comenzó a acercarse a mi paso a paso y muy lentamente.

Mis ojos no pudieron evitar comenzar a trazar un recorrido por todo su rostro. Me detuve primero en sus brillantes orbes marrones y luego en su sonrisa de lado, me pareció ver que su labio superior era ligeramente más grande que el inferior. Sin razón se me aceleró el corazón, o eso creía... 

¿Qué estás haciendo Wilhemina?

—Castigada niña.— Susurró en mi oído erizando hasta el último pelo de mi cuerpo. Mi rostro palideció al notar la razón, la había tuteado.

Mis brazos, los cuales se encontraban sobre la barra, me sirvieron como almohada para recostar mi cabeza sobre ellos en señal de frustración, en respuesta la oí soltar una acallada risa, no malvada, sino de gracia. Sentí algo en el estómago cuando ese sonido llegó a mis oídos, jamás la había oído reírse.

Efecto Ivermony Donde viven las historias. Descúbrelo ahora