16. Amor como debe ser

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Alassia.

Acabamos justo en donde empezamos, su hogar. Aquella casa completamente blanca en su exterior y púrpura en su interior.
Entre mis manos sostengo una taza caliente de té, Wilhemina toma asiento frente a mí en la mesada de mármol de la moderna cocina.

—¿Por qué siempre que sucede algo tiene que ser en mi casa?— El comentario que suelta nos ayuda a alivianar el ambiente. Dejo la taza a un lado y tomo sus manos entre las mías, sus dedos recorren cada centímetro de ellas, doy una generosa bocanada de aire para comenzar.

—Sé que viste cuando Daphne...— Sus ojos me observan con mucha atención, hay dolor en ellos, pero acabar con eso es lo que quiero. Sus manos son apartadas de las mías secamente, es claro que aquel nombre saliendo de mi boca le ha disgustado totalmente. —¿Leíste esto?— Coloco la carta de mi madre sobre la superficie y lo deslizo hasta dejarlo frente a ella. Asiente. —¿Sabes lo que es?— Pregunto mirándola a los ojos y niega en respuesta. —Mi madre la dejó antes de morir. Cuando supo que su enfermedad era terminal, se encargó de escribirme cartas para cada etapa importante en mi vida. Pensó que eso me ayudaría a sentir que de alguna manera ella me acompaña en cada paso que doy. No supe que existían hasta después de aquel día en que decidimos apartarnos...—

—No, en que tú decidiste. Yo no fui parte de aquella elección Alassia...— Soy interrumpida por su enojada voz. Aunque estaba en lo cierto, yo fui quien decidió tomar distancia. —Me interesa una mierda el motivo por el que lo hiciste...— Se pone de pie y rodea aquella mesada para quedar parada justo enfrente de mí.

—Sé por lo que has pasado.— También me coloco de pie para quedar a su altura. Tiene los ojos humedecidos, apuesto a que yo igual, no quiero que se enfade conmigo por intentar protegerla.

—¡No necesito de tu compasión ni tus miradas de lástima! He convivido con mi pasado por años y odio que me veas como algo frágil que puedes romper.— Suelta exaltada dando un paso hacia mí, la distancia entre nosotras va reduciéndose a cada segundo.

—No lo hago, pero yo no valgo la pena como para que arriesgues todo por lo que trabajaste...— Digo cabizbaja tratando de ocultar mis lágrimas, con la manga del vestido trato de quitar las gotas que me dificultan la vista. Con su mano eleva mi mentón, de esa manera nuestros ojos se funden en una infinidad. —Fue por tu bienestar...— Se me corta la voz a la mitad de la frase. Sólo estoy tratando de evitar que haga algo por lo que no vale la pena, la amo mucho como para permitir que arroje por la borda todo su esfuerzo.

—¿Mi bienestar?—

—Podrías ir a la cárcel si te ven conmigo, y yo no seré quien destruya todo por lo que has luchado...— Se acercó decidida a mí reduciendo considerablemente la distancia que nos separaba.

—¿Cuándo entenderás que iría desde la cárcel hasta el puto infierno por tí?— Suelta suspirando muy cerca mío, instintivamente cierro los ojos. —Mi vida no se hace más larga, y siento al tiempo pasar sobre mí mucho más rápido de lo que pasa por tí.— Su nariz rozaba la mía de manera suave, mi interior perdía el control de sí con cada una de las palabras que salían de su boca y que golpeaban sobre mis labios.—Llega un punto Lizzie, en que comprendes que el tiempo comienza a agotarse, que lo único que te llevaras contigo una vez que dejes este mundo serán sólo recuerdos, y en tu último suspiro desearás haber vivido sin arrepentimientos. Cuando muera no me llevaré mi trabajo, ni mi título, ni los juicios que recibí. Arriesgaría hasta mi propia vida por tí, porque si hay algo que sí quiero llevarme a dónde sea que termine luego de haber dejado este mundo, son recuerdos contigo y tu amor.— Aquello me hizo ceder completamente. Dejé que de mis ojos escaparan todas esas lágrimas que había acumulado. Lloraba por ella, por mí, lloraba porque lo que dijo era cierto y estaba profundamente conmovida, lloraba porque estoy segura de que mi madre pensó eso en algún punto de su enfermedad.

Efecto Ivermony Donde viven las historias. Descúbrelo ahora