29. Daga al corazón

702 44 19
                                    

Alassia.

Fue una larga tarde con Hillary y su rostro de no comprender una mierda de lo que estaba pasando.
Luego de aparecerme frente a ambas mujeres, tuvimos una larga conversación en la que, por un lado, a la rubia casi se le salta la vena de la frente al ver que su mejor amiga de veintinueve años se encontraba en pareja con su alumna de diecisiete. Más sabiendo que ambas convivíamos en un mismo entorno, es decir, Olimpo. Sin embargo, por su contraparte, dimos nuestra versión de los hechos. Cómo se habían dado las cosas para acabar en la circunstancias en las que nos encontramos, y cómo, aunque lo quisiéramos o no, no somos capaces de cambiar lo que sentimos la una por la otra.

¿Cómo acabó esto?

Bueno pues... Ahora mismo me encuentro sentada en la comisaría, Mina será procesada y enviada a la cárcel.

Es broma.

Todo acabó bien, al final Tara tuvo razón, Hillary no era lo que creíamos. Las apariencias nos volvieron a engañar.
Resultó ser que, ni bien acabamos de hablar, la rubia se abalanzó sobre ambas para darnos un prolongado abrazo en el que tanto Mina y yo pudimos largar el aire que estábamos conteniendo.
Antes de irse se encargó de tomar mi mano y llevarme hasta el jardín trasero del hogar de la pelirroja, lejos de donde pudiera oírnos. Se plantó frente mí y me observó detenidamente a los ojos. Ñor primera vez en mi vida pude ver a Hillary como a alguien más que mi directora. Vi a una amiga, un corazón latente, una persona que no tuvo mucha suerte en el amor.

—Me alegra que de todas las personas que podrían haber acabado con Mina, a excepción mía, seas tú la afortunada.— Dijo convencida, a lo que yo me quedé impactada y confundida. De todas las cosas que imaginé que podría decirme, es claro que no esperaba eso.

—¿Cómo puede decir eso directora? Apenas me conoce.— Y era verdad. Hay millones de alumnos en el instituto, no veo cómo yo podría haberme hecho notar de todo el montón.

Hillary rió y negó levemente a la vez que unas pequeñas carcajadas escapaban de su boca, se había despojado de aquella coraza de profesionalidad para mostrarse un tanto más calida.

—Asistes a Olimpo desde los tres años Allie, ¿acaso crees que no te conozco? Admito que tal vez no sepa tu color favorito o tu mayor temor, pero sí sé la clase de estudiante que eres. Aplicada, responsable, respetuosa, amable. No podría describirte sólo con vacíos adjetivos, pero he apreciado tu manera de ser mediante acciones.— Caminamos despacio hasta donde había aparcado su coche. Una rápida imagen de la bomba de pintura que le arrojamos con Tara a su vehículo llega a mi mente. No tiene que enterarse aún, de lo contrario, sería muy contraproducente. Pues, me quedaré sin dedos y, aquello le afectará más a Wilhemina que a mí. —Espero que todo esto sea genuino y verdadero Alassia. De lo contrario, me temo que estaré terriblemente decepcionada de tí.—

—Directora... Lo siento, Hillary, lo que siento por Wilhemina es real, es tan real como que respiro. Sé que puede ser difícil de creer, pero ella es... Ella es mi todo, mi oxígeno, la sangre que corre por mis venas, lo único que me motiva a empezar el día. Siento mucho no acabar de convencerte, pero la amo, y no hay otra verdad más grande que esa.—

—No es que no me convenzas Allie. Es que debes entender que si la enamoras, cosa que ya lograste, y luego algo malo sucede... Ese día arderá el mundo y será un caos.— Sus palabras comenzaban a generar en mí un amargo efecto.

—¿A qué se refiere?— Indagué esperando que no responda lo que creí que respondería.

—A qué tú hagas algo estúpido o, que Langdon te haga algo.— ¿Me cree capaz de engañar o dañarle el corazón?

—Prefiero morir antes que herir de cualquier manera imaginable a Wilhemina. Lo juro por Dios, y creeme Hillary, soy una fiel creyente.— Suelto indignada. Me ha ofendido el hecho de que siquiera considere la posibilidad de que yo sea capaz de hacerle eso a la pelirroja. —Me he enamorado de ella. Ojalá existiera una palabra mejor, utilizo ese término porque no hay otra cosas que se acerque a describir cuánto la amo. Jamás podré sentir por alguien ni la mitad de lo que siento por ella Hillary.— No hay duda alguna de lo que he dicho, mi tono es decidido, fuerte y tajante. Pretendo que en mis palabras se evidencie mi molestia.

Efecto Ivermony Donde viven las historias. Descúbrelo ahora