Alassia.
Entre besos y pasos rápidos pero torpes, llegamos a mi habitación. Aunque no hubiera nadie más que ambas en la casa, aún así cerré de un portazo la puerta para luego estrellar a la colorada contra ella. Sabía que la pared no era el lugar más cómodo, por lo que decidí conducirnos a la cama. Grandes suspiros salen de su boca ante el estrecho contacto entre nuestros cuerpos, pues, Mina se encontraba sentada a horcajadas mías.
Con mis brazos la posiciono aún más contra mí para luego comenzar a desprender uno a uno los botones de su camisa. Casi ni se percató cuando la arrojé fuera de su cuerpo, mucho menos cuando acabó recostada boca arriba.-¿Me dejarás dirigir ésta noche?- Pregunto causándole una sonrisa, ella asiente rendida mientras que mis manos divagan por todo su torso.
-Esta noche puedes hacerme lo que quieras.- Amarla sería lo primero que haría pero, ¿lo que yo quisiera? Suena tentador. Proseguiré a hacerle el amor toda la jodida noche.
-Entonces, Miss Ivermony, esta noche estará castigada y deberá afrontar lo que venga sin discutir.- La oigo musitar algo como "será un placer" pero no logró oírla bien, pues mis labios detienen su habla.
Me siento sobre ella con una pierna a cada lado de sus caderas, su mirada me observa aún estando recostada. Jamás despego mis ojos de los suyos, pues adoro observar sus expresiones cada vez que realizo cualquier movimiento.
De la manera más sensual me quito mi blusa blanca, sus labios se abren un milímetros para soltar el aire que contiene, juraría que sus mejillas están algo ruborizadas y su pulso se ha acelerado. Dejo caer la tela en algún lugar del suelo, seguido de mis pantalones y tacos, sin antes tomar posesión de mi cinturón de cuero negro.-Yo quería quitarte la ropa.- Me lanza un puchero. He quedado solo con ese precioso conjunto de encaje y mi largo cabello cayendo salvajemente por uno de mis hombros.
-Lo sé, pero lamento decirle Miss Ivermony...- Hablo mientras anudo el cinturón de manera que pueda quitarse y ponerse fácilmente, ella observa la sólida cinta en mis manos con cierto asombro.-... Que su castigo la imposibilitará de hacer ciertas cosas, como desnudarme por ejemplo. Así que hoy...- Intencionalmente me inclino sobre ella para colocarle el cinturón en sus muñecas y, a la vez, con el objetivo de provocarla, trato de rozar mi centro con el suyo a través de la tela.
Muerde sus labios para no soltar el gemido que le ha arrancado el fuerte contacto, es claro que lo he logrado debido a mi cercanía y el hecho de que sus propias manos se encuentren atadas por sobre su cabeza. -Está bajo mi tutela, ¿ha quedado claro?- Ella asiente fundiendo esas preciosas gemas en mis ojos azules.- Sí ¿qué?- Imito su autoritarismo. Ahora entiendo por qué le gusta tanto mandonear, se siente increíble.-Sí señorita Pevenssy.- Correcto. -Y pensar que yo te veía inocente, creo que me equivoqué.- Y no sabes cuánto mi cielo.
La beso de manera sumamente delicada, sus labios tienen un ligero sabor dulzón. Son tan suaves como la seda y desprenden un ligero olor a fresas, tal vez se deba al té que bebimos unas horas atrás, pero elijo creer que son así por naturaleza.
Lentamente voy descendiendo por su cuello y dejo tres pequeñas marcas cerca de su clavícula, mis dedos juegan con el dobladillo de su pantalón a la vez que mis besos van bajando, centrándose más en su abdomen. Aquello le arranca pesados suspiros, siento su cadera inquieta, parece que su centro se encuentra en busca del contacto con algo en que pueda rozarse, la fuerte excitación que la atraviesa en este momento evidencia cuán desesperada está por que la libere.
Mi mano izquierda comienza a pasearse de abajo a arriba por su pierna, cuidadosamente me encargo de que en cada repetición del movimiento, mi pulgar roce su centro. Simultáneamente beso y muerdo muy levemente la parte baja de su abdomen, muy cerca de donde se encuentra el borde de sus bragas. Esta combinación le arranca un primer gemido que demuestra su gran frustración. Aquello me genera gracia, por lo que continúo como si no hubiese oído nada, sólo que esta vez me encargo de prolongar el tacto entre mi dedo y su centro por unos segundos, para después quitarlo de ahí. Tres movimientos bastan para hacerla saltar.
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Efecto Ivermony
FanficPara muchos estudiantes Wilhemina será su más grande pesadilla y les dará motivos para temblar. Pero, quizás Alassia no aplique a la regla. "(...) Quién hubiera dicho que a la profesora más temida de la institución, inalcanzable, fría, distante, abr...