Viernes, mi caro reloj señala las dos de la tarde, llevo desde que el miércoles me hicieron responsable del bufete enterrada en papeles, informes, expedientes y cuentas que me tienen absorbida desde entonces. Mi único respiro fue ayer por la noche que cené con mi hermana y su marido para despedirnos, me resulto doloroso porque no sabía cuándo podría escaparme para verla, pero no quise que me lo notara.
Mi hermana es alguien muy importante en mi vida, cuando nuestra madre faltó ella, siete años mayor que yo se encargó de cuidarme, debido al constante viajar de mi padre nos criamos con mi tía Victoria, hermana de mi madre. Cuando mi hermana se fue a la universidad para mí esa separación fue un drama. Años después Débora no dudo en llevarme con ella a Madrid para que estudiara allí y estuviera cerca de ella, mi padre acepto, aunque siempre con su supervisión y aprobación de mis amistades, lugar donde vivir y hasta de novio. Ahora años después me tengo que volver a separar de ella y sé que me costará, pero es algo que afrontare sola con toda la fortaleza de la que soy capaz.
Alguien abrió la puerta de mi despacho sin llamar, sacándome de mis pensamientos y provocando mi enfado, al ver quien era mi cara se relajó.
- Sam cambia esa cara, deja los papeles que nos vamos a almorzar. - dijo una risueña Anajú, la única que se atrevía a entrar así en mi despacho.
- No puedo, tengo que terminar de revisar estos informes. - respondí sin intención de levantarme.
- Van a seguir aquí cuando volvamos y el lunes. Levanta que tengo reservado en el japo de aquí al lado. - me espetó mientras me separaba del escritorio empujando mi silla.
Al final accedí y con una sonrisa me di cuenta de que no estaba del todo sola y tenía a Anajú para apoyarme.
Salimos de mi despacho y nos encontramos con el nuevo informático hablando con Ari y Anne, los tres al vernos se quedaron callados, las chicas terminaron de recoger sus cosas, imagino que para ir a comer, pero el moreno me miro intensamente, yo me acerqué un poco y le hablé de forma despectiva.
- A ver Fabio...
- Flavio. - me cortó.
- ¿Cómo? – inquirí con un gesto de enfado
- Que me llamo Flavio Fernández.
- ¡Me da igual! Es una falta de respeto interrumpir cuando alguien te habla, lo primero. Lo segundo no te ha explicado nadie que esto es un bufete de abogados y no el bar donde tomas copas con tus amigos. Haz el favor de vestir correctamente. - le recriminé y salí de allí seguida de Anajú que no entendía nada.
Vi mientras esperaba el ascensor que Flavio se miraba la ropa y después a las chicas que tenían la misma expresión de desconcierto que mi amiga.
Cuando ya estábamos en el restaurante sentadas con nuestras bebidas y la comida pedida al camarero, mi amiga se atrevió a preguntarme por lo ocurrido.
- No sé Anajú no me gusta cómo me mira, lo hace intensamente y muy descarado. Además, ya has visto la pinta que llevaba con esa camisa estampada, parece un abuelo en Benidorm. - le contesté provocando las carcajadas de mi amiga.
- Creo que no estas acostumbrada a que alguien te mantenga la mirada, estas muy acostumbrada a que la gente la aparte y este pues no lo hace. Es cuanto a la camisa pues sí, pero habrá que darle algo de tiempo para que cambie su vestuario, sólo lleva tres días y me consta que tiene otro trabajo. Pero no te preocupes que yo hablo después con él y se lo explico. - me respondió con una sonrisa, divertida por la situación.
Seguimos con la comida comentando cosas del bufete y algunos cotilleos que Anajú tenía jugosos. Estábamos con el postre cuando mi amiga me preguntó.
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Sobran las palabras
FanfictionElla abogada de éxito, con una familia adinerada y bien posicionada. Él luchando por salir adelante en una vida que no se lo ha puesto fácil. Ambos coincidirán en un momento importante de sus vidas, se entenderán o la diferencia de clases marcará su...