3.- Empezar de nuevo.

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Son las ocho y media y escucho abrirse la puerta de mi piso, solo puede ser Anajú, la única que tiene llave. Salgo a su encuentro y la veo con los dos cafés y algo de bollería en una bolsa marrón.

- Buenos días Sam.- dijo con alegría.

- Buenos días a ti también. Que feliz vienes. ¿Has pasado un buen fin de semana? - le pregunté al ver la alegría que desprendía.

- pues la verdad es que sí. Gorka me ha hecho compañía hasta ayer por la tarde. Y tú que tal con Carlos.- me devolvió la pregunta.

- Pues una mierda. El sábado me llevo al teatro y era una obra de esas experimentales, en fin, casi me duermo. Después me llevo a un restaurante nuevo de esos que le gustan tanto y no he pasado más hambre en mi vida. Por último, vinimos a casa, pero al ver que me había bajado la regla se fue a la suya porque había quedado el domingo para jugar al paddle temprano. Bueno un desastre. - le expliqué encogiéndome de hombros.

- Yo no entiendo porque sigues con él. Con la de tíos que hay por ahí. - me recriminó mi amiga mientras terminaba su café. Yo sólo me encogí de hombros.

Recogimos lo usado en el desayuno y salimos de mi piso, hacia el ascensor. Una vez en la calle mi amiga me preguntó.

- ¿Vas a hacer algo con el informático?

- ¿Por qué me preguntas eso? - le devolví la pregunta sin mirarla.

- Porque te conozco y sé que te dolió lo del viernes. pero por favor antes de hacer nada, consúltamelo que tendré que buscar un sustituto con urgencia. Gerard está con su madre en Sevilla y no puedo hacerlo venir. - me explicó con un ruego en la voz.

- Me jodió lo del viernes, pero debo reconocer que yo me pasé antes con él, así que he pensado en darle una segunda oportunidad. Aunque va a depender de la actitud que muestre cuando lo tenga delante. - le expliqué a mi amiga que se paró para mirarme.

- Samantha Gilabert reconociendo que no ha actuado correctamente y dando una segunda oportunidad. Si no lo veo no me lo creo. - exclamó alucinada.

- ¡Gilipollas! Vamos que al final llegaremos tarde y aunque sea la jefa no me gusta ser la última en llegar. - le dije apretando el paso.

Llegamos al despacho y nos despedimos hasta la hora del almuerzo, hoy ambas teníamos un día ajetreado. Antes de entrar en mi despacho me paré en la mesa de Ariadna.

- Ari por favor, llama al informático y que pase en cuanto llegue. - le pedí y ella asintió con una expresión de duda en su cara.

Me senté en la mesa y empecé a abrir los informes que tenía pendientes antes de empezar con los de esta semana, la verdad era que todo este trabajo tedioso me mataba, me gustaba las reuniones, llevar la voz cantante y controlar las conversaciones. Al poco llamaron a la puerta y permití el acceso. Cuando la puerta se abrió dejo ver al moreno con una camisa blanca muy formal para todo lo que le había visto antes, además la llevaba por dentro del pantalón con un cinturón de lo mas corriente. No es que fuera el más elegante, pero al menos no desentonaba.

- Buenos días. Siéntate por favor. - le pedí bajando la vista a mi teclado.

Flavio se acercó con paso lento y cara de circunstancia. Cuando ya estuvo frente a mí, habló con esa voz grave que ya antes había llamado mi atención.

- Buenos días. ¿Vas a despedirme? - preguntó con un tono preocupado, aunque tranquilo.

- ¿Por qué piensas eso? - le pregunté yo mirándolo fijamente.

- Porque creo que no hemos empezado con buen pie y usted no es de la que da dos oportunidades. - me explicó con calma, pero sin mostrar ningún tipo de arrogancia, yo sonreí con frialdad.

Sobran las palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora