Es domingo. Ethan no está en mi cama, se ha ido a su habitación y Anat entra despertándome de mi sueño.
—Pensaba que te habían secuestrado ayer— me recrimina— Te estuve buscando y te dejé cien llamadas perdidas en tus dos números.
—Mi móvil personal lo dejé aquí y me llevé el otro, por si me lo roban pues que me roben este y no el otro— me levanto buscándolo para enseñárselo, pero no lo encuentro.
—No me digas que con la tontería te lo han robado— suelta una carcajada fría sin ninguna gracia.
Sigo buscando por toda la habitación y no lo encuentro. Hago memoria hasta donde lo vi la última vez y mi cerebro me manda imágenes del coche de ese chico y mi móvil en la guantera.
—Mierda— mascullo.
Aunque no tenga nada relacionado conmigo, tengo fotos y contactos.
—Espero por tu bien que sepas dónde está— me amenaza— Vamos, levanta el culo y prepárate para una sesión de entrenamiento conmigo. Te espero abajo.
Me levanto, me ducho rápido y me calzo unas medias y un top con deportivas negras.
Me recojo el pelo y me quito las lentillas negras que usé ayer en la fiesta. Bajo. No como nada y Anat me espera con una cara seria que me hace gracia.
Hacemos cincuenta vueltas por el patio grande, no paramos de correr y no hablamos entre nosotras.
Entramos en la sala de entrenamientos, dónde hay un ring, cintas para correr, pesas y otras cosas de gimnasio.
Papá ya no entra aquí mucho, solo lo usamos nosotros, Ethan y yo. Anat me lleva hasta el cuadrilátero. Me para antes de entrar.
—Toma— me extiende una funda larga, la abro y veo que es una katana.
"Propiedad de Hera". Hay escrito en japonés.
— Tienes dominado el boxeo, las artes marciales, la pelea cuerpo a cuerpo y te sabes defender bastante bien, hasta el punto de ganarme en una pelea. Como tu madre no puede enseñarte a usar la katana, te ayudaré yo.
—Bien— digo secamente.
—Vamos— ríe— Estoy intentando no morir desangrada por hacer un intento de ser amable. Todas las Keinox sabemos usarla, Akila, yo y demás. Es hora que aprendas tú.
Los primeros ejercicios son para acostumbrarme a su tamaño y su peso, claro que son horas. Hacemos pequeños ejercicios de defensa, ataque y contraataque.
En todos esos, Anat me manda al suelo con su katana de madera. Empiezo a cogerle el tranquillo después de cuatro horas, ya no me voy contra el piso, ahora solo me llevo un par de golpes.
Es medio día y lo dejamos por ahora. Vamos a casa y todos están reunidos en la mesa, riendo y comentando cosas graciosas.
Papá sonríe con las anécdotas que hay sobre mi madre. Lo veo más cansado que ayer, pero aparto la cara y subo a mí habitación para darme un baño.
Salgo y me pongo el vestido blanco de luto. Porque nosotros no usamos el negro, usamos el blanco para rendir atributo. Me pongo mis gafas negras para terminar.
Salgo de mi habitación y me llama la atención la puerta de la habitación de mi padre. Siempre está cerrada, entro y el olor a alcohol avasalla mi olfato.
Detallo todo. Es la primera vez que entro después tantos años. Miro el armario, la ropa de papá está a un lado y el aroma de la ropa de mamá está en el otro.
Hace mucho que no sentía su aroma dulce. Cojo una prenda cualquiera y me la guardo. Me acerco al cajón que hay al fondo del armario e intento abrirlo, sin embargo el candado no da tregua.
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Superstición Keinox
RomanceDespués de todo lo ocurrido con Hera Keinox, llega un estado de calma, en el que nadie ataca a nadie. Por ahora, sin embargo como todo llega, todo se va incluida la calma. La pesadilla de Hera se vuelve realidad, teniendo una hija que es peor que el...