Capítulo 64

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ALKSSANDER.

Pasan unas horas desde que me senté en una de las sillas azules del hospital, todavía no han salido ninguno de los enfermeros de los que entró y no he tenido oportunidad de preguntar por ella.

La incertidumbre me carcome la cabeza, deseando por lo menos quedar inconsciente para no escuchar esas voces que me culpan de lo que le ha pasado a Hela. Me dio mala espina desde el principio Rylan, sabía lo que hacía su mafia y aún así me calle, porque estaba pensando en tonterías y no lo que verdaderamente importaba.

Mi cabeza da vueltas y no me da un descanso, me levanto por un café en la máquina, uno de mis escoltas se me acerca con paso firme.

—Señor, Nathaniel quiere saber si hemos encontrado a la señorita Hela— esto ya lo tenía previsto.

—No, dile que no la hemos encontrado y que pronto me iré a otra localización— el escolta asiente sin preguntar nada.

Cuando mi café está listo me vuelvo a sentar en la misma silla fría de antes. El tórax no para de estrujarse en mi interior.

Mis ojos ni siquiera me pesan por todas las emociones que contengo, no la vi bien cuando nos encontramos y tengo miedo de que dé su último suspiro.

Las horas siguen pasando y la noche se convierte en mañana. Dejándome detallar el amanecer con colores realmente extraordinarios, es una de las primeras veces que veo colores tan fuertes en un amanecer.

Un hombre sale del quirófano y su cara compite con la mía para ver cuál se ve más hecho mierda. Tengo miedo de que me dé una mala noticia, de que me diga que ya no está.

—Lo mejor es que se prepare para una tragedia— me avisa— Tiene muchas contusiones en la cabeza y algunas son severas, signos importantes de desnutrición, una herida de bala que no se cómo ha podido escapar, eso no es sólo ni la mitad de las cosas que tiene, hemorragias internas y otras cosas que difícilmente podría sobrevivir. Haremos todo lo que podamos, pero no hacemos milagros.

Asiento y se aleja por el pasillo de losas grises, me quedo frente a las puertas y pego mi frente en ella, imaginándome el miedo que a podido pasar con ese cabrón y todo lo que he tardado en encontrarla.

Me alejo de la puerta y me vuelvo a sentar en la silla, hay paramédicos y médicos saliendo de las puertas, con caras largas.

Necesito salir a tomar el aire, sin embargo me niego a dejarla sola aquí. Sé que a ella aún que le pese el orgullo, está asustada y lo vi en sus ojos abiertos y llenos de lágrimas cuando la encontré.

Hela no llora en vano y cuando lo hace es como si una diosa bajara a la tierra para soltar lágrimas de sangre.

Otro doctor sale del quirófano seguido de enfermeros con batas salpicadas de sangre. Solamente miro al doctor frente a mí.

—La hemos inducido a un coma, puede que los daños más importantes estén bien, pero en cualquier momento puede tener otra hemorragia interna o cualquier cosa pequeña y podríamos perderla. Tiene pulso, pero débil.

No puedo si quiera decir una palabra, mi garganta se niega a soltar una palabra, es como si se hubiera cerrado por completo, como si no supiera hablar.

El doctor no comenta nada más y se va, pero una enfermera que se acerca después de él me sonríe.

—Vamos a trasladar a la señorita Hela a la sala de intensivos, no se preocupe, pronto le dejarán verla y si rezamos por ella se salvará.

Se aleja y sale una camilla, el rostro blancuzco de Hela me hace mierda el tórax, tubos se conectan a ella y sus brazos delgados caen a cada lado de su cuerpo.

Sigo la camilla con paso apresurado y me paró frente a su sala, parece inerte, y si no fuera por el marca pasos de su corazón creería que en realidad ya no respira.

La ventana de la sala, me deja detallar a la mujer que yace en la camilla. Sus ojos están tapados por sus párpados y solo puedo notar sus ojeras moradas que le llegan hasta la mejilla.

Se perfectamente que ella no está bien, y cuando despierte puede que ya no sea la misma que antes, pero ni con eso la voy a dejar sola, hasta que ella me lo pida.

Me quedo clavado en esa ventana por una eternidad, no sé qué día es, ni que tiempo hace afuera, no como no bebo y siento como mis rodillas en nada no aguantarán más mi peso.

No aguanto más estar detrás de una ventana y abro la puerta de la sala, con pasos seguros y lentos llego a su cama.

Me arrodillo a su lado y le cojo la mano. Si Dios bajará le pediría cambiar mi alma por que ella esté bien, cambiaría lo que fuera con tal de que ella estuviera bien, hasta si me lo pidiera el mismísimo Lucifer.

Juro por lo que más quiero que si ella despierta daré todo lo que tengo por protegerla, y si es necesario le mentiré para protegerla.

—No puede estar ahí señor— el doctor de antes me mira con decepción— Ha sido un duro proceso para ella, y el que usted esté aquí no ayuda el que se recupere, por favor deje la sala.

—No me voy— es lo único que consigo sacar de mi garganta, parece que esas palabras lo asustan de lo roncas y rasgadas que salen.

—No puede estorbar la tranquilidad de la paciente— sus palabras no son seguras, y eso me hace dar unos pasos hacia delante.

—No me voy sin ella— la rabia vuelve a poderarse de mi en segundos.

—Señor— una enfermera entra, sin embargo no nos mira a ninguno de los dos, sino a alguien detrás de nosotros.

Me giro para ver a Hela despierta, sus ojos ahora abiertos detallan la escena con el doctor.

Se empieza a quitar las agujas de los brazos, para levantarse, la primera vez que vi sus ojos apagados fue cuando nos conocimos, eran apagados y de un color opaco, luego deje de verlos y vuelvo a verlos ahora, levantándose de esa camilla como puede y cayendo en el intento.

Voy a socorrerla, la cojo pasando mi brazo por debajo de sus piernas y mi otro brazo por su espalda.

—No necesitaba tu ayuda— me reprocha.

—Me da igual, te he ayudado y ya— la acomodo en la camilla, mientras la enfermera sale a ponerle otra vez las agujas.

Sus ojos no dejan los míos como si esto no fuera real, me detalla y yo detallo su hermoso rostro.

Superstición KeinoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora