Capítulo 16

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El movimiento de la central es tranquila, y yo solo voy directa a mi habitación. Sé que tengo que estar ahí a las ocho y son las siete y cuarenta minutos.

Estoy nerviosa y hoy es un día entero en el que las cuatro primeras horas son del examen y las ocho horas son de entrenamiento.

El examen tendrá muchos temas y en cada hoja habrá un tema al azar. Son cuarenta hojas y cuarenta temas. Es una mierda y si fallo cualquier pregunta está la posibilidad de que alguien me sobrepase y no me he pasado meses estudiando para que alguien se lleve lo que tanto me ha costado.

Cuando es la hora me voy a la sala de exámenes. El coronel me lanza una mirada y yo le contesto entrelazando mi mirada con la suya. Como un hechizo él ya no aparta los ojos de mi cuerpo, ni cuando me siento en una mesa lista con un bolígrafo.

Están los otros generales revisando y entran más de cincuenta personas para presentarse. No solamente de esta central sino de otras, ya que al ver que hay una oportunidad para ascender pues viajan hasta aquí para conseguirlo.

—Suerte— comenta mi coronel. Solo y exclusivamente para mí.

No le prestó atención y miro mis exámenes. Empecemos pues.

Satán apiádate de mi alma cuando vaya al infierno. Al terminar el examen me fui al comedor, ya que dentro de nada empezaremos el examen de entrenamiento de tierra y de armas. No me entra nada de comida, pero bebo dos botellas de agua, el examen me ha dejado cansada, ya no quiero pensar en el entrenamiento. 

Mientras descanso, repaso en mi mente las diferentes técnicas que hay en un rifle, lo que se puede hacer con una metralleta y si no tengo nada buscarme la vida con un palo y un elástico.

Entra Matt y se sienta en mi mesa, no me saluda, solo me besa y estoy tan cansada mentalmente que ni siquiera le alego, solo dejo que disfrute.

—¿Qué tal ha ido el examen?— me pregunta.

—Bien— es lo único que respondo, una respuesta seca y fría.

—¿Qué le pasa a mi bebé?— le miro con asco por el apodo, me levanto de la mesa, no estoy para tonterías y me voy a fuera.

El campo de entrenamiento está equipado con todo lo que haremos hoy y ya empiezo a insultar y ponerme tensa.

El coronel entra con una sonrisa y se acerca a mí, otro dolor de cabeza que tengo que soportar para conseguir lo que quiero.

Muestro mi mejor sonrisa pícara y me muerdo un poco, mientras se acerca se pasa la lengua por los labios. A pesar de que lo odio, no puedo mentir al decir que esta pero que muy bueno.

—¿Estas lista?— me pregunta y asiento— Si necesitas cualquier cosa avisa.

—Me estás diciendo que si necesito un descanso me lo darás— me hago la tonta y me acerco un poco a él.

—Estoy diciendo que si quieres saltarte esto y ser general, solo tienes que pedírmelo— le sonrío y me acerco mucho más a él con mi aura de coqueta.

—Eres muy malo— ronroneo— Pero me parece injusto— él se acerca lentamente a mis labios y yo me alejo bruscamente de él— Espero que no le ofrezcas esto a ninguna mujer, estaría muy mal.

—Solo quiero a una mujer junto a mí— me susurra y se vuelve a acercar.

—Eso espero— los demás empiezan a acercarse para hacer el entrenamiento— Empecemos.

Asiente y nos reunimos con los demás. Aquí si tienes algún fallo te expulsan sin pensarlo dos veces, aunque tengas un diez en el examen.

El desayuno se me sube a la garganta y mi coronel empieza a explicar el circuito. Circuito que yo ya hice con la Yakuza ha modo de entrenamiento.

Superstición KeinoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora