—No sabía que estabais juntos— recobra la compostura con un carraspeo y da unos pasos atrás.
—Bueno en realidad...— no digo más cuando la mano de Alek que descansa en mi cintura me avisa que no siga.
—Solo quería pedirte que no eches a Akila. Sí puede que hiciese mal, pero yo no dije nada a nadie.
—¿La amas?
Eso dependerá de la respuesta, no estoy dispuesta a airear todo cuando él esté cerca, pero a lo mejor sí cuando estemos hablando de alguna misión. Puede que me piense en meterlo, solo espero no equivocarme.
—Hasta la muerte.
—Bien, eso es todo, puedes irte.
Asiente y se va, me alejo un poco de Alek, sin embargo me retiene dejando mi espalda contra su pecho increíblemente duro.
—No sabía que tenías un equipo entero de fútbol asediando tenerte.
—Yo no lo diría así, además la mayoría solo me quiere para pasar un rato.
—Lo dudo mucho— me susurra y ya empiezo a sentir otra vez esa dureza en mi espalda—La que hechiza eres tú, luego se enamoran por cómo eres. Yo te compararía con sirenas, que con su voz atrapaban marineros y ellos caían cómo peces en un anzuelo, cayeron en una mentira y las sirenas pues se comían sus almas
—Oye, no soy ninguna devora almas— me giro con una sonrisa y en su rostro resplandece una sonrisa abierta y con un hoyuelo que me hace sonreír todavía más.
—"Hay ángeles que no se encuentran en el cielo,
y ella es uno de esos
a los que les gusta
arder y jugar con fuego".— me recita tan cerca y tan despacio que me hace soltar una pequeña risa.—Me encantan tus frases y poemas Romeo— le digo tan cerca de su boca que me hace inclinarme un poco más para sentir más de él
—A mí me encantas tú— lo dice tan bajito que no sé si lo ha dicho o me lo he imaginado, espero haberlo imaginado.
Me inclino para besarlo y él acepta la invasión de mi boca. Mis brazos rodean su cuello y él me rodea mi cintura. Mientras nos besamos cómo adolescentes.
Dos golpes en la puerta vuelven a interrumpir la escena preciosa, pero no me quita la estúpida sonrisa que me cargo y no soy la única con esa sonrisa. Nos separamos aún que mis células quieren quedarse con él un rato más, sin embargo insisten detrás de la puerta.
Me siento en mi sillón y borro la sonrisa cuando pido que pasen. Anat entra sin mi padre y trae papeles para preparar todo de la misión de mañana. Estamos los tres planeando un plan b, por si algo no sale cómo esperamos.
Hablamos un poco de la Hermandad y trabajamos. Nos dan las nueve de la noche y la primera que tiene que irse es Anat.
Nos deja a los dos recogiendo papeles en silencio antes de irnos los dos. La tensión que hay entre nosotros no es de este mundo, pero los dos nos controlamos. No podemos dejar que la lujuria gane a la lógica.
Si llegamos a follar todo va a cambiar. Todo es todo, y sinceramente yo no quiero cambiar estoy bien aunque tenga unas ganas de comérmelo vivo que tampoco son normales.
—¿De quién era?— le pregunto cuando ya vamos terminando de recoger todo.
—¿De quién era el qué?— me pregunta confundido y dejando de recoger papeles.
—Lo que me recitaste, ¿de quién era?— me sonríe de oreja a oreja.
—Adivina, adivinanza— me responde orgulloso.
—Idiota— se me escapa una risa antes de decir aquello.
—Claro que sí Julieta, pero por favor vamos a terminar esto y vámonos a descansar que mañana tenemos una misión que hacer.
Le hago caso y terminamos en un par de minutos. Bajamos en silencio y vamos al aparcamiento. No es un silencio tenso o incómodo, es algo de paz antes de la tempestad. Me subo a mi moto y al final agradezco tener mi sudadera negra, porque hace un poco de fresco.
—He buscado un poco de información y ya sé quién era— rompo el silencio cuando arranco el motor de la moto.
—¿Quién era?— me pregunta acercándose peligrosamente a mí.
—Roberth Colmenarez, pero esta vez es un escritor, cada vez me lo pones más difícil, Romeo.—¿Qué tendría de divertido ponerte las cosas fáciles?
No estoy muy segura de hacer lo que voy a hacer, pero si no lo hago a lo mejor me arrepiento. Qué más da lo que piense yo, o lo que piense él, no me pienso quedar con las ganas.
Mis manos se posan a cada lado de su cara y mis pulgares acarician sus mejillas, miro a la luna y exhalo un poco de aire. Su mirada de confusión me hace sonreír, porque no se espera nada de lo que haré.
Acerco su cara a mi rostro. Sus ojos brillan cómo farolillos cuando la luz de Selene nos alumbra a los dos, antes de querer cambiar de opinión y besarle los labios, le beso la frente.
—Nada más tierno que un beso en la frente.
Que sin palabras te haga sentir un:"aquí estaré
siempre para cuidarte". Seguido de un abrazo que
rompa todos tus miedos. Eso es lo que te ofrezco.Su cara de confusión cambia a una totalmente diferente, que si me paro analizar encontraré algo que a lo mejor me hará cambiar de opinión de todo lo que estamos haciendo.
Intento irme, pero me alcanza a agarrar la cara y darme un beso en la frente, luego otro en mi boca y así en toda mi cara. Me hace reír hasta que ya me empieza a doler la barriga y las lágrimas salen sin reparos.
—Al final me quitarás el apodo de Romeo— se separa un poco de mí y yo dejo de reírme para sonreír.
—Tranquilo, en ese sentido tú eres mejor poeta que yo— me pongo el casco y me despido con la mano— Buenas noches, Romeo— claro que antes de mirar siquiera al frente, él me sube el casco lo suficiente para que solo se quede descubierta mi barbilla y mi boca, que él aprovecha para besarme.
—Adiós Julieta, sueña conmigo desnudo— me pone el casco bien y me guiña un ojo.
—¿Eso es para ti un "buenas noches"?— le pregunto dando gracias a Lucifer por tener casco y que nos se me vea la cara de un, tómate que tengo ahora mismo por su culpa.
—No— me contesta serio, no obstante con un destello peligroso y pícaro en sus ojos—Es lo que haré yo— me sonríe y se mete en su coche.
Pongo mis ojos en blanco y me voy hacia mi casa, con una sonrisa, con alas y a lo mejor con esperanza de que no todo es tan malo al fin y al cabo.
¿Estoy jodida verdad?
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Superstición Keinox
RomanceDespués de todo lo ocurrido con Hera Keinox, llega un estado de calma, en el que nadie ataca a nadie. Por ahora, sin embargo como todo llega, todo se va incluida la calma. La pesadilla de Hera se vuelve realidad, teniendo una hija que es peor que el...