Salimos del pasillo y el aire ahora es más limpio, y con eso me refiero al olor asqueroso de ese puñetero sitio de los cojones.
Salimos de los pasillos para llegar al salón de la mansión, sonrío y subo las escaleras hasta mi cuarto. Cierro la puerta a mis espaldas y me quito la ropa mientras llego al cuarto de baño.
Enciendo el grifo de la bañera, le echo sales y cosas que tienen un olor genial, mientras tarareo una canción dejo la bañera y me peino el pelo.
Me baño con tranquilidad, al terminar me limpio mis heridas, me pongo un pantalón corto con una camisa de seda que es de Rylan.
Me voy al espejo y sonrío, me alegra verme otra vez como me veía antes, con más maldad que antes.
Me voy a la cama y me pinto las uñas de las manos, me consiento la piel y me duermo, bueno lo intento hasta que llega el amanecer conmigo sentada leyendo un libro.
Me vuelvo a cuidar las heridas que van mejorando cada día más, y días pasan mientras mi rutina no cambia, me baño, me consiento la piel, me peino, y me encargo de las heridas.
La mañana siguiente ese ciclo se rompe, con mis heridas siendo un rastro en mi cuerpo, Aurora entra con la comida que siempre dejo casi al completo. Estos días ella ha entrado para ver cómo estaba y salía.
—¿Te ayudo a bañarte?— no hemos hablado desde la celda.
—Claro— cojo mi albornoz y me quito la ropa para ponérmelo.
Ella prepara la bañera mientras yo me peino el pelo. Dejo el cepillo de lado para meterme en la bañera, es la mejor sensación que hay, nunca me canso de estar bajo el agua y resurgir.
—He visto que te gusta mucho la soledad— comenta Aurora sentada frente a mí.
—La soledad es peligrosa. Es adictiva— le digo segura de lo que me he dicho de joven una y tantas veces— Una vez que te das cuenta de cuánta paz hay en ella ya no hay vuelta atrás, pero eso no significa que me guste— Aurora escucha atentamente antes de volver a hablar.
—La soledad se puede tolerar— antes de seguir hablando mira al espejo— Ya que te da paz por un tiempo, pero la nostalgia te refugia en recuerdos de azúcar que te hacen daño, poco a poco hasta llevarte a la demencia y no saber que es real o que lo fue, así que prefiero la soledad aunque sé que me perderé en ella.
No dice nada más y yo me quedo parada, el cofre donde guardé todos los recuerdos de Alekssander se abre para mostrar un recuerdo de él y yo tumbados en la cama, yo apoyada en su pecho y él acariciándome el pelo. Un recuerdo lleno de paz para la persona de afuera, pero un sufrimiento para mí.
Vuelvo a guardar todo y le pongo llave al cerrojo de ese cofre del demonio. Miro a Aurora sentada y lista para mí siguiente paso en esta casa.
—¿Ha llegado Rylan?— la pregunta deja un silencio espeso en la habitación, ella deja el espejo en el que se miraba para concentrarse en mi rostro.
Un tiente de rabia se muestran en sus ojos, sin embargo no sé si me lo inventé por lo rápido que se fue ese tinte. Antes de contestarme a la pregunta se levanta y se acerca a la puerta para irse.
—Sí, él me mandó a vigilarte, está en su despacho.
Es lo último que dice antes de irse. El día pasa a ser tarde, así que me empiezo a preparar para mi plan. Me meto en la bañera una vez más, me maquillo un poco, me voy al vestidor, me visto con una lencería de encaje negro y una camisa blanca de mi esposo. Es hora de que me vaya de este sitio.
Al salir de la habitación hay dos escoltas a cada lado de la puerta, me miran de arriba abajo y muestro mi sonrisa más falsa que tengo.
—Quiero ver a mi esposo. Ahora.
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Superstición Keinox
RomanceDespués de todo lo ocurrido con Hera Keinox, llega un estado de calma, en el que nadie ataca a nadie. Por ahora, sin embargo como todo llega, todo se va incluida la calma. La pesadilla de Hera se vuelve realidad, teniendo una hija que es peor que el...