Después de buscar un sitio en las calles aparcamos y damos un paseo por la ciudad. Las luces de las farolas destellan alumbrando una de las calles más bonitas que he visto en mi vida. Pasamos por un pequeño puente de madera.
Las tablas crujen en cada paso que damos, el murmullo de voces nos rodea, y yo solamente puedo mirar a mi alrededor intentando no verme como una turista que no sale de su casa.
Alek se para y me doy cuenta que estamos en un parque con vistas al puerto y pequeñas luces alumbrando las mesas en las que casi todo el mundo ocupa, hay familias de cuatro disfrutando de una pizza, otras parejas simplemente con una bebida y hablando.
Son ambientes tranquilos, que te enredan en su calidez. Nos sentamos en una mesa, hay dos sillas viejas que me recuerdan un poco a las sillas que tienen las abuelas en las casa de las películas.
La mesa estaba un poco doblada y está cubierta por un mantel de cuadros rojos y blancos. No tardan ni cinco segundos en llegar un chico para atendernos.
—Qualcosa da mangiare o da bere, signori?— pregunta a Alek.
<¿Algo de beber o de comer señor?>
—Una coca e una pizza del tipo che fai tu— responde Alek en su idioma natal.
<Una Coca Cola y una pizza que hacéis vosotros>.
—E lei, signorina?—me pregunta.
<¿Y usted señorita?>
—Dei tacos con la tua bevanda preferita— el italiano asiente apunta todo y se va.
<Unos tacos con la bebida que más le guste a usted>
—No sabía que eras una problemática en tu adolescencia— Alek es el primero en hablar de los dos.
—No era tan problemática— rueda los ojos sin creerlo— Solo que me saltaba muchas veces las reglas de mi padre, lo de no beber para mi pasó a ser casi todas las veces que salía de fiesta. Fumar de todo también lo hacía y pelear muchísimo con mi padre era el día a día. Si eso es para ti eso es ser problemática, entonces sigo sin serlo.
La risa de Alek hace que me ría con él. Sus ojos grandes resplandecen con las pequeñas luces y con la luz de la luna, como motas doradas en sus ojos marrones.
—Entonces comparado contigo era un buen chico. Sí salía de noche, pero nunca me pillaron y tampoco fumaba cosas raras, pero sí que peleaba mucho en los bares y me arrestaban.
—¿Tú y Luca siempre fuisteis así de lejanos?— me mira dudando en si querer responder.
—Hubo un tiempo en el que no toda nuestra relación fue así— es lo único que responde— Nuestra relación no es como la tuya y la de tu hermano. La nuestra es más complicada.
—Yo y mi hermano también peleamos, es normal entre hermanos. Una vez casi lo mato por un tiro en su torso— intento animarle, aunque ese hecho sea verdadero.
—Él no es mi hermano, es un bastardo de mi padre— eso me deja fuera de juego, su mirada no se dirige a la mía, pero yo aprieto mi mano contra la suya— Cuando nos enteramos él tenía ocho y yo siete años. Nuestra relación era normal, supongo que éramos... bueno estábamos en paz. Su madre murió en el parto y cuando se enteró de lo que le pasó a ella, solamente tenía ojos para el trono de la mafia.
—Qui avete— nos sorprende el camarero y deja todo en la mesa.
<Aquí tenéis>.
—Todos supieron que era un bastardo, pero mi padre lo trató como uno más. Luca por esos tiempos traía muchos problemas a la familia y mi padre intentó enderezarlo, sin embargo no hubo manera. Cuando llegaste a la mansión supe que esa noche pasaría algo, no sé porqué pero lo intuía, así que deje todo listo o por lo menos lo mejor preparado, hiciste lo que tenías que hacer y yo me quedé despierto esa noche para saber si acabarías el trabajo. No sabía que eras tú, pensaba que era un asesino experimentado, pero fuiste tú. Si no lo hubieras matado lo hubiera hecho yo. En el testamento a pesar de que Luca es mayor y el favorito de papá, el trono fue para mí. Ahora busca la manera de matarme y quedarse con la mafia italiana.
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Superstición Keinox
RomantikDespués de todo lo ocurrido con Hera Keinox, llega un estado de calma, en el que nadie ataca a nadie. Por ahora, sin embargo como todo llega, todo se va incluida la calma. La pesadilla de Hera se vuelve realidad, teniendo una hija que es peor que el...