Capítulo 66

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Duermo protegida por los brazos del hombre que llevo pensando desde que me alejaron de él, no me quiero levantar jamás, tengo miedo de despertar y estar en el mismo agujero del que salí.

Abro los ojos, mirando a Alek, sus ojos cerrados esconden sus ojos de color miel, le doy un pequeño beso en los labios antes de levantarme de la cama, después de concenciarme de que esto no es ningún sueño. No pongo ni un pie fuera de la cama y ya Alek me tiene cogida la muñeca.

—Voy al baño— le explicó acariciando su mano con una sonrisa.

Me deja ir y voy al baño, sé que no está contento con lo de ayer, y yo todavía no me creo que sí él no hubiese aparecido yo no estaría.

Siento que con él sí tendría un futuro, que esto podríamos hacerlo cuando acabe todo. Una sonrisa abarca mi cara, tenerlo así, ese es mi nuevo propósito.

Cuando termine con la vieja de mierda que tengo como abuela materna, y con el asqueroso imbécil hijo de perra que tenía como novio Akila, podré tenerlo y lo quiero como pareja.

Me cepillo los dientes y en el reflejo del espejo lo veo mirándome, estoy como me dejó anoche. Se acerca por detrás mía con un color turbio en los ojos.

Sexo salvaje, con él y es lo que quiero hasta que muera, no salimos de la cama hasta saciarnos uno del otro, se va a la otra habitación a ducharse y yo me voy vistiendo.

Me ha comentado de ir a cenar y es lo que haremos, ir a cenar como nos gusta a nuestra manera. En la cama encajamos bien, y afuera también, siendo así mis mejores momentos felices con él.

Me maquillo, con mis labios rojos, y un vestido del mismo color, lo tenía guardado él en su maleta, es uno que estaba en mi armario.

Termino y salgo de la habitación, me lo encuentro esperando de pie junto al sofá.

—No te voy a comer, si te sientas en el sofá a esperar— se gira para verme y la mirada vuelve a ser turbia cuando sube a mi cama— No te vayas a desmayar, sé que causo desmayos.

La sonrisa, Satán la sonrisa del mismísimo infierno, que me hace pecar cada que lo veo así, siendo mi hombre preferido y queriéndolo como a mí me gusta.

Se acerca para besarme en la boca, lo profundizo posando mis manos en su cuello, sus manos aprietan mi cintura para que note su empalme.

—Vámonos que sino no salimos de aquí jamás— reparo su atuendo, el traje con corbata que me hace delirar con pensamientos que gracias a Satán que no salen de mi mente.

Nos encaminamos a la Jeep y conduce hasta nuestro destino, la música que adorna el coche me hace sentir cómoda, y noto como no he borrado la sonrisa que me adorna la cara.

Esta vez no me voy a dar por vencida, voy a dar el todo, por el todo confiando en que para nosotros si hay un final feliz y que lo quiero junto a mí, hoy, mañana y hasta que mi vida termine.

Me ofrece su mano cuando salimos del coche, el restaurante es lujoso, exuda lujo en cada esquina que miro. Alek le da las llaves al aparcacoches y entramos cogidos de la mano. Personas miran con disimulo y yo solo aprieto la mano de Alek, con él estoy segura, siento que con él soy invencible.

Nos llevan a una mesa un poco lejos a las otras personas, me siento junto a él cerca, sus nudillos acarician mis mejillas y siento que mi cara arde como un incendio.

—¿Dónde estamos?— le pregunto mirando la carta, sabe perfectamente que no hablo del restaurante.

—No te hagas la que no sabe— me pide con sarcasmo.

—Vale, voy a volver a preguntar— carraspeo antes de volver a hablar— ¿Por qué estamos en el sur de España?

—Exacto— sonríe— Madrid era preciosa, pero no se compara con esto, las personas son amables y hay ambiente familiar por las calles, me gusta mucho más esto, que Madrid.

Superstición KeinoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora