Capítulo 18

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Isabel se encarga de hacer mi maleta y planchar el vestido de diseñador que me llevaré. Busco las dagas que me llevaré por precaución y una pistola de bolsillo.

Se supone que en la reunión ninguno de los presentes podrá atacar al otro en plena reunión. Si alguien lo hace llevaría a todos a una guerra entre clanes.

En esta fiesta vienen hasta los jefes de clanes más bajos. Anat le da las llaves a un aparca coches. Se arregla un poco su vestido azul oscuro y yo salgo con pasos firmes. Nos abren la puerta, estos chirrían y ya captamos algunas miradas.

Andamos en línea recta y paseo mi mirada por todos los presentes. En unas escaleras está hablando una mujer rubia que se calla cuando nosotras interrumpimos con el ruido de nuestros tacones chocando con el mármol blanco.

Los clanes árabes, rusos, búlgaros, españoles, finlandeses y algunos más que no me sé el nombre por su poca influencia en el mundo de la mafia, están en el lugar.

Hay familiares y amantes repartidos por toda la sala y yo vuelvo a clavar la mirada en la rubia.

Hemos captado la atención de todos y nos desviamos a una parte más vacía en la que podamos hablar sin que muchos escuchen.

La mujer rubia vuelve a hablar— Bueno después de esta pequeña interrupción. Pasemos al baile que está preparado— me lanza una mirada y yo la sonrío de forma burlona.

No sé si me quiere desafiar o es que quiere marcar territorio. No dejaré que haga nada de eso, yo he venido para hacer lo que tengo programado e irme.

Sé perfectamente que la rubia es parte de la hermandad y necesito que se quede con mi cara. Me alejo de Anat y me muevo por el salón.

La música empieza a sonar. Música tranquila para bailar. Un hombre con rasgos árabes se para a mi lado.

—Una mujer realmente preciosa— me adula y yo le muestro mi mejor sonrisa—Y peligrosa.

—Pillada— me devuelve la sonrisa y me recorre con la mirada cada centímetro de mi cuerpo, yo le recorro la mirada por todo su traje— ¿Qué necesita de mi, buen señor?— le pregunto y suelta una risa relajada— Y por favor no me diga que una noche de pasión, ya que sería un insulto para mí.

—Bueno no me gustaría nada insultarla. Solo quiero hablar de negocios y si se puede saber de qué clan es usted señorita.

—Soy la reina de la Yakuza— le dejo en claro— A mí hoy solo me interesa asuntos laborales, pero si quieres algún día quedamos para hablar de cosas más interesantes.

—Cuando quiera, preciosa— dice.

Hablamos de posibles alianzas, y si se aproxima un ataque con otro grupo. Él no deja el coqueteo y yo solo le sigo el rollo.

La música sigue tocando y él se aleja con su familia. Me quedo bebiendo un poco de vino blanco y miro alrededor.

—¿Me concedes un baile?— me preguntan en mis espaldas.

Al girarme, y verlo de pie con traje y chaqueta. Esa barba de unos días y sus ojos oscuros. La rabia se apodera de mí, la ira y el desprecio flotan por el aire.

—Claro señor— le doy mi mejor sonrisa fingida.

No sabe quién se coló en sus territorios y mató a su padre así que me tengo que hacer la loca.

Me lleva al centro del baile, es una bachata tranquila. Posa sus manos en la parte baja de mi espalda.

—¿Señor?— me pregunta soltando una risa sarcástica— ¿Ya no me llamas Romeo?.

Superstición KeinoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora