La alarma me despierta a las siete. Me baño y me maquillo para tapar un poco mi cara cansada.
Me visto con un pantalón negro una camiseta gris, con mangas largas unos deportes blancos y bajo a la cocina.
Ya voy llegando tarde a mi primer día de general. Ethan me da los buenos días y me pasa unas tostadas al ver lo apurada que voy.
Salgo corriendo poniéndome mi casco y corro por la carretera. Subo directamente al despacho del coronel.
—Pasen— responde después de haber llamado a su puerta, entro despacio y él aparta los ojos de los papeles para verme— Mi gran compañera Meire. ¿Tu hermano está mejor?.
—Sí, gracias por darme esos días a pesar de que no eran tu obligación— me hago la inocente dándole una sonrisa tímida.
—No pasa nada, sin embargo tienes que ponerte al día si no te llamarán la atención.
¿Te crees que no lo sé?.
—Lo sé. He venido para darte las gracias por la ayuda que me diste y para hablar de cómo compensarte los días esos.
—Ya tengo una idea de cómo compensarme— ronronea, se levanta de la silla y se apoya en la mesa— Me gustas— me suelta— Me gusta que seas frágil, a la vez escurridiza y tímida.
Estoy a punto de reírme. ¿Tímida?.¿Frágil?. Claro eso es lo que ve cuando hablo con él y no lo culpo sé perfectamente como moldear mi comportamiento para conseguir lo que quiero.
—También me gustas— hago que mi cara arda con pensamientos que no debería, bajo mi mirada y él me levanta el mentón.
Me besa, siento asco cuando mueve su lengua dentro de la mía. No me gusta hacer esto, no me gusta nada, pero no voy a dañar mi tapadera por la tontería de un beso, así que le sigo el rollo.
Me lleva al sofá y me siento a horcajadas encima de su pelvis. Asco es lo que siento ahora mismo de mi misma.
Sigo, mientras él traspasa sus manos y se acerca peligrosamente a una zona que no estoy dispuesta a dejar que me toque.
Sube por mis muslos, intento apartar sus manos, sin embargo no me deja. Tampoco puedo apartarme de él y mucho menos alejarme de su beso enfermizo.
—Vamos déjame— me susurra intentando otra vez meter las manos dentro del pantalón.
—No.
No me hace caso, empiezo a desesperarme y a hiperventilar, hasta que la puerta se abre y Matt aparece.
Primero evaluando la escena. Me mira fijamente enfadado y yo me alejo del abusador asqueroso, que para mí ya está muerto.
El coronel se limpia la boca con la manga de su uniforme y me sonríe con picardía. Ni siquiera lo miro, solo miro a Matt que tiene la mandíbula tensa.
—Vengo para decir que las tropas están listas para que el general decida qué tropa llevará para hacer la misión.
—Claro capitán Matthew, no para ver si estábamos follando— suelta una risa y aparta su mirada de él para mirarme a mí—Hablaremos por el móvil cariño.
Asiento y me dirijo afuera Matt da un golpe al cerrar la puerta de la oficina. Me voy a mi habitación intento cerrar la puerta, pero el empujón que da a la puerta me tira al suelo.
No lo conozco, nunca lo había visto así. Claro que ha tenido berrinches por mí, pero nunca ha llegado a mirarme de esa forma. Una forma animal, un animal que no razona consigo mismo.
Me coge del pelo y me estrella contra la pared. Me duele el cuero cabelludo, me suelta una bofetada que me destroza el labio inferior.
Me sangra el labio y él se da cuenta de lo que ha hecho. Ahora vendrá el perdón, los llantos y los regalos innecesarios. Pero no es justo que ahora lo culpe, es lo que estaba buscando, al final él se ha cansado.
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Superstición Keinox
RomanceDespués de todo lo ocurrido con Hera Keinox, llega un estado de calma, en el que nadie ataca a nadie. Por ahora, sin embargo como todo llega, todo se va incluida la calma. La pesadilla de Hera se vuelve realidad, teniendo una hija que es peor que el...