Su cabeza está entre mi vientre y mi pecho y sus manos en mi cintura. Me despierto con mis manos alrededor de su cabeza.¿Cómo hemos llegado así? Ni idea. Lo que sé es que este es nuestro último día y nos vamos a las once de la mañana.
Me levanto a la ducha y hago mis necesidades. Me miro en el espejo y me veo con los ojos hinchados y rojizos. El dolor de cabeza no cesa y salgo del baño de mala gana.
Cojo mi móvil personal para ver si hay algún mensaje y efectivamente de mi tía Anat. Son las nueve de la mañana y me dedico a repasar, estudiar y memorizar hasta que se despierta Jason.
—Buenos días— me saluda con voz ronca— Me ducho y desayunamos.
Asiento y yo pido que traigan las cosas. Estoy tensa ya que dentro de nada me presentaré al examen. Esto dependerá mi futuro y tengo muchas cosas y una de ellas es conseguir todo el poder.
El mensaje urgente de Anat también me deja pensando. Todavía no lo he abierto, pero hay algo que no me están contando.
El desayuno completo del hotel nos lo acomodan en el comedor, en la mesa de caoba blanca. Me siento y empiezo con una tostada untándolo con mantequilla y mermelada, eso con zumo de naranja y café.
Jason se sienta a mi lado, él empieza con los huevos revueltos, nos miramos un segundo. Un segundo y nos abalanzamos al otro.
Me besa con fiereza y yo le agarro del cuello para que no se aleje. Tira al suelo algunos platos cuando me hace hueco en la mesa.
Me sienta y me sigue besando, con fuerza, estamos peleando uno contra la boca del otro.
En estos tres días la tensión ha sido una bomba de conteo y esa bomba ha llegado a cero. Su lengua se enrolla con la mía y yo paso mis manos por su torso y su pelo.
Desde el primer día quise perderme en su pelo oscuro. Pero esto está mal, esto está pero que muy mal.
No nos conocemos de verdad, no sé quién puede ser y que me puede hacer, pero se siente tan bien.
Me separo de él después de segundos.
—Olvidemos lo que acaba de pasar— le digo bajando de la mesa.
—Me parece genial— sus labios rojizos y su cara me dicen que a él no le conviene esto.
—Tenemos regalos que abrir—me arreglo un poco el pijama y me acerco al árbol, le paso su regalo y yo cojo el otro— ¿Preparado?— pregunto y sonríe.
—Espero que no sea una bomba.
—Bueno algún día te lo regalaré— lo abre y veo el brillo en sus ojos.
Sé que le gustará y también sé que a mí también me gusta. Me mira y mira devuelta el regalo, yo abro el mío. Es un hijo de puta.
—¿Te gusta?— me pregunta y le saco el dedo del medio.
—¿Es una indirecta?— me sonríe y niega.
—Me encanta mi regalo— coge el libro de rimas y leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer— Al final adivinaste de quién era la poesía.
—Claro, nunca me amedrento a un reto— sonrío y levanto mi regalo el pijama de cerdito y a su lado una botella de Ron— Me lo voy a probar— le aviso y me voy a la habitación.
—Creas que no, he buscado en Google, que le gustaban a las chicas y salió eso. Me hizo gracia y decidí regalártelo, pero tu regalo si me ha sorprendido.
—Yo siempre sorprendo— le digo desde la habitación.
Salgo segundos después con el mono de cerdito que tiene, una cremallera delante. Suspiro y se me escapa una sonrisa. Maldito.
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Superstición Keinox
RomanceDespués de todo lo ocurrido con Hera Keinox, llega un estado de calma, en el que nadie ataca a nadie. Por ahora, sin embargo como todo llega, todo se va incluida la calma. La pesadilla de Hera se vuelve realidad, teniendo una hija que es peor que el...