Capítulo 38

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Subo a la moto y no espero a que él me alcance. No tengo ni tiempo ni ganas de discutir, sin embargo ya no puedo seguir mintiéndome. ¿Por qué siento que el aire me asfixia cuando estamos cerca?. ¿Por qué cuando está cerca de mí no puedo mirarlo a los ojos?. ¿Qué pasa conmigo?

Esto está muy, pero que muy mal. Tengo que terminar lo que empecé y él solamente me pone nerviosa con su palabrería, sus sonrisas, sus besos inesperados. Encontrarme en la playa con él fue lo peor que me podría pasar en la vida, por los planes que yo tenía.

Sentir esto no estaba planeado, ¿pero qué siento en realidad?. Tengo miedo a la respuesta ciertamente, tengo miedo de él.

ÉL. ÉL. ÉL.

Siempre ha sido él. Me hace reír y me ayuda a superarme, pero él me necesita. Bufo. Claro se me olvidaba esa parte, la parte que nos utilizamos mutuamente. Alek, Romeo, Jason. Tantos nombres, tantas caras, tantas cosas que siento que me abruman.

¿Qué es lo que sientes realmente?

No lo sé ni yo misma. Únicamente sé una cosa y es que quiero dejar de sentir estás cosas, quiero dejar de pensar en él, y por querer también quiero un futuro con él. ¿PERO QUÉ COSAS ESTOY PENSANDO?

Acelero mucho más llegando a la central Colombiana, necesito dejar de pensar en eso. Siento cómo me sigue otra moto. No estoy cerca todavía de la central, me falta camino y ya me está alcanzando Romeo.

Y a pesar de todo mi corazón toma poder en mi cuerpo y en mi rostro se forma una sonrisa. Maldito entrometido, no puede dejarme en paz ni un minuto. Pero me hace sonreír, sonreír de una forma real.

Tengo que terminar con esto, no más besos, no más abrazos, ni poemas. En el fondo me duele, no duele, quema, pero todos hacemos sacrificios por un motivo y yo necesito terminar esto y sé perfectamente que para mí no hay futuro.

Sinceramente no lo quiero encadenar a mí, no quiero encadenarlo, porque sé que si le digo que lo quiero jamás me olvidará, y yo no lo quiero.

Yo lo amo.

Y eso duele, porque nunca será real. Nunca tendremos un nosotros, mejor arrancar esto de raíz. ¿Dolerá?. Seguramente mucho. ¿Lo superaré?. Puede que no. ¿Volveré a aceptar que lo amo?. Eso jamás.

Para esas preguntas tengo respuestas, y una vez que he sido sincera conmigo misma, creo que nunca volverá a pasar. Acelero mucho más cuando veo que está más cerca de mí. Empiezo a inquietarme cuando me intenta disparar a una rueda.

Y yo que pensaba que podríamos hablar pacíficamente. Agarro bien mi ametralladora y disparo contra sus ruedas para que se deje de gilipolleces. Vuelvo la vista a la carretera y otra bala rebota en el asfalto.

Acelero mucho más para despistarlo entre los coches, sin embargo no lo consigo porque en nada está a mi lado. Me dispara a una rueda y por poco pierdo el volante de mis manos. Disparo de vuelta contra él y empiezo a divisar la central colombiana a lo lejos.

En segundos, se me queda a la par mía, tan cerca que con gritarnos o susurrar podríamos escucharnos perfectamente. Tan cerca que si alargaba la mano tocaba su cara.

—¡Para el puñetero coche, Hela!— me grita y niego con la cabeza.

—¡Una polla!

Me arrepiento de decir eso, ya qué con una patada me tira la ametralladora. Mierda. Ya estamos en la entrada de la central, cruzando el jardín. No me lo pienso dos veces y cuando tengo la oportunidad de estar lo suficientemente cerca de él, me tiro de la moto y lo empujo fuera de su asiento.

Rodamos entre la hierba, alcanzo mi daga mientras rodamos y cuando paramos a la vez sacamos las armas. Nuestros rostros están muy cerca y si uno de nosotros ladea la cabeza tal vez nuestras bocas se encuentren.

Superstición KeinoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora