Capítulo 11

10 2 0
                                    

Las luces del sol me hacen despertarme. Bueno eso y que ya estaba despierta desde las seis de la mañana, ya que el sueño no llegaba.

Me levanto de la cama y me encamino al baño. Lleno la bañera de agua caliente y cuando entro el agua rebosa la bañera.

Sé que no he sido la única que dormía con un ojo abierto, ya que a mí no se me olvida el cuchillo que quería clavarme.

Ninguno se ha olvidado de ese dato, solo lo estamos dejando para más adelante. Los dos hemos alzado la bandera blanca, sin embargo no me fío de nadie.

Mamá tenía muchos enemigos en la central, al igual que papá y puede que la persona que está en la cama sea un enemigo inútil, pero un enemigo al fin y al cabo.

Enrollo mi albornoz y salgo del baño. Jason ya está a fuera solo con un bóxer, la tensión de mi entrepierna me avisa que es demasiado voltaje, por lo tanto aparto la mirada y voy al armario.

Yo quito la mirada, no obstante su mirada a mis piernas no se va. Saco mi ropa y me giro.

—Quiero vestirme— aviso— ¿Podrías no mirarme con lascivia?. Se supone que eres mi amigo.

—Es nuestra naturaleza— se excusa.

—Ajá. Ahora fuera— bufa y se encamina al baño.

Me visto entre mis pensamientos y es que antes de levantarme antes siquiera de estar despierta estábamos abrazados.

Él con su cabeza entre mi pecho y yo con mis manos en su cabello oscuro. Alejo esos pensamientos y me concentro en mis siguientes jugadas en la central y dejo de pensar en lo otro.

Me visto rápido y cuando él sale con una toalla enrollada en su cintura, salgo lo más velozmente sin que note que me ruborizo.

Lo espero en la sala, y cuando sale le sonrío.

—Primera parada. Pasear por la bonita Madrid— asiento entusiasmada de la idea.

—Enséñame que se puede hacer, vaquero—me sonríe y nunca me he arrepentido de decir algo que eso.

Me ha llevado prácticamente andando por TODO Madrid. Claro que le he tenido que obligar a hacer paradas, para comer y merendar.

Madrid no tendrá playa, pero lo compensa el hecho de los edificios altos. Mientras merendamos me explica, los poetas que vivieron ahí.

Podría decirle que se callara, o que no me interesa la poseía, pero ver un brillo en sus ojos cada vez que me habla de libros y escritores del romanticismo compensa toda su palabrería.

A ver no es que no me gusten los libros, a mí me encantan, sin embargo no soy apasionada a las leyendas y poesías.

—¿Me cuentas una poesía de algún poeta que te haya encandilado con su palabrería Romeo?— suelta una risa y bebé de su café.

—¿De cualquiera?— pregunta y asiento— Los suspiros son aire y van al aire. Las lágrimas son agua y van al mar. Dime, mujer, cuando el amor se olvida, ¿sabes tú adónde va?— nos quedamos en silencio mirándonos por un momento, el brillo oscuro de sus ojos se intensifican y yo aparto mis ojos, lo ha dicho de una forma que su voz rallaba el límite del susurro y lo oscuro.

—Muy romántico Romeo. Me has impresionado— bebo de mi café y le sonrío— Una pena que yo no me enamoré de palabrería barata.

—¿Sabes de quién es?— me pregunta y niego, me sonríe altivo, como si fuese un sabelotodo.

—¿De quién?— pregunto un poco más curiosa que antes.

—Tendrás que adivinar.

Nos vamos a otros sitios asombrosos. Después de una hora dando vueltas y comprando algunos dulces y botellas de Vodka volvemos al hotel en un taxi.

Superstición KeinoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora